Nuevos aumentos de impuestos aprobados en el Congreso. Tranquilos, aparte de la subida del tramo alto del IRPF, no afecta a los ciudadanos, sino principalmente a socimis, energéticas y la banca.

¿Es esto realmente así? Déjenme explicarles algo que pasó hace tiempo.

Corría el uno de enero del año 1986, yo estaba en el primer curso de la carrera de Ciencias Empresariales en ESADE. Recuerdo a la perfección que la Nochevieja de aquel año, el célebre programa de las campanadas, trufado con canciones, serpentinas, confeti y humoristas escenificaron bromas con la implantación del nuevo IVA. ¡Que viva el IVA! decía una de las canciones.

La introducción del nuevo impuesto indirecto era toda una novedad, y uno de los principales requerimientos para avanzar en la armonización fiscal con el resto de la Unión Europea a la que justo entonces nos adheríamos.

El IVA venía a sustituir a un controvertido impuesto que los más mayores recordarán y que los más jóvenes no habrán oído en absoluto, y que se llamaba ITE, que eran las siglas de Impuesto sobre el Tráfico de Empresas. El nombre suena bastante mal, la verdad. La semántica es importante, y ahora las empresas comercian, ya no trafican. Lo de traficar se ha quedado para referirse al comercio de armas, drogas y personas. Pero entonces se llamaba así.

El IVA vino a sustituir a un controvertido impuesto, que se llamaba ITE, que se aplicaba en cascada y nadie se podía deducir

El impuesto era controvertido porque se aplicaba en cada escalón de la distribución comercial, y nadie se lo podía deducir. El tipo de gravamen oscilaba entre el 0,4% y 0,5% para los mayoristas, y entre el 1%-2% para los minoristas. Se le llamaba un impuesto en cascada. Me explico. Si un importador traía producto del extranjero y luego lo vendía a un mayorista nacional, debía aplicarle al coste del producto un 0,5%. Imaginemos que se trataba de un producto de 10.000 pesetas. El producto adquirido por el mayorista se contabilizaba con un coste de tal incremento, es decir, el ITE no se deducía, sino que era una componente más del coste de adquisición. En su contabilidad, constaba un coste de 11.050 pesetas. Supongamos que ese mayorista nacional lo vendía después a un mayorista regional con 1.000 pesetas de margen. Así pues, la factura era de 11.050 pesetas (coste más ITE de la primera transacción más el margen). Y a esas 11.050 pesetas se le aplicaba otro 0,5% de ITE. Resultado: 11.105,25 euros.

El minorista regional lo vendía a un detallista provincial. Sucedía lo mismo y este, finalmente, lo vendía a un comercio local con un 2% de ITE. El comercio se lo vendía al consumidor con un 2% de UTE adicional.

Nadie recuperaba nada. Todo era un mayor coste que se iba acumulando en el producto. La tasa era acumulativa porque nadie restaba nada y el impuesto iba gravando sobre el propio impuesto.

No estaría de más recordar de dónde salen los impuestos. Los impuestos, todos, los acaba pagando el ciudadano

Recuerdo que en ESADE enseguida nos pusieron al día con el IVA. En la carrera nos explicaron cómo iba a funcionar, y hubo una frase del profesor de derecho fiscal que se me quedó grabada: el IVA es un impuesto que en última instancia lo paga todo el consumidor, pues ahora todos los eslabones de la cadena comercial se lo van a poder deducir. Recordemos que el primer tipo de IVA general fue del 12% y el reducido del 6%. El IVA lo paga el consumidor, nos decían una y otra vez. Y los intermediarios de la cadena de distribución lo que hacen es ir recaudándolo en cadena, compensándose IVA repercutido e IVA soportado. Pero le factura final la paga el ciudadano final que adquiere el producto o le prestan el servicio gravado con tal impuesto indirecto.

Bien, explico todo esto porque cada vez que escucho declaraciones como las de esta semana de María Jesús Montero, afirmando que “los salarios del Ejército, Policía, Guardia Civil y los funcionarios salen de los impuestos”, no estaría de más recordar de dónde salen los impuestos. Los impuestos, todos los impuestos, los acaba pagando el ciudadano.

Cuando se sube el impuesto a las energéticas, éstas acaban repercutiéndolo, con el tiempo, a las tarifas. Lo mismo, la banca. Si finalmente se hubiese aprobado el IVA de los seguros de salud privados (mutuas), ¿acaso cree alguien en su sano juicio que las aseguradoras iban a mantener las primas? Por supuesto que no.

Cuando se sube el impuesto a las energéticas, éstas acaban repercutiéndolo, con el tiempo, a las tarifas. Lo mismo, la banca.

El argumento del gobierno es que la presión fiscal en España no está al nivel de la UE. Pero hay un matiz muy importante. Y es que la desigualdad salarial produce que el esfuerzo fiscal sea tremendamente elevado. Es decir, en España hay capas de población que tienen esfuerzos fiscales totales cercanos al 70%. Una persona que tributa en IRPF a un tipo medio del 40%, que paga un IVA del 21% en todo lo que consume y, si le añadimos el resto de los tributos municipales y autonómicos, acaba dedicando a impuestos más del 70% de lo que ingresa. No hablamos de pocas personas, sino de la clase media-alta. En el caso de la media, el esfuerzo individual es cercano al 50%.

Al final, los impuestos de sociedades de las empresas, la seguridad social que ingresa el Estado y todos los arbitrios empresariales han de ser ingresados, y esos ingresos, en última instancia, los realiza el consumidor final. El ciudadano. Es como lo del IVA, funciona exactamente igual el mecanismo con un impuesto directo que indirecto.

Por eso, en el escaparate social subir impuestos a la banca y energéticas queda muy bien. Pero la realidad oculta es que se está subiendo los impuestos a la ciudadanía.