Armand Puig i Tàrrech (la Selva del Camp, 1953) es presbítero, doctor en Ciencias Bíblicas y presidente de la Agencia de la Santa Sede para la Evaluación y Promoción de la Calidad en las Universidades y Facultades Eclesiásticas. Además de todo eso, también es escritor, autor de libros como Jesús. Un perfil biogràfic (2004) y La Sagrada Família segons Gaudí (2010), una faceta profesional que ahora reanuda con la biografía Antoni Gaudí, vida y obra (Arpa Editores, 2024, también en catalán en Pòrtic), un libro en que el autor hace un recorrido de la trayectoria vital y artística del arquitecto centrada en un hecho que para Puig es determinante, la fe: "El eje vertebrador de su acción, de su actividad, de su obra, era la fe cristiana", afirma sobre Gaudí.

Bajo esta premisa, Puig demuestra la relación entre fe y obra a partir del simbolismo de Gaudí, evidente en sus edificios religiosos, pero también en sus edificios de carácter civil. "La Pedrera es una Sagrada Familia en versión pisos", afirma convencido, y lo demuestra a través del libro, dónde recuerda que la Casa Milà del paseo de Gràcia debía ir coronada con un grupo escultórico de cuatro metros de altura de la Virgen con el Niño Jesús -que finalmente no se hizo-, o que la Casa Batlló, encabezada por una cruz de cuatro brazos, simboliza el triunfo de la fe y el bien sobre el mal. Todo ello lo lleva a afirmar, con seguridad, que "la Pedrera es un gran altar a la Virgen y la Casa Batlló es un himno a Jesucristo".

Primero de todo, señor Puig, ¿qué le impulsa a escribir una biografía de Antoni Gaudí?
Gaudí para mí es un personaje familiar, porque un servidor nació en la Selva del Camp, que es un pueblo que hay a siete kilómetros de Reus, y Gaudí nació en Reus. Desde siempre he tenido una afinidad de ámbito con el personaje. Sin embargo, de hecho, un servidor es biblista y no me había interesado nunca por el tema Gaudí hasta que en 2010, a raíz de la consagración de la basílica por el papa Benedicto XVI, entré a la Sagrada Familia, empecé a interesarme por la Sagrada Familia sin que nadie me dijera nada. Al final, resultó que me empezó a enganchar. Y la Sagrada Familia engancha porque es un edificio tan singular, en tantos aspectos, que entonces desde la Sagrada Familia pasas a otras obras de Gaudí y pasas al mismo Gaudí. Esta biografía es el punto final de un recorrido de itinerario personal, que tiene todavía otro libro seguramente posterior, pero que representa una excursión interior de diálogo con una persona que yo he probado de entender desde su singularidad.

 

Una constante del libro es la fe religiosa de la obra de Gaudí. ¿Usted, en su condición de presbítero, es una vinculación que ha necesitado buscar?
Al margen de mi identidad como presbítero que soy, me parecía que en Gaudí el eje vertebrador de su acción, de su actividad y de su obra, era la fe cristiana. Eso es menos claro al principio de su vida y se va aclarando hasta llegar a un estallido final, que es cuando durante doce años él dedica a la Sagrada Familia todas sus energías, como los antiguos constructores de iglesias y catedrales. ¿De qué manera articula la fe la vida de Gaudí? Lo hace, sobre todo, a través de la liturgia. La liturgia no es plástica porque son personas que se mueven, pero tiene una dimensión estética evidente. Y Gaudí es muy sensible a esta dimensión estética de la liturgia. Es fascinante porque Gaudí no ha ido nunca a ninguna clase de teología, sin embargo, ¿donde aprende todo eso? En la liturgia realizada y en libros como el Caeremoniale Episcoporum, o L'Annee liturgique de Dom Gueranger. Aprende a hacer de arquitecto pero es autodidacta y seguidor de varias personas como el obispo Grau, el obispo Torres i Bages y el obispo Campins con respecto a la liturgia, que es la dimensión simbólica.

