La acelerada evolución tecnológica actual se traduce en un constante progreso que, con frecuencia, se traduce en una mayor comodidad en nuestra vida diaria. El ámbito económico y financiero ha estado sometido a grandes cambios con la irrupción y uso de las nuevas tecnologías en los años 90. Uno de los principales cambios que ha traído consigo este avance es la aparición de las transacciones financieras a través de medios digitales, lo que ha permitido la popularización de la banca digital o banca en línea, más comúnmente denominada banca móvil o por internet.

Con ello, esta banca en línea se ha convertido en una herramienta muy útil y cómoda para aquellas personas que prefieren realizar sus transacciones financieras desde su hogar o en cualquier lugar donde se encuentren, sin necesidad de desplazarse a una sucursal bancaria. La posibilidad de realizar pagos y transferencias electrónicas, consultar saldos y movimientos bancarios, y solicitar préstamos desde una aplicación en el teléfono móvil o a través de cualquier dispositivo electrónico, ha permitido a los usuarios tener un mayor control sobre sus finanzas personales.

Pero el gran avance que conlleva esta transformación en el uso de la banca en línea es el uso de pagos digitales, que se encuentra en sintonía con una sociedad cada vez más cashless, es decir, una sociedad donde las transacciones en efectivo van en declive y se prefieren los pagos electrónicos. La utilización de tarjetas de crédito y débito, así como el pago a través de aplicaciones móviles, se han convertido en la forma más común de realizar transacciones comerciales.

Y aquí la pandemia también jugó su rol en el cambio de costumbres de la sociedad. Este momento supuso un gran impulso para la adopción de la banca online en España, lo que permitió al país pasar de estar por debajo de la media europea en cuanto a usuarios de servicios financieros digitales antes de la pandemia, a situarse 10 puntos porcentuales por encima de la media europea el último año.

En concreto, según datos de la agencia Statista, en 2022 se registró que la penetración de la banca en línia entre el consumidor español fue de casi un 70%, es decir, siete de cada diez personas utilizaron de forma regular servicios financieros online. Y, además, se espera que la banca móvil se vuelva cada vez más popular, ya que cada vez más personas utilizan sus teléfonos móviles como su principal dispositivo para acceder a servicios bancarios.

Así pues, la desaparición del dinero en metálico se está convirtiendo, poco a poco, en una realidad gracias al avance de las TIC, que han impulsado el desarrollo de medios de pago digitales más eficientes y seguros. Sin embargo, para lograr un uso amplio de estas tecnologías, es necesario que la sociedad esté preparada para usar exclusivamente estos medios de pago digitales. Esto requiere, inevitablemente, una educación financiera adecuada, una infraestructura de comunicaciones fiable y accesible para todos, así como medidas de seguridad y protección de datos sólidas y efectivas. Y es que la velocidad de los cambios siempre acaba siendo el resultado del equilibrio entre la rapidez tecnológica y el ritmo al que la sociedad es capaz de adaptarse a estas nuevas transformaciones.

A pesar de todo, y como en cualquier progreso o transformación, es esencial analizar detenidamente ambos lados de la moneda. La transición hacia una sociedad sin efectivo trae consigo diversos beneficios en cuanto a la eficiencia en los pagos electrónicos, un mayor control y transparencia en el gasto, la comodidad en la gestión financiera y la lucha contra el fraude o actividades ilegales. Sin embargo, una sociedad sin uso de efectivo tiene un lado más negativo. Uno los aspectos más criticados es la exclusión de sectores de la sociedad más vulnerables que no tienen acceso a tecnología o que no disponen de servicios bancarios digitales. También cabe señalar la pérdida de privacidad que esto supone, dado que los pagos electrónicos son siempre rastreables digitalmente e, inevitablemente, el elevado riesgo de seguridad.

El robo de datos o el fraude en línea tiene implicaciones y consecuencias más elevadas que si nos robasen el efectivo que tenemos en nuestra cartera, dado que a menudo es difícil detectar el origen de la estafa o fraude. Asimismo, estas situaciones suelen producirse desde otros países y la colaboración en temas legales entre naciones es complicada. Si bien es cierto que, si nos roban el efectivo, la pérdida económica se limita a la cantidad que llevábamos con nosotros en ese momento, cuando se produce un robo de datos financieros a través de Internet, el importe robado suele ser mucho más elevado.

Y aunque a veces tenemos la sensación de ser distintos por pagar en efectivo, por ahora podemos estar tranquilos un tiempo, dado que Real Decreto-ley 24/2021 obliga a aceptar el pago en efectivo en todos los establecimientos, siempre y cuando, claro está, este importe sea inferior límite legal de mil euros.