Hace unos días conocimos la noticia de que Volkswagen se plantea cerrar dos fábricas en Alemania. Quizá lo más sorprendente es que no ha sorprendido a nadie, ya que muchos hemos observado cómo el mercado automovilístico ha ido contrayéndose: la demanda ha caído en 500.000 vehículos porque los jóvenes ya no compran coches, y las marcas chinas, desconocidas e inexistentes hace unos años, han comenzado a ganar terreno. No solo fabrican coches más baratos, sino que los hacen mejores.

Este fenómeno es un claro ejemplo de disrupción desde la parte alta del mercado, similar a lo que estamos viendo con la inteligencia artificial generativa. Los componentes esenciales del mercado están cambiando: el motor de combustión es sustituido por el eléctrico, la gasolina por las baterías y la mecánica por el software. Con estos cambios, todo aquello que hacía competitiva a una empresa –conocimiento, ingeniería, la estructura misma de las fábricas– se desvanece.

Nada de esto es nuevo. Lo hemos visto antes con la música, los libros, las cámaras fotográficas, y hace tiempo que lo estamos presenciando en el sector del automóvil.

Lo que estamos viendo en el automóvil no es nuevo, lo hemos visto antes con la música, los libros y las cámaras fotográficas

Esta transformación, aunque ha sido liderada por Tesla desde la parte alta del mercado, ha tardado bastante en consolidarse. Esto se debe a que, aunque el software es importante, la automoción sigue siendo en gran medida un sector físico, y los procesos de ingeniería a gran escala necesitan tiempo para desarrollarse.

Sin embargo, aunque conocido, no deja de sorprender cómo las grandes empresas, que tienen dinero, experiencia y capacidad para ser líderes de mercado, acaban sucumbiendo ante nuevas empresas que comienzan desde cero. Este hecho es aún más chocante cuando la disrupción es lenta y todos la ven venir, sin sorprender a nadie.

Todos intuimos que lo peor está por llegar. Pocos dudan ya de que los coches del futuro (y del presente) serán autónomos, y que tendremos muchos menos porque el mundo estará lleno de robotaxis, tanto públicos como privados. Esto convertirá al automóvil en un bien más de lujo que de necesidad.

Los coches del futuro serán autónomos y tendremos muchos menos porque el mundo estará lleno de robotaxis, tanto públicos como privados

En China, más de 50 empresas están trabajando en la conducción autónoma. No solo Tesla está en esta carrera. Algunas, como Baidu, ya operan servicios de robotaxis con flotas considerables, sin conductores de seguridad, a precios que son la mitad de los taxis tradicionales. Aunque ahora mismo pierden dinero, no será así por mucho tiempo.

Entonces, ¿qué pasa con la industria automovilística europea, que no tiene tecnología en baterías, software o conducción autónoma? El futuro parece claro: será muy difícil revertir la situación actual.

¿Por qué sucede eso?

Hay dos tipos de disrupciones. La primera afecta a la importancia de los componentes de un producto, pero no altera su estructura ni las competencias básicas. Por ejemplo, descubrir un nuevo tipo de motor o transmisión. En estas disrupciones, las grandes empresas suelen adaptarse rápidamente y mantenerse competitivas.

La otra disrupción es mucho más profunda: cambia la estructura del producto. Los elementos esenciales del pasado, como los motores de combustión, dejan de ser relevantes, mientras que nuevos componentes, como las baterías, se vuelven claves. De hecho, las baterías representan aproximadamente el 40% del costo de un vehículo eléctrico.

En este tipo de disrupción, las grandes empresas suelen fracasar porque necesitan reinventarse completamente. En este contexto, ser como son, con toda su estructura y tradición, más que una ventaja, se convierte en un obstáculo.

Cuando la disrupción es profunda y cambia la estructura del producto, las grandes empresas suelen fracasar porque necesitan reinventarse completamente

Cada disrupción supone un punto de inflexión, una ventana de oportunidad que las nuevas empresas aprovechan para ganar mercado y cambiar las reglas del juego. En esta ocasión, hemos visto cómo empresas chinas, Tesla y otras, han aprovechado esta oportunidad para convertirse en los nuevos líderes del sector.

El gran error ante una disrupción es pensar que se puede controlar. No darse cuenta de que no estás solo y que tu única opción es competir mejor, no controlar el cambio.

Como en el caso del automóvil, el futuro de la IA también depende de la capacidad de ingeniería más que de los postulados teóricos

Estamos al inicio de una disrupción aún más profunda que la del automóvil: la I.A. generativa. Al igual que en la automoción, este proceso también es lento, y pasará tiempo hasta que se generalice. Sin embargo, implica un cambio radical en sus componentes básicos. Aquello que era esencial en la I.A. tradicional, ya no lo es, mientras que elementos que antes no existían se vuelven centrales. Al igual que en el caso del automóvil, el futuro de la I.A. también depende de la capacidad de ingeniería más que de los postulados teóricos, lo que permite que pequeñas startups obtengan resultados excepcionales. Y, como en la automoción, hay elementos críticos de los que depende todo el sistema. No son baterías, pero sí centros de cloud para I.A.

¿Nos pasará lo mismo que nos está pasando con el automóvil?