El investigador Daniel Rueda García enseña en su laboratorio una fina lámina plateada barnizada de negro y una densa pasta semilíquida en un pequeño bote. Aunque no lo parezca, son dos tipos de baterías y la segunda, creada por su equipo de investigación del Institut Català de Nanociència i Nanotecnologia para la start-up Napptilus Battery Labs, puede aportar un gran valor a la industria eléctrica: es más barata y más rápida de cargar, entre unos segundos y dos minutos, y además más sostenible porque es más fácil de reciclar y no depende del litio u otros materiales críticos que apenas existen en Europa y se duda de que haya en el mundo los suficientes para completar la transición ecológica que debe reducir las emisiones. El coche eléctrico o el almacenamiento de renovables son dos posibles usos.
Napptilus Battery Labs, filial de investigación científica de la incubadora Napptilus Tech Lab, que factura 80 millones al año y tiene a 120 personas en plantilla, ha invertido dos millones de euros para investigar en esta batería que puede tener un gran valor de mercado. El CEO de la filial de baterías, Jordi Aibar, reconoce contactos recientes con la fábrica alemana de Hyundai para vender los royalties y elevar este descubrimiento científico a escala industrial. Pero hace también una llamada a las empresas que pretenden fabricar baterías en Catalunya. "Desde nuestro punto de vista, que alguien compre nuestra tecnología no es un problema, porque fabricar a escala estas baterías requiere una gran inversión. Si vienen empresas como LG, Lotte o Basf, que han recibido fondos Next Generation para fabricar en Catalunya, calcularíamos el valor del royalty por vatio y hora y podrían producir esta batería", aporta.
El CEO de la matriz Napptilus Tech Lab, Rafa Terradas, reconoce que el impulso que esta batería puede dar a la empresa es "salvaje" y destaca la capacidad de "competir en ingeniería con Estados Unidos" en España y Catalunya, eso sí limitado por "la menor inversión económica" que se lleva a cabo desde España. Terradas, que reconoce que el invento está "en el momento crucial de encontrar un partner", pide más impulso a las administraciones públicas para potenciar la investigación local en sostenibilidad.
Entre los principales usos que podría tener esta innovadora batería están sobre todo el coche eléctrico y la energía estacionaria en plantas de energía renovable para almacenar excedentes, aunque tambíén podría usarse para absorber picos de energía de centros de datos. Tanto Rueda García como Aibar reconocen en cambio la contraprestación de esta batería, que al tener menos densidad energética que la tradicional de litio no sería válida para aparatos pequeños como un portátil o un móvil y, además, tiene menos autonomía y tarda menos en agotarse que las baterías tradicionales.
"La batería es mucho más potente, pero es verdad que habría que cargarla más veces que una de litio. De todos modos, nadie conduce 500 kilómetros del tirón, por lo que parar cinco minutos cada 100 kilómetros para cargar el automóvil no debería de ser un problema", explica Rueda García, CTO de Napptilus Batterie Lab, aunque defiende que su uso puede ser incluso más apropiado para movilidad urbana.
Más allá de la utilidad evidente que puede tener una batería que se carga en cuestión de segundos, el precio y la sostenibilidad son dos bazas para esta innovación. Para lograrlo, los investigadores partieron de la idea de crear una batería híbrida que sume "lo mejor" de los supercondensadores, que consiguen la energía de manera electroestática, y de las baterías, que lo logran a partir de un proceso químico. Muestra sobre la mesa las diferencias con las clásicas baterías de litio. "Una batería normal se hace con láminas muy finas, muy difíciles de fabricar. Nosotros hacemos una pasta y la inyectamos dentro de la caja, lo cual nos permite reducir costes y un reciclaje más simple, porque para reciclar una batería normal hay que destruir la celda, que es muy costoso. Teníamos claro que queríamos desarrollar algo diferente", explica Rueda García.
El material principal de la nueva batería de Napptilus son los nanocarbonos, que se pueden conseguir a partir de residuos y biomasa, aunque añaden también otros materiales que mantienen en secreto por preservar su investigación científica. "Una de las líneas rojas era no utilizar ni litio, que no es escaso pero hay mucha demanda, ni otros materiales como níquel, cobalto, manganeso que usan las baterías de alto rendimiento No vamos a utilizar ni materias críticas ni tierras raras, con tal de conseguir una batería más sostenible. En Europa existe un reto con estos materiales raros porque no hay y nos hacen dependientes, pero es que además ya hay mucha gente que duda de que en todo el mundo haya suficientes tierras raras como necesita la transición energética", desarrolla Rueda García.
La incubadora Napptilus Tech Lab, especializada en softwares e Inteligencia Artificial, dedica parte de sus beneficios a investigación en sostenibilidad y de ahí nació la inversión en Napptilus Battery Labs. "Tanto yo como el CEO Rafa Terrades éramos aficionados a las motos y queríamos invertir en crear una moto eléctrica. Hicimos consultas en el Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología (ICN2) y encontramos esta investigación en baterías de nanocarbonos que nos pareció muy interesante", explica Aibar.
Como contrapartida, además del menor tiempo de autonomía, Aibar apunta a que "la cadena de valor del litio ya está más trabajada y desarrollada", pero a cambio esta batería pretende alcanzar un precio que podría ser incluso tres veces menor al de una batería de litio. "Si en un MG, por ejemplo, una batería supone entre el 40 o el 50% del coste del coche eléctrico, unos 5.000 euros, nuestra batería se podría fabricar con una tercera parte de esta cantidad", o sea unos 1.800 euros. Más barata, más rápida y más sostenible, la batería de Napptilus parece tener todos los ingredientes para competir en el mercado de la electrificación.