La manzana de casas delimitada por las calles Sigüenza, Conca de Tremp y Llobregós y el pasaje de Calafell del barrio del Carmel de Barcelona se transformó radicalmente el 27 de enero del 2005, ahora hace veinte años, cuando el hundimiento del túnel de maniobras de la prolongación del Metro supuso la aparición de un socavón de 35 metros de profundidad y 30 de diámetro, que engulló un parking y provocó el derribo de cuatro edificios de viviendas y el desalojo de un millar de vecinos, algunos de los cuales tardaron casi dos años en disponer de nuevos hogares. Veinte años después y mientras que en parte del solar se levanta un nuevo edificio de viviendas, los vecinos recuerdan aquellos hechos con una mezcla de disgusto por aquel incidente y de cierta satisfacción de que aquellos hechos hayan quedado atrás.

⬇️ El hundimiento del Carmel: veinte años del socavón que marcó a un barrio

"Fue horroroso", exclama Margarita, vecina del barrio de hace cincuenta años, que desde el otro lado de la valla que rodea el perímetro de aquella zona cero, ahora en obras, es capaz de rememorar cómo el socavón "se comió el aparcamiento y el palo de la luz que había justo en la esquina", para recordar que, a pesar de todo, a la mayoría de vecinos los mejoraron y apuntando que "el barrio también salió ganando, porque habíamos luchado mucho por tener el Metro." En contraste, Manolo, sin detenerse, lamenta "que las cosas se olviden tan deprisa".

Por su parte, Cristobal, vecino de uno de los inmuebles desalojados, pero que se salvó del derribo y pudo volver a su piso "al cabo de un año", recuerda que los primeros meses "hubo un cierto desbarajuste, con toda la gente en hoteles," aunque reconoce que más tarde, "económicamente se portaron bien". De su recuerdo de la jornada fatídica, recuerda cómo "el taller cayó de golpe, el socavón se lo comió todo", y apunta, como añorando aquel tiempo, "que si ahora pasara eso, nos habrían dejado solos, como está pasando en València." Hermínia y Xavi, madre e hijo, recuerdan cómo la madre de ella, vecina de Conca de Tremp, fue desalojada, aunque apuntan que finalmente "fue indemnizada". Ahora bien, consideran que al cabo de veinte años, "el barrio no ha mejorado, sino que ha empeorado" y apuntan que actualmente hay "problemas de convivencia" que no se habían vivido nunca, sumados a otros problemas, como el de la suciedad.

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Aspecto actual de la popularmente llamada plaza del socavón, con el edificio en construcción al fondo. Durante años el solar ha sido ocupado por un pequeño parque infantil / Foto: Montse Giralt

Ahora bien, si para los vecinos afectados las indemnizaciones y realojamientos acabaron por llegar, aunque fuera tarde, para los negocios también afectados la crisis del boquete fue más complicada. Así lo recuerda uno trabajador de un comercio de recambios de coche situado en el pasaje de Calafell, que tuvo que cerrar durante un tiempo y después buscar un local alternativo dónde se estuvieron durante un año y medio a la espera de que el inmueble, que quedó a ras de los edificios demolidos, fuese rehabilitado. "Cuando vimos la humareda cerramos el negocio y salimos corriendo", recuerda, para añadir que a pesar de entender que "la prioridad fueron los vecinos", el negocio tuvo que sufrir un cierre prolongado.

Un nuevo edificio en la zona cero

El solar que quedó después de la demolición de los edificios perjudicados por el hundimiento se ganó el apelativo popular de plaza del socavón. Una vez recubierto el agujero a base de hormigón, la superficie se urbanizó mínimamente y se instaló una pequeña zona de juegos infantiles. Ahora bien, desde septiembre del 2023 que en una parte del solar, la que da a los edificios con fachada principal en la calle Llobregós, se levanta un nuevo edificio destinado al alquiler social. El hecho de que se levante este edificio en la zona cero del hundimiento ha sido acogido por los vecinos como una manera de pasar página a los acontecimientos de hace veinte años.

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El año 2010, con dos años de retraso provocados, precisamente, por el hundimiento, entró en servicio la prolongación de la L5 del Metro entre Horta y Vall d'Hebron, con las estaciones intermedias de Carmel y el Coll | la Teixonera / Foto: Montse Giralt

Así, José, obrero de la construcción jubilado, casi lo considera "el edificio más seguro de Barcelona", ya que durante su construcción "se han asegurado de que no se caiga a base de mucho hierro y hormigón", y por eso muestra su convicción de que "es imposible que vuelva a pasar lo que pasó". De hecho, aunque el edificio se comerá parte de la plaza, esta circunstancia no preocupa a vecinos como Cristobal, que apunta que por las noches solo era utilizado "por perros y borrachos" mientras Xavi asegura que el "parque no valía para nada", aunque Margarita se estraña de que hagan pisos "encima del socavón".

En resumidas cuentas, al cabo de veinte años el Carmel recuerda la herida abierta que supuso la aparición, de un día para el otro, de un colosal socavón que afectó a un millar de vecinos, pero en general se reconoce que, más tarde o más temprano, los afectados fueron convenientemente indemnizados y, de alguna manera, interpretan que la edificación de un nuevo bloque de viviendas en el solar dejado por el hundimiento es, también, una manera de pasar página y mirar hacia el futuro.