Trump y la guerra comercial: territorio desconocido
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- Pau Vila
- Barcelona. Miércoles, 5 de febrero de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 3 minutos
Se está cumpliendo el presagio: la segunda era Trump ha arrancado con una fuerza y una contundencia que excede enormemente el umbral de las políticas emprendidas durante su primer mandato. La cascada de órdenes presidenciales empezó justo después del acto de investidura. Trump se desplazó a un estadio deportivo, donde lanzó al público los bolígrafos con los cuales firmaba las normas, talmente como si fueran camisetas de un jugador de fútbol después de un partido. El despropósito ha continuado a lo largo de los días, alcanzando el pasado fin de semana un punto de inflexión con la materialización de los aranceles que había prometido en campaña electoral: un 25% para Canadá y México, un escalado similar para China, y la amenaza de que la Unión Europea se vea afectada en los mismos términos próximamente.
Aunque Trump había anticipado en multitud de ocasiones estas medidas, existía un cierto escepticismo sobre que finalmente se aprobaran porque significaría un giro de 180° con respecto a la política de comercio exterior de los Estados Unidos del último siglo, con consecuencias imprevisibles y potencialmente de gran magnitud. Canadá y México recibieron con perplejidad la aprobación de los aranceles, que abre un escenario de auténtico caos e imprevisibilidad en el flujo de comercio internacional. En primer lugar, por la naturaleza indiscriminada de estos aranceles: habitualmente las políticas de proteccionismo son instrumentos con bisturí que van orientados a sectores muy concretos, que se han calculado con modelos econométricos que permiten a la nación que las impulsa garantizar que se corrige una cierta anomalía de competitividad.
La naturaleza de los aranceles aprobados por Trump, que afectan prácticamente a todo el comercio de bienes de cualquier naturaleza en una cifra redondeada del 25%, tiene consecuencias imposibles de predecir una vez se entre en el ciclo de la segunda derivada (es decir, la respuesta de Canadá, México y compañía en forma de represalias equivalentes en el sentido contrario: aranceles a todo aquello que se importa de los Estados Unidos hacia estos países). También se entra en territorio desconocido porque la geopolítica mundial, el derecho internacional y las instituciones globales como la Organización Mundial del Comercio (OMC) quedan todos ellos sepultados por la nueva era de Trump, y pierden cualquier utilidad o sentido que pudieran tener. Si el planteamiento fiscal de los flujos de comercio internacionales no está basado en cálculos econométricos, sino en venganzas personales y apriorismos construidos sobre la superioridad moral, no tiene sentido nada de lo que pueda plantear la OMC ni ningún arbitraje mercantil entre países.
El derecho internacional y las instituciones globales como la Organización Mundial del Comercio quedan sepultados por la nueva era de Trump
Así las cosas, los equilibrios de fuerzas en el tablero internacional se tienen que recalcular a toda velocidad para responder ante este escenario completamente diferente. En Europa, la situación es particularmente delicada por una confluencia de factores. Los Estados Unidos es uno de los principales destinos de exportación de bienes europeos; por ejemplo, en Catalunya el primer destino de lo que exportan nuestras fábricas a geografías no europeas es los Estados Unidos, y hay lazos relevantes, como la empresa Grifols (que concentra mucha actividad en los Estados Unidos) o el unicornio dedicado a la fabricación de cargadores de coche eléctrico Wallbox, que cotiza en un índice bursátil americano.
También con respecto a alianzas geopolíticas: Los Estados Unidos era uno de los principales aliados en el ámbito de la defensa, con un creciente protagonismo durante el conflicto entre Rusia y Ucrania. La pertenencia conjunta a la OTAN ha sido un vínculo relevante durante las últimas décadas. El mismo futuro de la OTAN está en el aire, con Trump diciendo explícitamente y en abierto que valorará la continuidad de los Estados Unidos como miembro de esta alianza y un frente abierto tan significativo como una potencial transferencia no deseada de Groenlandia de manos danesas hacia los Estados Unidos, una eventualidad que evidentemente destruiría el actual planteamiento de la OTAN y envenenaría las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Europa.
Europa acumula décadas de respeto escrupuloso de la libre competencia internacional, cosa que no han hecho China ni los Estados Unidos
Europa también asume este nuevo escenario con el pie cambiado porque acumula décadas de respeto escrupuloso de la libre competencia internacional, mientras principalmente la China, pero también los Estados Unidos, hacían la vista gorda con la concesión de ayudas de estado, subvención de la inversión industrial y dumping encubierto en algunos sectores. Así es como se ha llegado a un escenario en el cual los coches eléctricos chinos inundan Europa a precios extremadamente competitivos, con megafábricas subvencionadas por el partido comunista chino y cadenas de valor que cuentan con un apoyo más que agresivo de la esfera pública.
Transitar de la posición europea de competencia justa y con respeto a los flujos de comercio internacional hacia un entorno completamente diferente, con fuertes aranceles, será más difícil de hacer que para otras geografías que ya eran más próximas a una dinámica proteccionista. Al mismo tiempo, todo tiene una pequeña virtud: quizás ante un choque abrupto, los europeos reaccionamos, mientras que inmersos en el escenario de la rana hirviendo lentamente, vivíamos una letargia y una inacción que solo podía llevar hacia el desastre económico.