Un camello es, según la RAE, un mamífero artiodáctilo rumiante, oriundo del Asia Central, corpulento y más alto que el caballo, con cuello largo, la cabeza proporcionalmente pequeña y dos jorobas en el dorso, formadas por acumulación de tejido adiposo. Además, agrega que es un animal de mucho trabajo, y para cargarle se pone de rodillas, bebe muy poco, y anda mucho, y los hay de varias especies. Aun así, un camello también puede ser una persona que vende drogas al por menor, una pieza antigua de artillería e incluso un tipo de compañía. Desde hace más de una década, la nueva economía se ha visto obligada a catalogar los negocios emergentes con nombres de animales. Así, en el mundo de las start-ups existen los unicornios, los centauros, los ponis y también los camellos.
En el argot de las nuevas economías, el camello es una pyme y se definirían por ser negocios capaces de pasar largos plazos de tiempo sin una inversión porque su producto ya es rentable por sí solo. Al igual que un camello, una pyme puede estar días y días sin beber agua en el desierto. Este concepto se suele poner de moda en periodos financieros, pues la expresión describe a aquellos emprendedores y empresarios que desde el inicio de sus negocios priorizan el crecimiento equilibrado y la rentabilidad, y no tanto el alto crecimiento y la elevada inyección de capital como en los unicornios, que son aquellas compañías financiadas con capital privado que han alcanzado una valoración de 1.000 millones de dólares.
En un periodo como el actual, con un paulatino descenso de los tipos de interés y unas cifras macroeconómicas mejores, aunque con los conflictos geopolíticos todavía a la orden del día y tras dos años de baja inversión en el sector emprendedor, las empresas camello surgen por ser sostenibles, resistentes y adaptables, sobre todo en condiciones adversas.
"Para mí la empresa ideal es el dragón"
Para Helena Torras, inversora y responsable de The Hans(wo)men Group, entre camello y unicornio, explica que actualmente el ecosistema emprendedor se encuentra en un intermedio. "Un unicornio es bueno para los retornos, pues suelen ser elevados", aunque confiesa que la búsqueda es "complicada" por las cláusulas y el capital. Por contra, afirma que una compañía, si quiere crecer rápido, no puede ser camello, puesto que va lento, va creciendo, pero con incrementos anuales bajos. "Para un inversor no es interesante una empresa camello, ya que busca retornos rápidos y una pyme no te lo da". En este sentido, añade que para ella lo ideal es un híbrido entre camello y un unicornio: el dragón. "Una empresa dragón es aquella con pocas rondas pero con retornos positivos. Para mí, a nivel inversor es el animal perfecto. Lo que busco son start-ups con pocas rondas y que después tengan un buen retorno", asegura.
Xavier Riba, profesor de finanzas en EADA, inversor y miembro del consejo de algunas start-ups, apunta que un inversor busca retornos "muy elevados y con buenos múltiplos" y que una empresa camello no los da. Aun así, sostiene que cuando el mercado está "seco", "una empresa camello es positiva, pues es capaz de seguir creciendo y poder hacer la travesía del desierto". En este respecto, reconoce que "España y Europa no son Silicon Valley, por lo que los inversores buscan rentabilidad y estrategias de crecimiento, pero que en épocas de recesión una compañía de estas características es positiva porque es capaz de subsistir".
"La empresa camello es una alternativa al financiamiento. A los inversores no les interesa, pero sí que les encaja que un potencial unicornio en un momento de sequía financiera se pueda convertir en camello", sujeta, para añadir que "es un negocio interesante porque es capaz de adaptarse a cualquier situación".
La facturación y la rentabilidad, en el punto de mira de los inversores
Finalmente, el emprendedor e inversor Carlos Blanco recuerda que una start-up camello es una pyme. "No es una start-up, ni una empresa tecnológica, ni innovadora, ni con alto crecimiento. El problema es que muchas personas se confunden, pero una empresa camello es una pyme. Que puede ser innovadora o tecnológica, pero es una pyme", resalta. En esta línea, agrega que los inversores no invierten en empresas camello porque el retorno es bajo. "Es muy positivo que haya emprendimiento, es muy bueno que en el país haya autónomos y empresas porque contribuyen a la sociedad. Todo esto es muy positivo, pero para un inversor no es atractivo este tipo de negocio. La gente a veces busca inversores para empresas de servicios o consultoría y se equivoca. Son empresas, pero no son start-ups", argumenta.
Así, confirma que para él son más relevantes las empresas centauro y los ponis. En el primer caso, son firmas emergentes valoradas en entre 100 millones y 1.000 millones de dólares, mientras que los ponis serían aquellas compañías con una valoración por encima de los 10 millones de dólares y por debajo de los 100 millones. "El unicornio no es lo más importante para un inversor. Hay fondos muy rentables haciendo ponis y algún centauro. Es mejor tener este tipo de inversiones", comenta, para agregar que "los inversores nos hemos visto obligados a priorizar la facturación, la caja y la rentabilidad más que el crecimiento. Y eso es muy válido porque, para que una firma sea buena, tiene que ser rentable". "Somos un país de pymes, y es bueno, pero las camello no son compañías atractivas para los inversores profesionales".