¿Qué nos está pasando a los científicos y científicas? ¿Hemos perdido nuestra vocación? ¿O nos hemos dado cuenta de que hasta ahora hemos sido adictos al trabajo?

La investigación científica, como tantas otras profesiones en el campo de la salud, se han considerado tradicionalmente vocacionales, campos en los cuales el compromiso es tan grande que lleva a dedicar toda la vida, hecho que ha llevado implícito trabajar muchas más horas de las establecidas en contratos laborales. Pero en el entorno cambiante en que estamos viviendo, eso parece que se está perdiendo: el trabajo deja de ser una vocación para convertirse en un instrumento.

Las nuevas generaciones nos están enseñando cada vez más que, en paralelo a las responsabilidades laborales, hay toda una vida complementaria que puede ser compatible con el trabajo bien hecho. Cada vez es más frecuente encontrar jóvenes que lo primero que preguntan en una entrevista laboral es el horario y el sueldo. Completamente lícito, pero con una visión romántica de la ciencia, muy triste. ¿Por qué el 54% de los jóvenes reconoce que habría escogido otra formación si tuviera el futuro asegurado económicamente y solo un 26% escoge sus estudios apelando como razón prioritaria la vocación? ¿Por qué en los últimos años ha habido un descenso del 28% de interés en estudios científicos? ¿Hemos perdido la vocación?

Para muchos de nosotros, despertarnos un sábado por la mañana con la cabeza bien fresca de ideas y poder plasmarlas redactando una solicitud de un proyecto o escribiendo un artículo con los resultados más espectaculares es muy gratificante y compensa. Pero el sábado está fuera de nuestra jornada laboral y, seguramente, si contabilizáramos las horas trabajadas, nos salen muchísimas más de las contractuales. Entonces, nos tenemos que plantear: ¿eso quiere decir que somos adictos al trabajo? ¿Pero si trabajar genera placer, por qué no se considera como tiempo de calidad y se asume como un hecho negativo dedicarle el tiempo libre?

Estamos llegando a un punto de inflexión muy negativo para la ciencia: la pérdida de talento a causa de una desmotivación por un exceso de carga laboral

En este punto, es donde el sistema, como cualquiera, se puede pervertir. Si bien es cierto, en mi opinión, que decidir por voluntad propia dedicar horas de ocio al trabajo no tendría que estar moralmente penalizado; cuando eso se convierte en una obligación por una carga laboral exagerada, entonces no está justificado. La vocación no se tiene que convertir en una herramienta al servicio de los otros, sino un factor de autocomplacencia y para generar bienestar personal. Además, esta perversión del sistema está provocando un efecto de desmotivación en la comunidad científica. ¿Por qué justamente a los trabajadores y trabajadoras más motivados se les exige más que a los que hacen lo justo y necesario? ¿No se les está en realidad penalizando por hacer el trabajo bien hecho? Y eso está pasando factura entre las nuevas generaciones. ¡Viendo el ejemplo de sus predecesores, los cuales, a pesar de disfrutar infinitamente de poder trabajar en su vocación, se sienten esclavizados y, consecuentemente, no paran de quejarse de las jornadas laborales infinitas, el aumento constante de asignaciones laborales, las excesivas cargas de trabajo y la imposibilidad de conciliar la vida laboral y familiar (e incluso diría social!), no quieren seguir por este camino. Y estamos llegando a un punto de inflexión muy negativo para la ciencia: la pérdida de talento a causa de una desmotivación tan grande que hace que desaparezcan las vocaciones científicas y la generación Z busque la realización personal en otras facetas.

¿Y cómo podemos revertir este problema moral? ¿Cómo podemos apaciguar esta crisis de vocaciones científicas entre los más jóvenes? Parece claro que es un hecho necesario, aunque, llegados a este punto, el planteamiento tendría que ser la inicial: ¿vocación o adicción? Si bien es cierto que personalmente creo que para mí el trabajo es totalmente vocacional, estoy convencida de que esta no tiene que ser el centro de mi vida y que querer trabajar más horas por decisión propia nunca tiene que comportar, necesariamente, renunciar a aficiones fuera del ámbito laboral.