 

Una cosa que sorprende, y reconozco que lo he descubierto en este libro, es que incluso una obra civil como la Pedrera tenía que ir coronada con un conjunto escultórico que al final no se hizo. ¿Gaudí siempre tiene este detalle religioso en todas sus obras, aunque no lo parezca?
Exacto, no lo parece. Uno mira la Pedrera y queda fascinado porque aquello es una gran obra, pero es que aquello es un gran altar a la Virgen. Cuando uno mira la Casa Batlló, queda fascinado porque hay aquellos mosaicos, aquellos colores, aquellos azules, aquellos rojos, pero aquello es un himno a Jesucristo vencedor del mal, que es el dragón allí encima que no tiene ojo y que tiene un espinazo enorme. Por lo tanto, la obra civil es civil entre comillas y la obra religiosa integra elementos también profanos. Por ejemplo, en la Sagrada Familia, arriba de todo, hay doce cestos de fruta enormes, son los productos del Campo de Tarragona que él pone aquí y que, en definitiva significan los frutos, las buenas obras que los cristianos tenemos que dar. O sea, la fusión profano-sacro Gaudí es magnífica. No son dos mundos separados, son dos mundos intercalados.

Gaudí era bastante intratable porque tenía mal genio y él reconocía que al mal genio no lo había podido vencer"

A lo largo de la escritura de este libro y la investigación pertinente, ¿ha acabado haciéndose amigo de Antoni Gaudí? Se lo pregunto porque veo que otra constante de su trayectoria es la amistad con personas que le hacen de mecenas o le encargan obras. Hablamos de Eusebi Güell, hablamos del obispo Grau, el obispo Campins, y cuando estas personas mueren se rompe la relación con aquellas obras que se estaban haciendo. No sé si Gaudí era un poco intratable...
Gaudí era bastante intratable porque tenía mal genio y él reconocía que al mal genio no lo había podido vencer. Pero al mismo tiempo era muy personal. Gaudí hacía la obra cuando tenía en el otro lado una persona que le daba apoyo, que lo entendía, que le daba aquello que él necesitaba. Por eso cuando mueren estos personajes, Campins y Grau, entonces se siente indefenso. También porque los que rodeaban a estos personajes eran inferiores. Eran gente que no tenían la altura necesaria para entender lo que pasaba allí. Y, por ejemplo, los canónigos de Astorga no estuvieron en su lugar y los canónigos de Mallorca bastante tampoco. Gaudí era muy sensible y cuando se sentía rechazado, desaparecía del mapa. Que es lo que pasó en Astorga y en Mallorca, y en Reus con el Santuari de la Misericòrdia pasó una cosa parecida.

El presbítero Armand Puig, fotografiado en el Seminario Conciliar de Barcelona / Foto: Carlos Baglietto

Otra cuestión es el hecho de que buena parte de sus archivos se quemaron en el año 1936. ¿Como valoraríamos hoy en día a Gaudí si no se hubieran quemado estos archivos?
Tendríamos más certezas sobre cosas que intuimos que son así, por ejemplo, los papeles queman, las maquetas de yeso no quemaron, las desmenuzaron. Pero las pudimos reconstruir en los años cincuenta con un esfuerzo ímprobo y terrible que hay que agradecer a aquella buena gente que, en un contexto desgraciado en todos los sentidos, fueron capaces de guardar la memoria de aquello que tenía que ser y que será después la Sagrada Familia, su continuación. Los archivos queman, pero aquello que se pierde es lo que nosotros, con garantías, hemos podido intentar reconstruir. Evidentemente que tendríamos más elementos a mano. Por ejemplo con el tema campanas. Gaudí hace un estudio sobre las campanas de la Sagrada Familia. Este estudio se pierde, se quema. Hay una tesis doctoral sobre las campanas. ¿Cómo la han podido hacer? A base de ir buscando por aquí y por allí elementos, elementos, elementos, elementos, y reconstruir aquello que podía ser el estudio sobre las campanas. La pregunta típica, lo que hacen enla Sagrada Familia, ¿es Gaudí o no es Gaudí? La respuesta es: es Gaudí porque tenemos suficientes elementos para poder afirmar que es Gaudí, si bien tendríamos más si no se hubiera quemado el obrador. Gaudí dijo, mis sucesores continuarán la construcción y cada uno lo hará de la manera que pueda y sepa. Nunca ninguna catedral se ha hecho con la misma gente. Santa Maria del Mar es de las poquísimas grandes iglesias que en 50 años se hizo. Pero bien, 50 años en la época quería decir que se hizo en dos generaciones, o dos y media. Y la Sagrada Familia es evidente que desde 1881 hasta ahora, lo hemos ido haciendo.

