Aunque España es uno de los países mejor posicionados en energía renovable y, por tanto, con mayor potencial para reducir costes energéticos, todavía no aprovecha esa ventaja para atraer nueva industria y reducir su dependencia energética. Lo detalla un informe publicado recientemente por McKinsey, que muestra cómo España y Portugal son líderes en 8 de 11 aspectos esenciales para la competitividad energética y cómo, sin embargo, el peso de la industria en el país no ha aumentado.

España, que ofrece un coste energético un 20% inferior a la media europea, podría crear 1,5 millones de puestos de trabajo de industria verde y aumentar en un 10 o un 20% la contribución de este sector al PIB, lo cual supondría un 3 o un 4% de ingresos adicionales.

Con una cuota de energías renovables dentro del mix eléctrico que supera ya el 50% de la luz generada, España es uno de los países con mayor infraestructura fotovoltaica y eólica del mundo en proporción a lo que genera, de la mano de Alemania, y, por tanto, con mayor capacidad para ofrecer precios baratos de energía que son uno de los atractivos para la nueva industria. Sin embargo, la electrificación pendiente de sectores como la automoción o la industria impiden que reduzca su dependencia energética, basada sobre todo en el hecho de que no produce renovables. 

En el año 2023, pese a la caída de un 1% de consumo de petróleo en España, este siguió siendo la principal fuente energética consumida en España, con un 45% del total, por encima del 21% de renovables, el 19% de gas natural y el 9% de energía nuclear. Esto hace que la dependencia energética de España, que importa la mayor parte del gas natural y prácticamente todo el petróleo, siga siendo del 66,8%. O sea, que sigue importando más energía de la que genera pese al auge de las renovables. Mientras la industria sigue buscando su camino hacia la descarbonización entre los biogases y el hidrógeno verde, aun por escalar, y el coche eléctrico no avanza al ritmo deseado, los combustibles fósiles siguen teniendo un peso relevante. 

Pero en todo lo que se puede electrificar, España ofrece unos costes y una autonomía atractivos para que la industria crezca. Tanto la industria vinculada a la transición energética (construcción de turbinas eólicas, de baterías o de piezas de coches eléctricos) como la industria descarbonizada de sectores tradicionales como el acero tienen margen para crecer en España y, por ahora, no lo están haciendo. 

Puntos fuertes y carencias 

El estudio de McKinsey repasa la competitividad de Portugal y España en diversos aspectos y como pack de países ibéricos. Y concluye que lideran, en relación al resto, el coste de energía solar, el de hidrógeno verde, la capacidad de extracción de litio, el suministro de CO2 biogénico, la cantidad de vehículos producidos, la capacidad de refino, el tráfico portuario de contenedores y la capacidad de terminales de Gas Natural Licuado. Están además en buen camino en cuota de renovables, producción de acero y coste de energía eólica terrestre y su único asunto pendiente en lo que respecta a competitividad energética es la capacidad de exportación por ductos. 

"Acelerar la transición energética exigiría acciones concertadas entre distintos sectores, así como una importante movilización de capital, pero si España y Portugal pueden conseguirlo resolviendo bloqueos específicos, podrían desempeñar un papel líder en la transición energética y ayudar a posibilitar los objetivos de cero neto de Europa, fomentando el crecimiento industrial verde", alerta el estudio.

Para acelerar la transición verde de forma que se sustituyan a mayor ritmo los combustibles fósiles, España necesita 25.000 millones de inversiones hasta el año 2050, lo cual supone 85.000 millones al año, el 6% de su P.I.B. 

Pese al estancamiento de la industria en España (anclada en el 20% de P.I.B industrial sobre el total desde hace años), el estudio considera que, como segundo mayor productor de coches de Europa, tiene una base industrial sólida, así como unas buenas infraestructuras y stock de materiales. Le falta mejorar la competitividad de precios de productos como el hidrógeno verde y los biogases, todavía más caros que sus alternativas fósiles, agilizar las licencias y permisos, aliviar la carga burocrática, impulsar la inversión, resolver la "incertidumbre regulatoria" y fomentar una mayor "convicción social" con tal de compensar la oposición a las renovables y concienciar de su importancia. 

Con todo ello, tanto España como Portugal podrían escalar las industrias verdes, convertirse en los mayores productores de vehículos eléctricos de Europa y construir toda la cadena de valor de la industria de las baterías de Europa, según el estudio. 

El fin del petróleo ayudaría a España

Justo el pasado miércoles, la Agencia Internacional de la Energía apuntaba en su Perspectiva Energética Mundial 2024 hacia un futuro e inminente excedente de petróleo, gracias a su sustitución por renovables, que abrirá el camino al fin del refino y a la "era de la electricidad". Antes de 2030, se debería lograr que la mitad de la electricidad mundial se cubra con renovables. Las emisiones deberían caer a un ritmo anual del 1% entre 2030 y 2050, si bien con mayor compromiso se podría alcanzar una reducción anual del 15%.

Esta perspectiva aún puede favorecer más la proyección española, si bien tanto China como Estados Unidos tienen por ahora la delantera desde el punto de vista industrial por sus cuantiosos programas de estímulos a renovables y electrificación y su mayor acceso a recursos naturales, pues en ambos países hay reservas de litio y, en el caso de China, cuenta con toda la cadena de valor de la producción de baterías.

El dominio chino de hecho no es un riesgo solo para España, sino para toda la industria europea, tal y como alertan todas las voces expertas, incluido el reciente informe Letta, y también un informe reciente de Strategic Perspectives. En él, se precisaba que la Unión Europea sigue siendo el segundo destino más atractivo para inversores de industria cero emisiones, pero que esto puede estar en riesgo si se aplican presupuestos restrictivos. En 2023, la UE atrajo 334.000 millones de dólares de inversión en net-zero, 76.000 más que el año anterior. 

China, por su parte, acapara el 39% de estas inversiones (654.000 millones en 2023) y controla el 60% de la cadena de valor de la energía eólica con planes para multiplicar su producción de baterías. 

"Con precios de la energía significativamente más altos que en EE. UU. y China, impulsados ​​por la alta dependencia de las importaciones de combustibles fósiles, la brecha de competitividad europea con estas regiones se está ampliando. Una gran cantidad de electricidad sin emisiones debería ser un pilar de un pacto industrial limpio para garantizar la competitividad y la resiliencia económica de la UE", reflexionó Aymeric Kouam, analista de energía de Strategic Perspectives.