Antes de nuestra adhesión a las Comunidades Europeas (1986), España producía entre 25 y 30 millones de hectolitros de vino. El riego de la vid estaba prohibido como norma general y el precio de la uva para vinificación era menos de la mitad del precio que cobraban los viticultores europeos. Hoy, en condiciones normales, nuestra producción ronda los 40 millones de hectolitros.

El sector del vino en España acabó el año en un ambiente de gran confusión.

Se habla, por un lado, de excedentes de vino, en particular tintos, no solo en Castilla-La Mancha sino también en regiones como La Rioja o La Ribera Sacra. Hay protestas por los bajos precios de la uva, hablándose de “catástrofe” en Castilla-La-Mancha, de “ofertas ruinosas de precios” en La Rioja o de ausencia de garantía de compra de la uva por las bodegas en la Ribera Sacra. Al mismo tiempo, la sequía impacta en Catalunya hablándose de la posibilidad de la pérdida de una tercera parte del viñedo en el Penedés o de sequía “extrema” en Alicante.

Se plantean destilaciones de crisis, unos 4 millones de hectólitros, en Castilla-La-Mancha; se solicita un programa de arranque de viñedo, que en Burdeos ya es realidad.

Al mismo tiempo…

Como nos recuerda el Tribunal de Cuentas Europeo, el presupuesto total europeo anual para los Planes Nacionales de Apoyo (PNA) al sector (principalmente en Italia, Francia y España) se situó en torno a los 11.000 millones de euros: 5.500 millones de euros para el período 2014-2018 y 5.300 millones de euros para el período 2019-2023. Los PNA pueden financiar ocho medidas de apoyo, pero la mayoría de la financiación de la UE se dedicó a tres medidas en el período 2014-2018: reestructuración y conversión (50%), inversiones (22%) y promoción (18%).

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¿Alguien duda que las inversiones y la reconversión del viñedo redundan en una intensificación y un aumento de las producciones por hectárea? Basta con mirar nuestro paisaje y ver que las vides, que antes estaban pegadas al suelo, están ahora en espalderas, para aumentar la fotosíntesis (es decir, la producción) ahora que se puede regar.

Al mismo tiempo …

Según la Organización Internacional del Vino, el consumo mundial de vino en 2023 se estimó en 221 millones de hectolitros, lo que supone un descenso del 2,6% respecto a las ya bajas cifras de 2022. El aumento de los costes de producción y distribución, inducido por la presión inflacionaria, condujo a una subida de los precios del vino para los consumidores, que ya afrontaban una disminución del poder adquisitivo.

A la disminución tendencial del consumo se debe sumar una legislación cada vez menos favorable al consumo de vino, tanto desde el punto de vista fiscal como, por ejemplo, de tolerancia a la hora de conducir.

Una necesaria reflexión…

Los hechos presentados en esta entradilla son ampliamente conocidos, pero no es fácil sacar de ellos las conclusiones pertinentes.

Así vamos a la catástrofe. Invertir dinero en aumentar la producción y, al mismo tiempo, eliminar excedentes y arrancar viñedos, no tiene sentido.

Es más que necesaria una reflexión de todo el sector, español y europeo, imaginando donde queríamos que el sector se encuentre dentro de 10 o 15 años y como llegar hasta allí.

Invertir dinero en aumentar la producción y, al mismo tiempo, eliminar excedentes y arrancar viñedos, no tiene sentido

La alternativa es dejar que se malgaste dinero público a raudales mientras juegue el mercado, en detrimento de las explotaciones familiares.

Lo primero es, como contribuyente, totalmente inaceptable. Lo segundo, desde el punto de vista de alguien que ha trabajado toda su vida por una agricultura sostenible, con dimensión humana, por un mundo rural vivo, lo es también.