¿Qué ha descubierto usted de Antoni Gaudí?
He descubierto la autenticidad del personaje. Es un hombre de una sola pieza. Un campesino del Camp de Tarragona, de manera de hacer y al mismo tiempo de manera de ser, de manera de construir su arquitectura. Es un gran estudioso de la arquitectura de las diversas generaciones desde los egipcios, griegos, bizantinos y el gótico y también con guiños al barroco y a los tiempos más modernos con el japonés y el británico, o sea Gaudí es un arquitecto total, él dialoga con todo el mundo. Ahora, como los grandes solo saben hacer, coge lo que le parece para hacer su síntesis y para hacer su creación, su creatividad es exuberante porque se mueve con un conocimiento de causa que es muy único.

Foto: Carlos Baglietto

A menudo Gaudí dice que su arquitectura es una mejora del gótico. ¿Es un despropósito o se lo cree?
Se lo cree, se lo cree totalmente. En el fondo Gaudí estaba convencido de que podía dar un paso más allá. Él conocía perfectamente las catedrales góticas. No había hecho viajes, no viajó nunca, solo fue a las Castillas por Astorga y alguna cosa más, y después fue a Tánger, probablemente. Pero el resto nada. Nunca estuvo en Roma, nunca fue a Atenas, nada. Pero era un estudioso de biblioteca, y las catedrales, las medidas, las técnicas constructivas, las conocía perfectamente. Y él, que vivía en la época del neogótico, porque Barcelona está llena de neogóticos, tiene que dialogar con el gótico por razones culturales obvias. Pero después resulta que este diálogo con el gótico se convierte en un solo a propósito del gótico y en una mejora. El neogótico hace una recuperación, lo que hace Viollet-le-Duc en Notre-Dame, es una recuperación del gótico. En cambio, Gaudí da un paso más allá, y por eso la Sagrada Familia no es gótica ni es modernista, es Gaudí. Y mejorar el gótico es de una pretensión extraordinaria porque, naturalmente, mejorar aquello que es el gran estilo europeo de quinientos años es muy pretencioso. Pero Gaudí tenía un punto prometeico.

 

También en otro momento del libro se refleja aquel episodio del Antoni Gaudí más político, cuando en Sant Just dice que no quiere hablar en castellano. ¿Cómo es que no hizo política? En algún momento también menciona que tenía relaciones con la Lliga. Puig i Cadafalch, por ejemplo, era arquitecto y también fue político. ¿Como es que Gaudí, a pesar de tener ideas políticas, no entró en política?
Le ofrecieron ser diputado y dijo que no quería serlo, con la Lliga. Su referente final era Prat de la Riba, no tanto Cambó, eh. Prat de la Riba, este era su referente real y con Puig i Cadafalch tenían relaciones buenas. Gaudí tiene una frase muy bonita que es yo sirvo a Catalunya edificando la Sagrada Familia, no me liéis con más cosas, ya la sirvo. Su arte es un arte al servicio del país, lo dice claramente. Y después, el tema famoso del Onze de Setembre del 24, a ver, él, la principal dificultad fue que no lo dejaron entrar en la iglesia. Y él dijo, escuche, ¿pero como no me dejan entrar en la iglesia? La iglesia es un lugar público, yo puedo entrar aquí, y entonces fue cuando le respondió en catalán y el otro lo interpeló a propósito de eso y le dice usted me tiene que hablar en castellano. Entonces empezó toda la historia. Pero tanto es así que Gaudí, cuando este episodio se acaba, que se acaba en un calabozo, entonces hay un pobre vendedor ambulante andaluz que no podía salir porque no tenía dinero y él le pagó el dinero. Es un episodio de autenticidad. Representa que la lengua y la persona van juntas. Y en eso Gaudí era inflexible. Incluso en otras ocasiones de visitas de la casa real española y tal, el catalán le salía solo. No era un punto de vista ideológico, no, era la expresión natural de su autenticidad, y eso funciona así. Él compraba cada tarde La veu de Catalunya en la plaza Urquinaona y se informaba con un diario de que era de catalanista conservador.

