Sobre el papel, el urbanismo táctico tenía que ser una manera de conseguir de manera rápida, efectiva y económica que la ciudadanía ganara más espacio en la vía pública en detrimento, si era el caso, del vehículo privado. A partir de este ideario y en plena eclosión de la pandemia del coronavirus y las aconsejables medidas de distanciamiento social, el Ayuntamiento de Barcelona encontró el momento indicado para transformar una serie de calles, algunos de ellas bastante céntricas, como los de Girona, Consell de Cent y Rocafort, situados en el distrito del Eixample.
Ahora bien, aparte de los problemas que generan estas actuaciones, como la degradación de la pintura, la difícil convivencia de los bloques de hormigón con el tránsito rodado y las quejas de los comerciantes por las dificultades que tienen los clientes para acceder a sus comercios, poco a poco van apareciendo nuevos usos que no tienen nada que ver con los inicialmente previstos. Así, muchos de estos carriles se han convertido en improvisados carriles para aparcar coches, o cuando menos, hacer paradas para carga y descarga. De hecho, con el inicio del curso escolar no es difícil comprobar como a las horas de entradas y salidas se aprovechan estos espacios pensados para los peatones como sitios donde dejar y recoger a los escolares.
En la calle del Consell de Cent, el carril de urbanismo táctico, que fue repintado la semana pasada, sólo unos días después del de Girona, también de noche y con problemas de ruidos, el uso que se hace de este espacio tampoco tiene relación con el inicialmente buscado, ya que se ha convertido en algunos tramos en escenario de botellones que se alargan hasta altas horas de la madrugada.
Entre Aribau y Muntaner
Según denuncian los vecinos del tramo comprendido entre las calles de Aribau y Muntaner, zona donde hay varios bares, desde que existe el carril de urbanismo táctico "ha crecido el nivel de gente y ruidos", según afirma a elNacional.cat una vecina de la zona.
De hecho, los residentes protestan por los altos niveles de "contaminación acústica", muy superiores a las épocas prepandemia y que se habrían visto incrementados precisamente por este carril supletorio para los peatones. "Cada noche hay gente hasta las dos o dos y media", afirma, al tiempo que señala que los bancos de hormigón animan a que la gente se quede todavía más tiempo y, por lo tanto, haga más ruido.
Un vídeo, grabado el viernes pasado, constata como en esta zona el uso que se hace de este nuevo espacio para peatones se aleja completamente del inicialmente previsto por el Ayuntamiento de Barcelona.