La situación en la cima del Turó de la Rovira de Barcelona se ha vuelto explosiva las últimas semanas a causa de la masificación turística que se concentra en un espacio reducido, mal comunicado y con vecinos a tocar, que sufren cada día, y sobre todo, cada noche, la afluencia desmesurada de gente que quiere disfrutar de un espacio que tiene su encanto pero que se ha convertido en un generador de problemas. El concepto morir de éxito puede ser perfectamente aplicable a este espacio, uno de los miradores de Barcelona más imponentes, ya que ofrece una visión próxima a la ciudad y en 360 grados —cosa que hace un poco de justicia poética a los barrios de Barcelona que no miran al mar—, pero que se ha convertido en un quebradero de cabeza para los vecinos, que ya han empezado a movilizarse.
De hecho, los vecinos ya llevan dos viernes consecutivos protestando por la masificación de la zona y el gobierno municipal, que está llevando a cabo unas obras de cierre del recinto que no acabarán hasta mayo, decidió desalojar a un millar de personas concentradas el domingo por la noche. Y es que lo que hace unos años era un mirador semidesconocido donde las vistas eran más bien un complemento de los restos arqueológicos de la guerra civil y la posguerra, se ha convertido en un reclamo turístico muy popular y gratuito, donde a pesar de la ausencia de servicios básicos, incluso se organizan fiestas clandestinas con disc-jockeys y barras de bar.
El punto de partida de todo ello es la promoción turística que se ha hecho del espacio, llevadas a cabo durante el último decenio y que han convertido la cima del Turó de la Rovira en sinónimo de fiesta gratuita y hasta altas horas de madrugada, casi un lugar de peregrinaje obligatorio para los visitantes de la Barcelona más festiva. Las redes sociales -tiktok, instagram, incluso twitter- van llenas de entradas que prometen una jornada inolvidable viendo la puesta de sol y, si procede, la salida. Y todo a bajo precio, por no decir gratuito, mientras que el gobierno municipal no acaba de encontrar la solución y los vecinos están a punto de perder los nervios.
¿Pero cómo llamamos al sitio?
El lector habrá observado que hasta el momento nos hemos referido a este espacio como la cima del Turó de la Rovira, pero el hecho es que se conoce con dos nombres, el de las baterías del Turó de la Rovira y el de los búnkeres del Carmel. ¿Cuál es el bueno? Por descontado, el que más se ajusta a la realidad del lugar es el de las baterías antiaéreas del Turó de la Rovira, pero el segundo es el que se ha popularizado, aunque parta de dos falsedades, no hay búnkeres, ni están en el Carmel, al menos en la colina de este nombre.
Vamos por partes, la colina de la cual hablamos es la de la Rovira, vecina de la colina del Carmel y perfectamente distinguible porque la primera tiene construcciones en la cima y la segunda no. La del Carmel es un poco más alta, pero la de la Rovira tiene más historia, ya que formaba parte de la red de poblados ibéricos que enlazaba las colinas de la costa desde Montjuïc hasta bien entrado el Maresme. Pero la explicación del nombre más actual se remonta a la Guerra Civil. Como es sabido, en este lugar se dispusieron unas baterías antiaéreas para hacer frente a los ataques aéreos de la aviación fascista italiana procedente de Mallorca, aliada de los sublevados del general Franco.
La historia de las baterías no fue especialmente heroica y a duras penas sirvieron de mucho, pero dejaron una serie de instalaciones -las bases de las cañones, los dormitorios, el polvorín, el pabellón de mando... - que no solo permanecieron, sino que fueron reaprovechadas por los chabolistas que conformaron el barrio de los Canons, que estuvo habitado hasta la gran transformación olímpica. Por todo ello el espacio ha sido musealizado -sí, se pueden hacer visitas culturales- y actualmente es una de las subsedes del Museo de Historia de Barcelona (MUHBA), que mantiene espacios expositivos sobre las baterías y la Guerra Civil y sobre el barrio de chabolas posterior. El nombre oficial del espacio es MUHBA Turó de la Rovira, y en toda la información se hace referencia a la batería antiaérea que había instalada. De hecho, teniendo en cuenta que en este contexto, una batería es, según el RAE, un "conjunto de piezas de artillería dispuestas para hacer fuego", incluso el plural es erróneo, porque se tendría que decir en singular.
Con respecto al nombre popularizado, el de búnkeres del Carmel, se puede defender que están situados en el barrio de este nombre, a pesar de que haciendo frontera con el de Can Baró, pero el concepto búnkeres, con el diccionario en la mano, no parece de aplicación en este espacio. Según el DIEC, es una "pequeña construcción defensiva y, en especial, refugio blindado, por lo general subterráneo, para protegerse de los bombardeos". Es evidente que la presencia de varios pabellones situados en la falda de la montaña para el alojamiento de la tropa y la oficialidad y los anchos parapetos de las bases de los cañones pueden llevar a confusión, pero el origen de las edificaciones no eran el de protegerse de los bombardeos, sino todo lo contrario, hacerles frente.
Por todo ello, el nombre más acorde es el de batería antiaérea —mejor en singular que en plural— del Turó de la Rovira, pero como pasa en otras situaciones -el Born o la Ribera?- cuando un nombre se populariza, aunque no tenga ninguna razón de ser, siempre se hace difícil luchar en contra. Guste o no, el nombre de búnkeres del Carmel, a pesar de la doble incorrección inherente, ya ha ganado la partida, al menos en el campo turístico, que no se define especialmente por su rigurosidad lingüística. Y eso costará enderezarlo, pero llamarlo por su nombre quizás sería un primer paso hacia la desturistificación.