En el fondo, Gaudí es un personaje que está muy seguro de sus capacidades porque ya se ve que están ahí"

Hablemos ahora de la Sagrada Familia. ¿Primero de todo, la Sagrada Familia se ha comido un poco la obra de Gaudí?
Quizás sí, porque es la gran pieza, siempre el grande se come al pequeño. Pero a ver la gran obra del Gaudí civil para hablar así, es la Pedrera, que es una Sagrada Familia en versión pisos. ¿Por qué? Porque allí hay una potencia simbólica y arquitectónica extraordinaria. La Pedrera es la tierra, la Casa Batlló es el mar, tierra y mar. La Casa Batlló es Jesús, la Pedrera es María. Entonces, ¿en la Sagrada Familia qué hace? Gaudí dedica en exclusiva doce años de su vida y el resto es un grandes éxitos con obras que él sigue casi simultáneamente y que hacen que consiga en pocos años unos resultados enormes. La Colònia Güell es extraordinaria. La cripta es fantástica, pero queda siempre que es pequeña con relación a la Sagrada Familia, que es muy mayor, y que está fuera de Barcelona y la Sagrada Familia es el centro de la ciudad, el centro geográfico. Y la catedral de Mallorca, es colosal lo que hizo allí Gaudí. Seguir lo que hizo Gaudí allí demuestra una vez más las capacidades de adaptación. Gaudí era un flexible, no un inflexible, un flexible total. Se adecuaba al lugar que hacía falta, cuando hacía falta y como hacía falta. En el fondo, Gaudí es un personaje que está muy seguro de sus capacidades porque ya se ve que están ahí. Y, por lo tanto, en este sentido la Sagrada Familia se lo come todo, porque es emblemática, pero una cosa que este libro hace es explicar toda la obra. Y en este sentido vale la pena.

 

Reanudamos un poco aquello que hablábamos antes sobre si es fiel la obra que se está llevando a cabo en la Sagrada Familia. Le pregunto también específicamente por la portalada de la futura fachada de la Gloria, la escalinata y el conflicto con los vecinos. ¿Usted qué cree que se tiene que hacer con todo eso?
Se tiene que tirar adelante. Gaudí no hizo la Sagrada Familia para que quedara a medio hacer. La hizo para que se acabara. La escalinata está más que demostrado lo que tiene que ser, no hay problemas al respecto. Están los croquis hechos. Todo está mirado, lo que pasa es que por desgracia se interpuso en medio un proyecto urbanístico desafortunado y contra la ley. Ya hace años de eso, pero ahora tenemos que poder encontrar un punto de acuerdo, porque la Sagrada Familia representa un patrimonio mundial. O sea, no podemos hacer el ridículo.

El año 26 viene el año Gaudí, centenario de la muerte y el trágico accidente con el tranvía, y en paralelo hay una propuesta para ampliar el legado reconocido por la Unesco con otras edificaciones de Gaudí que hoy día no tienen este reconocimiento, como la Casa Bellesguard, la obra fuera de Catalunya, etcétera. ¿Qué espera usted del año Gaudí?
Las obras de Gaudí, las grandes obras, no hablamos aquí, por ejemplo, de algún chalet en el Catllaràs, etcétera, hablamos de las grandes obras, necesitan un reconocimiento porque todas ellas funcionan de la misma manera. Es decir, gran proyecto, gran repensamiento del tema, gran ejecución, y cuando no están acabadas es porque ha habido alguna interferencia que lo ha hecho insalvable. A mí me parece que hay que declarar la obra de Gaudí patrimonio de la humanidad, es evidente.

Foto: Carlos Baglietto

Para acabar, hay un par de proyectos que se han atribuido a Gaudí, que usted no especifica en este libro, que son el hotel de Nueva York y el jardín del psiquiátrico de Sant Boi. ¿Usted descarta que sean de Gaudí?
Vengo del mundo bíblico y cuando una cosa no está aclarada del todo, pues no lo está. Relativo a los dos proyectos, el jardín de Sant Boi y este proyecto de hotel en Nueva York, yo no he encontrado suficientes apoyos en las fuentes para poder discutir su atribución a Gaudí. Por lo tanto, me ha parecido que el argumento ex silentio iba muy bien. O sea, no lo dices y ya está. Pero pienso que, como no hay suficientes apoyos documentales, pues vale más dejarlo en suspenso esperando que quizás saldrán, porque yo no descarto nada. O sea, ¿sale un día en alguna biblioteca, un cajón de sastre, no sé donde? Entonces, hablemos.

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