La victoria de Donald Trump representa un giro radical en la política de los Estados Unidos y plantea una pregunta crucial: ¿qué significa este triunfo para el futuro de la inteligencia artificial y el mundo tecnológico en general?

De entrada, esta victoria parece anunciar el fin de la América “woke”, aquella América que abogaba por un lenguaje inclusivo, derechos para las minorías y una nueva cultura basada en la conciencia social y la corrección política. Estas iniciativas ahora tendrán un camino complicado, con una reacción en contra que podría ser dura e incluso agresiva, con consecuencias en diversos sectores, incluido el tecnológico.

En cuanto a la IA, la primera implicación será el fin de la regulación y los controles que se habían establecido durante los últimos años. Trump ha prometido desmantelar estos mecanismos y, dado que se basan principalmente en órdenes ejecutivas, podría hacerlo rápidamente. Esto podría transformar a Estados Unidos en un territorio sin restricciones en términos de desarrollo tecnológico, con un entorno favorable a la innovación libre pero con un control gubernamental limitado. La industria de la IA se encontraría, así, en un marco menos regulado, lo que seguramente tendría un impacto a escala global.

Un ejemplo de cómo Trump podría transformar el panorama tecnológico se vio en su reciente entrevista con Joe Rogan. Cuando le preguntaron sobre el programa de 20.000 millones de dólares dedicados a llevar internet a zonas remotas, Trump respondió que lo cancelaría y, en su lugar, facilitaría bonos para utilizar Starlink, la red de internet por satélite de Elon Musk. Este enfoque puede parecer eficiente, pero también muestra una fuerte inclinación a simplificar los programas gubernamentales y una cierta desconsideración por los proyectos de ayuda pública.

En IA, la primera implicación de la victoria de Trump será el fin de la regulación y los controles, que ha prometido desmantelar

Las implicaciones van más allá. Leyes emblema de la administración Biden, como la CHIPS Act, que prevé grandes subsidios para promover la fabricación de chips en Estados Unidos, podrían estar en peligro. Esto pondría en una situación delicada a empresas como Intel, que dependen de estos apoyos para desarrollarse y competir en un mercado global. Con la nueva administración, podríamos ver una apuesta más fuerte por las empresas privadas, relegando el apoyo gubernamental a un segundo plano.

Más allá de los cambios legislativos, es probable que Trump intente reformar aspectos profundos de la administración pública, considerándola poco eficiente, demasiado grande y llena de procesos innecesarios. Incluso se habla de dar a Elon Musk un papel destacado en esta transformación, con una especie de "Ministerio de la Eficiencia" para liderar una renovación tecnológica. Esto sería parte de un esfuerzo por racionalizar la burocracia estadounidense y orientarla hacia una gestión más tecnológica y de mercado.

Así, podrían producirse cambios radicales en sectores que hasta ahora se consideraban intocables, convirtiendo a Estados Unidos en un laboratorio de políticas públicas liberales y experimentales. La clave de estas políticas será la tecnología, aunque el camino preciso que tomarán es incierto. Es posible que instituciones como la NASA y la financiación de la ciencia pública sufran reestructuraciones importantes, orientándose hacia colaboraciones con el sector privado y dándole un papel más relevante a las empresas en los proyectos estatales.

Se pueden producir cambios radicales en sectores hasta ahora intocables, convirtiendo EEUU en un laboratorio de políticas públicas liberales y experimentales

Otro ámbito sensible es el de la sanidad. Trump ha elegido a Robert F. Kennedy como candidato para liderar el sistema de salud, una elección que ha generado controversia, ya que Kennedy es conocido por sus posturas antivacunas y su voluntad de reformar el sector hacia estructuras de mercado. Esto implicaría una transformación radical en los ensayos clínicos y otros procesos sanitarios y, aunque no será una tarea fácil, seguramente intentarán llevar estos cambios a la práctica.

También podemos esperar una drástica relajación en la regulación de internet, los coches autónomos y otras tecnologías emergentes, especialmente en áreas donde Elon Musk tenga intereses. Es posible que pronto veamos coches sin volante en circulación por las calles de Estados Unidos. Las leyes sobre privacidad y regulación de la IA podrían desaparecer rápidamente, abriendo el debate sobre los límites de la innovación y el rol del gobierno en proteger a los ciudadanos.

La política exterior de Trump también promete cambios drásticos. La guerra de Ucrania podría terminar pronto con la entrada de un acuerdo, y el conflicto en Oriente Medio experimentaría un cambio profundo. Pero la gran incógnita es China. La nueva administración parece decidida a imponer aranceles fuertes y revitalizar el “Made in America”, pero ¿hasta qué punto? Con el equipo de Trump, no hará falta esperar demasiado para saberlo.

Impacto de la victoria de Trump en tres conceptos clave

  1. El fin de la cultura “Woke”: La victoria de Trump marca el final de una era de inclusión, lenguaje consciente y corrección política. Este cambio supone una reacción contundente contra las políticas culturales inclusivas que habían ganado terreno, apostando por una sociedad menos condicionada por estos valores.
  2. Redefinición de lo público hacia políticas de mercado: Las instituciones públicas y los servicios gubernamentales se transformarán para adoptar estructuras más eficientes, con un enfoque claro hacia la colaboración con el sector privado. Esta nueva filosofía impulsará reformas que busquen racionalizar el gasto y adoptar modelos de eficiencia propios de las empresas, con figuras de la industria tecnológica liderando la transformación.
  3. Competir y ganar: América entra en una nueva etapa con una actitud decidida a competir a escala global. Estados Unidos quiere reafirmar su posición de liderazgo, innovando con libertad y fortaleciendo sectores clave como la tecnología, la industria y el comercio internacional. En este nuevo contexto, la competitividad se convertirá en el motor de la política nacional, con el objetivo de "ganar" en cada ámbito posible.

En definitiva, se inicia una nueva era, con una América decidida a reformular su papel interno y externo, donde las reglas del mercado y la voluntad de liderazgo marcarán el camino.