Se está escribiendo tanto sobre Rafa Nadal estos días que poco puede decirse que no esté dicho ya. Intentando añadir algo sobre el asunto, y pensando en la situación actual económica de España, se producen una serie de paralelismos que pueden resultar de interés al lector.

El primero, a Rafa Nadal le tocó una era en la que dos tenistas estaban destinados a llevárselo todo: primero, el suizo Roger Federer y después el serbio Novak Djokovic. Técnicamente eran muy superiores. Rafa fue ganando, con el tiempo, técnica, pero la que tenía en sus inicios estaba al nivel de muchos otros jugadores que no lograron plantarle cara a estos dos colosos.

Primera lección: el entorno, factor exógeno que no controlamos, va a determinar nuestras capacidades de éxito. Durante los últimos veinte años, estos tres tenistas se han llevado el 80% de los Grand Slams, dejando migajas al resto. En estas décadas, deportistas de la raqueta excepcionales no han pasado a la historia y han pasado desapercibidos no porque no fueran suficientemente buenos, sino porque les ha tocado la china de coincidir en el tiempo con tres fueras de serie. Esos mismos tenistas que se han llevado uno o dos grandes o que han estado en los primeros lugares del ranking unas pocas semanas, en tiempos normales donde no hubiesen coincidido con esos tres colosos, serían hoy reconocidos como grandes del tenis.

El esfuerzo es primero y el resultado es accidental. Rafa ha seguido porque siempre se ha esforzado. Su forma de actuar no ha cambiado

Por lo tanto, a veces, el éxito se explica por los que te tocan de competidores en ese momento. En el caso de la economía española, estamos viviendo unos años donde los resultados y el performance de nuestras empresas está siendo muy superior al Alemania, Francia, Italia y otros grandes europeos. ¿Lo estamos haciendo mejor que ellos o estamos en un entorno donde los competidores no son tan buenos? Lo que está pasando es que la innovación, la energía, la automoción y los costes laborales son los caballos de batalla de la economía mundial. Esos factores están afectando especialmente a la industria, sobre todo a la de automoción. Francia, Alemania e Italia, especialmente los dos primeros, son países que dependen de la industria. Y en el contexto mundial actual, China, Sudeste asiático y Estados Unidos son los tres grandes tenistas que están dejando fuera a jugadores excepcionales pero que no ganan títulos y están sufriendo hasta el punto de entrar en recesión. España está ganando partidos porque no compite contra ellos, no porque seamos mejores que ellos.

La segunda lección de Rafa Nadal es que, si fue capaz incluso de superar a Federer en número de Grand Slams, y de colarse entre él y Djokovic como uno de los grandes, fue por una serie de cualidades personales y físicas. Ambas fueron clave. Pero las personales han pesado mucho. Psicológicamente, Rafa Nadal ha demostrado de qué sirve no rendirse nunca. Mucha gente se estaba preguntando que por qué Nadal seguía compitiendo estos últimos años. No entienden que seguía por el mismísimo motivo por el cual ha ganado tantos títulos. Porque siempre tiene sentido tratar de intentarlo. El esfuerzo es primero y el resultado es accidental. Rafa ha seguido porque siempre se ha esforzado. Su forma de actuar no ha cambiado.

¿Cómo se aplica eso a nuestra economía? Debemos preguntarnos si los logros que estamos obteniendo son fruto de nuestro esfuerzo o de esa situación favorable que explicaba en el punto anterior.

Nos falta mucho esfuerzo en el espíritu del país, pero está lastrado por unas normas de juego que desmotivan a las jóvenes promesas

Es difícil establecer una conclusión sin caer en el simplismo. En España se trabaja y se trabaja duro. Pero también hay muchas personas que ha desistido en tratar de esforzarse. Y eso tiene que ver con los premios y las reglas de juego. Las reglas de juego del tenis son claras y son las mismas para todos. Hay pocas injusticias en arbitraje y la normativa protege a todos por igual. ¿Es este el caso de España? Claramente, no. Las reglas de juego cambian con excesiva frecuencia (regulatorias, fiscales, de competencia, de precios); la desigualdad impositiva no sirve ya para explicar la redistribución de rentas, sino que raya lo abusivo y confiscatorio; las dificultades que se le ponen al emprendedor y empresario son enormes: arriesgarse tiene mucho castigo si te sale mal y un premio muy castigado si te sale bien.

En España mucha gente no quiere emprender porque piensa que no vale la pena. La gente no quiere problemas y el esfuerzo no está en la base del espíritu económico y empresarial del país más que a ramalazos, lugares específicos o personas ejemplares. Pero seamos francos, este no es un país de emprendimiento y esfuerzo porque las reglas del juego no lo favorecen.

Aun así, Rafa Nadal nos deja una última lección. El esfuerzo tiene sentido. Tenemos la fortuna de estar bastante solos en el terreno de juego donde compite nuestra economía. No pensemos que estamos ganando partidos porque somos muy buenos, sino porque los grandes competidores están barriendo en otras pistas de juego. Nos falta mucho esfuerzo en el espíritu del país y ese esfuerzo está lastrado por unas normas de juego que desmotivan a las jóvenes promesas que tantos partidos podrían ganar, así como a nuestros legendarios empresarios, de gran y pequeña empresa, que acaban por tirar la toalla.