La campaña de las presidenciales norteamericanas ya está en la recta final, y hemos visto de todo. Los medios se han hecho eco de las diferencias entre Kamala Harris y Donald Trump, pero quizás no han remarcado lo suficiente que hay un par de temas en los cuales los dos candidatos están de acuerdo.

El primero es la operación de adquisición de U.S. Steel por parte de Nippon Steel, una transacción que se anunció hace unos meses. Demócratas y republicanos están absolutamente de acuerdo en cómo tiene que ser la respuesta. Según políticos de los dos partidos, la oferta de compra por 15.000 millones de dólares no tendría que prosperar porque el acuerdo supone una amenaza para la industria siderúrgica y las cadenas de suministro de los EE.UU. Según Biden, Harris y Trump, la empresa tendría que seguir siendo propiedad norteamericana y se tendría que dirigir desde los EE.UU., simplemente porque se trata de una empresa emblemática para los americanos, un poco como lo es Talgo para los españoles. Orgullo nacional.

Según Biden, Harris y Trump, U.S. Steel tendría que seguir siendo propiedad norteamericana y dirigirse desde los EE.UU. porque es emblemática

El caso de U.S. Steel puede servir para ilustrar el concepto de grupo de interés. En torno a la operación hay varios grupos de interés que presionan para que la venta se materialice o acabe naufragando. Los principales actores son los trabajadores y los sindicatos de la empresa, sus directivos, Nippon Steel, los políticos de ambos partidos de los estados en que hay fábricas de U.S. Steel y, finalmente, el presidente Biden y los candidatos a la presidencia. Trabajadores y sindicatos creen que Nippon Steel no respetará los acuerdos relativos a salarios y pensiones y que no cumplirá las promesas de invertir en las instalaciones que U.S. Steel tiene en Pensilvania. Los directivos de U.S. Steel han defendido que la oferta es un salvavidas financiero para la empresa y han advertido que si se bloquea el acuerdo habrá recortes de puestos de trabajo y se trasladará la sede central fuera de Pensilvania.

¿Os suena? Estos ejecutivos, que son norteamericanos, tienen interés que la operación salga adelante porque los propietarios actuales les han ofrecido compensaciones económicas si se cierra el acuerdo. Por eso no tienen ninguna objeción que la empresa se venda a un competidor extranjero. Además, argumentan que si la adquisición se concreta, la empresa resultante beneficiará la economía de los EE.UU. y permitirá a norteamericanos y japoneses competir mejor con China en el mercado mundial del acero.

Los políticos de Ohio y Pensilvania, presionados por los trabajadores y los sindicatos, se han puesto a su lado y piden al presidente Biden que bloquee el acuerdo para preservar los puestos de trabajo en los estados respectivos. Finalmente, el presidente de los EE.UU., que recibe presiones de todo el mundo, no sabe si bloquear el acuerdo alegando como motivo cuestiones de seguridad nacional o no hacerlo por miedo de desencadenar litigios con la empresa compradora y una batalla comercial con Japón, que es un gran aliado de los EE.UU.

Biden ha dejado la decisión para después de las elecciones. Y es que se juegan en buena parte en el estado bisagra de Pensilvania, sede de U.S. Steel

Hace unos días, la administración Biden anunció que la decisión final sobre si bloquear o no la compra se posponía hasta después de las elecciones, mostrando la influencia de los negocios sobre la política. Y es que las elecciones americanas se juegan en buena parte en el estado bisagra de Pensilvania, sede de la empresa. Ahora, U.S. Steel y Nippon Steel tendrán tres meses para convencer al gobierno federal de que la operación no es una amenaza para la seguridad nacional, el argumento de los políticos, tanto demócratas como republicanos. Antes en liquidación que japonesa. ¿Os suena?

El otro tema que pone de acuerdo a demócratas y republicanos es la protección de la manufactura en los EE.UU. Solo hay diferencias en la estrategia. Los demócratas apuestan por políticas industriales activas y créditos fiscales y los republicanos por aranceles. Mientras que Biden no ha rebajado los aranceles de Trump y los ha elevado para algunos productos, Trump propone un arancel del 10% para todas las importaciones y un arancel del 60% para los productos chinos. La consecuencia de todo es que se puede volver a disparar la inflación porque los importadores trasladarán los aranceles a los precios o simplemente se reducirá la oferta de productos de importación baratos. Los norteamericanos salvarán la industria pero serán más pobres.

Es curioso como demócratas y republicanos están abandonando los postulados del liberalismo y abrazando los del proteccionismo. Parafraseando a Josep Plan, lo más parecido a un proteccionista de derechas es un proteccionista de izquierdas.