Vamos tarde con la ampliación del Aeropuerto de Barcelona-El Prat. Muy tarde. Hemos perdido un lustro en el que ha sobrado disputa política y han faltado propuestas formales. Estas han venido más de las patronales —como Foment del Treball, que presentó once— que de los partidos e instituciones. De hecho, el Govern de ERC acabó poniendo su opción sobre la mesa dos años después de que Aena lanzara su plan estratégico renunciando a la ampliación —por lo tanto, iba muy tarde— y con las elecciones convocadas, es decir, que era más una propuesta de partido que de Govern. Aena sí que había planteado un proyecto claro desde el inicio, pero no lo consensuó y entre los partidarios del traspaso de la gestión aeroportuaria, los de no ampliar y los del "sí, pero no", saltó por los aires.

El Prat va camino del colapso. Este año se puede llegar a los 55 millones de pasajeros, el límite teórico del aeropuerto, que ya ha tenido que desviar vuelos de una terminal a la otra por falta de capacidad. Y la ampliación, si se hace, no será una realidad antes de 2032, es decir, dentro de casi ocho años, como explicaba este miércoles Josep Maria Casas en ON ECONOMIA. Cómo llegaremos a 2023 es una incógnita.

Los expertos lo han advertido: el debate, y las discrepancias, han girado en torno a la pista cuando lo que más necesita El Prat es una nueva terminal, que también estaba en el proyecto de Aena, pero no se hablaba de ello porque lo que generaba ruido era la ampliación de la pista por la afectación al delta del Llobregat, la reserva de La Ricarda y su ecosistema. En el umbral de la máxima capacidad, lo que más urge es la terminal satélite, o como la quieran llamar. Ampliar la pista querrá decir traer más pasajeros, pero si no tienen terminales donde desembarcar, no podrán venir.

Lo importante es que puedan llegar más aviones de gran capacidad que unan Barcelona con las grandes plazas de negocios actuales

Ahora bien, también hace falta ampliar la pista, o hacer una nueva. No entraré en cuál es la mejor propuesta; los expertos de Aena, los de Foment y de otras instituciones lo han hecho y han lanzado propuestas, todas con modificaciones en las pistas. Por lo tanto, hay opciones. Lo importante, en este campo, es que puedan llegar más aviones de gran capacidad que incrementen el número de rutas intercontinentales, que son las que tienen que unir Barcelona con las grandes plazas de negocios actuales, como China, los Emiratos Árabes y los Estados Unidos. Este tipo de aviones necesitan más metros de pista para aterrizar y elevarse. Actualmente, pueden hacerlo, pero como El Prat tiene pistas cruzadas, su llegada está limitada; con la ampliación, dejarían de pasar por la pista cruzada y podrían venir más.

Que ampliar el aeropuerto solo servirá para traer más turismo, como defendía la exalcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y los Comunes, es una falacia, pues estos vuelos, y sus precios, no están enfocados a un target turístico, y los turistas que los cojan, serán del tipo que se supone que nos interesa, con alto poder adquisitivo. Mientras limitamos estos vuelos de largo radio, los turistas siguen viniendo en masa, y cada vez más, de países más cercanos con las principales aerolíneas del Prat, como Vueling, Ryanair, Easyjet y otras low cost.

Nueva terminal, ampliación de la pista y también mejora de los servicios. En este aspecto, Aena ya está trabajando y proyecta nuevas salas VIP para el Prat, como adelantó Cristina Hidalgo también en estas páginas. Quien utiliza estas salas son, sobre todo, las personas que vienen por negocios, por lo tanto, es un punto a favor.

Están llegando empresas, como Chery y Lotte, pero tienen que llegar más, si no queremos depender demasiado del turismo y apostar por el valor añadido

Las patronales han defendido desde el principio la ampliación porque son conscientes de la importancia del crecimiento del aeropuerto para el crecimiento de la economía catalana. Cuando una multinacional tiene que decidir si se instala en una ciudad o en otra, tener un vuelo directo con su sede central es uno de los activos que pondera. También la calidad de sus infraestructuras, ya sea del propio aeropuerto y las terminales, como de sus conexiones, como del resto de sistemas de transporte. Están llegando empresas, como Chery y Lotte, pero tienen que llegar más, si no queremos depender demasiado, precisamente, del turismo, y sí de sectores de más valor añadido como la industria y la nueva economía.

Vamos tarde y no podemos aplazarlo más. Sería deseable que todos los partidos favorables a la ampliación pusieran todos sus esfuerzos para encontrar un acuerdo. Por primera vez tenemos un Govern decidido, mientras Aena —que tiene un presidente proveniente del PSC— sigue siendo favorable y se supone que con Illa en la Generalitat, será fácil que se entiendan. Óscar Puente está demostrando no ser el ministro de Transportes más sensible con las preocupaciones de Catalunya —ha dado más explicaciones sobre problemas puntuales de Renfe en Madrid que sobre el mal funcionamiento crónico de Rodalies en Catalunya—, pero siendo también socialista, hay que esperar que no ponga trabas. Por lo tanto, no hay excusas para no poner en marcha, de una vez por todas, la necesaria ampliación de El Prat.