Trabajo versus empleo: algunas certezas
- Josep Puigvert Ibars
- BARCELONA. Sábado, 5 de octubre de 2024. 05:30
- Tiempo de lectura: 3 minutos
Aunque las estadísticas puedan engañarnos con el empleo tenemos un problema que necesitamos afrontar e intentar resolver. Un problema en el que no cabe la actitud de mirar hacia otro lado o traspasar la responsabilidad a terceros.
El reto es mayúsculo pero las oportunidades también. Y debemos de saber distinguir entre lo que es relevante y lo que no lo es. Un ejemplo de ello es, desde mi punto de vista, el debate actual sobre la reducción de jornada. ¿Es este el gran problema que debemos de afrontar hoy en nuestro mercado de trabajo o en nuestro modelo de relaciones laborales? Francamente creo que no si tomamos en cuenta la realidad en la que viven más de la mitad de los empleados activos a día de hoy.
En primer lugar deberíamos definir las prioridades correctas (me manifestaré sobre ellas más adelante) y, en segundo término, no deberíamos de afrontar los nuevos retos con perspectivas del pasado. Las transformaciones a las que estamos asistiendo son mucho más profundas de lo que podemos imaginar y entender, entre otras razones porque las estamos viviendo día a día. Somos como la mosca que termina abrasándose en un balde de agua hirviendo. Hemos de ser conscientes del hecho de que si bien hasta este momento las revoluciones industriales se fundamentaban en el trabajo humano, la que estamos viviendo está, probablemente, basada en su sustitución.
Las transformaciones a las que estamos asistiendo son mucho más profundas de lo que podemos imaginar y entender
Aunque no tengamos certezas absolutas es muy probable que el volumen total de trabajo humano necesario se reduzca de forma sustancial en los próximos años y a una velocidad mucho más rápida de la que podemos imaginarnos.
Siguiendo a Enrique Dans necesitamos hacer una transformación cultural emprendiendo dos viajes de forma simultánea. El primero o ‘viaje de los sistemas’, dirigido a modificar los elementos estructurales que fundamentan el actual marco social basado en el empleo, mientras que el segundo es el que denomina “viaje de las personas” y que requiere cuestionarse sobre cómo funcionamos nosotros mismos como individuos. Y para ello es necesario un doble esfuerzo: el de nuestros líderes para poner estos temas en el centro del debate y plantear soluciones y alternativas diferentes a las que hemos venido aplicando en el pasado y que faciliten el cambio de paradigma, y el individual para asumir un compromiso personal en este proceso de cambio.
El proceso exigirá cambios en los dos ámbitos (el social y el individual) y conllevará, utilizando las expresiones formuladas por Nick Srnicek, “que la construcción del futuro pasa ineludiblemente por cambios culturales relacionados con la ética tradicional sobre el trabajo”. Se me ocurre en este punto reflexionar sobre las modificaciones que estamos adoptando en nuestras conductas individuales y sociales respecto al reciclaje: un ámbito en el que todos y todas hemos terminado por reconocer la necesidad de adoptar cambios en nuestras conductas y hábitos.
Si como parece tenemos una alta probabilidad de que el trabajo (por lo menos en su concepción de empleo) pase a ser un bien cada vez más escaso, hemos de avanzar para establecer una nueva cultura laboral y un marco regulatorio que sea capaz de responder a este nuevo paradigma.
Si tenemos una alta probabilidad de que el trabajo pase a ser un bien cada vez más escaso, hemos de avanzar hacia una nueva cultura laboral y un marco regulatorio
Como afirma Javier Creus es absurdo que la clase política se limite a prometer puestos de trabajo. Es imposible. “Las modalidades de empleos estables a tiempo completo no desaparecerán, pero quedarán restringidas al 40% de las personas que trabajen (…) Me encantaría que nuestros políticos fueran un poco más allá y se comprometieran a garantizar ingresos para todos y también que todos los que puedan contribuir a la sociedad tengan el reconocimiento que corresponda”.
Desde mi punto de vista estas son las certezas que no han hecho más que consolidarse en los últimos años.
- Muchas de las tareas laborales (trabajos) se desarrollan en entornos laborales (empleos) de menor calidad. Es urgente que surja un debate social sobre esta tendencia. Un debate que no está ni planteado ni incentivado desde las estructuras gubernativas.
- Seguimos manteniendo una estructura en nuestro mercado de trabajo que muchos definiríamos a través de tres atributos: dual, discriminatorio y de gestión ineficiente. Un mercado que se fundamenta en una realidad económica determinada pero que adolece de medidas racionales e innovadoras dirigidas entre otros objetivos a favorecer la empleabilidad.
- Seguimos obviando los temas clave que necesitaríamos abordar sí o sí, a saber: el acceso al trabajo de los jóvenes, la dualidad en las condiciones laborales, la gestión de la inmigración y el desempleo estructural. Como los datos parece que son buenos, podemos dejar de lado las cuestiones realmente relevantes.
- La presencia y pervivencia de marcos culturales en los que se da un rol y valor extraordinario a los contextos jurídicos (normas) y se desconfía de la capacidad de las partes para auto-regularse. Mucho del “intrusismo político” en las dinámicas laborales debería de -simplemente- reducirse a una actitud de impulso o propuesta.
Es muy probable que cuando se analice lo ocurrido en estos años postpandemia, con una cierta perspectiva temporal, se llegue al convencimiento de que perdimos la oportunidad que nos ofrecían los Fondos Next Generation para renovar y modernizar nuestro mercado de trabajo.
No fuimos capaces de mejorar las relaciones entre formación, aprendizaje y empleo, cómo no tuvimos en cuenta los efectos discriminatorios de algunas normas
Constataremos cómo, en lugar de promover los consensos necesarios para desarrollar nuevos sistemas, mecanismos y comportamientos que nos permitieran adoptar los cambios culturales necesarios, nos dedicamos a las “batallas políticas” centradas en el corto plazo. Constataremos cómo no fuimos capaces de mejorar las relaciones entre formación, aprendizaje y empleo, cómo no tuvimos en cuenta los efectos discriminatorios de algunas normas y cómo no creamos nuevos mecanismos que nos permitieran, individual y colectivamente, hacer frente a los retos que nos imponían las nuevas realidades sociales y económicas.