Entre el 13 de febrero de 1937 y el 25 de enero de 1939, en un periodo de casi dos años y en el contexto de la Guerra Civil, Barcelona sufrió bombardeos continuados. Aparte de la respuesta militar, más simbólica que real, que se dio desde las baterías antiaéreas situadas en varios puntos de la ciudad, como la cima del Turó de la Rovira, la ciudad tuvo una reacción ejemplar dentro del marco de la llamada defensa pasiva con la construcción de refugios, una obra colectiva que dio lugar al llamado Modelo Barcelona, un sistema eficaz que permitió que la cifra de más de 2.700 víctimas mortales a causa de los bombardeos no fuera mucho más grande.

Ochenta y cinco años después, la fotógrafa Ana Sánchez y el historiador Xavier Domènech han querido reivindicar la memoria histórica y patrimonial de los refugios a partir de un trabajo de localización y contextualización de cuarenta espacios que se utilizaron durante la guerra para resistir a las bombas. El resultado ha sido doble, por una parte, una exposición, que se puede ver hasta el 31 de julio en el Espai de Memòria de la antigua prisión Model, y de la otra un libro (editado por el Ayuntamiento de Barcelona) que recoge las imágenes y las explicaciones de cada uno de los lugares visitados. Exposición y libro tienen el mismo título 1.322, en recuerdo del número de refugios censados, aunque en realidad, fueron muchos más.

Los dos autores citan al equipo de ElNacional.cat en un refugio ubicado en una finca de la calle Mallorca, en el barrio del Clot de Barcelona. Paradójicamente, a pesar de ser un buen ejemplo de refugio barcelonés de la Guerra Civil, tiene la característica de que no fue una obra colectiva, como lo fueron la mayoría, sino privada, hecha por los vecinos del inmueble para su uso. Esta diferenciación, sin embargo, no quita importancia al refugio, al contrario: "Es un refugio bastante grande para ser un refugio privado", asegura Ana Sánchez, que apunta además, que en el edificio vive un testigo de la época, Manel Bachs, de 90 años, que cuando tenía tres años bajaba con su madre para protegerse de las bombas. El refugio, muy bien conservado, salió a la luz pública a raíz de las obras del AVE y la preocupación de los vecinos de que el túnel ferroviario pudiera afectar a los cimientos del edificio.

El refugio de la calle Mallorca, a pesar de ser privado para uso de los miembros de una comunidad de vecinos, tiene las mismas técnicas constructivas que los colectivos y de uso público, con largos pasillos de ladrillo y bóveda catalana, recorrido en zigzag y un mínimo de dos accesos / Foto: Carlos Baglietto
Pozo de ventilación del refugio de la calle Mallorca, hecho de obra y bien conservado. En Barcelona hay censados 1.322 refugios de la Guerra civil, a los cuales hay que añadir los particulares, como este del barrio del Clot / Foto: Carlos Baglietto

"Barcelona es una de las primeras grandes ciudades europeas y del mundo bombardeada sistemáticamente", explica Domènech. El historiador -que hasta 2018 había sido líder de los comunes pero ahora está retirado de la política-, considera que la reacción de los barceloneses fue extraordinaria, ya que la construcción de refugios fue "una tarea colectiva" y por eso reivindica la necesidad de dar a conocer este patrimonio subterráneo. Por eso mismo, Sánchez ha afrontado con éxito la misión de fotografiarlos para dejar un recuerdo que pueda servir también a las generaciones futuras, aunque el trabajo no ha sido nada fácil.

Dificultades para acceder a los refugios

"De todas las tareas que tiene este proyecto, la tarea burocrática y de pedir permisos es de una de las más complejas", asegura la fotógrafa, que relata cómo, antes de acceder a un refugio, "hay que identificar el acceso y el propietario, que ocho décadas después de ser construido no coincide con el propietario original". Además, detalla que para llevar a cabo la identificación y visita a los refugios han contado con la colaboración "imprescindible" de la unidad de Subsuelo de Mossos d'Esquadra. De hecho, sin la policía catalana no habría sido posible visitar algunos de los refugios "a los cuales se accede por agujeros limpios del alcantarillado o donde había riesgo de no tener suficiente oxígeno o gases tóxicos".

 

Hay que tener presente que en Barcelona hay algunos refugios visitables, como el Refugio 307 de la falda de Montjuïc o el de la plaza del Diamant, se trabaja a hacer visitable alguno más como el de la Torre de la Sagrera y hay otros de identificados, como el del president Companys en el Palau de les Heures o el de can Peguera, bajo el Turó de la Peira, pero la inmensa mayoría o se han perdido o son difícilmente visitables aunque de vez en cuando, afloran en el transcurso de obras públicas. De aquí el reto del testimonio fotográfico a cargo de Ana Sánchez: "El primer reto era inventar la luz en espacios absolutamente oscuros y había que decidir qué luz poníamos, qué temperatura, qué intensidad, donde colocaba los focos...", que ha dado como resultado fotografías "muy contrastadas, con una luz barroca, sombras muy negras y una luz intensa."

Portada del libro '1.322. Una mirada fotográfica en los refugios antiaéreos de Barcelona' / Foto: AjBCN

Además, según apunta a Doménech, la existencia de los refugios, "conecta la historia de Barcelona con una historia global de la evolución de la guerra total y del terror" porque nos hablan "de la historia de la ciudad y de su gente durante los años treinta, y estas gentes reaccionan de una forma absolutamente extraordinaria, reconocida en su momento por la frase de Winston Churchill reconociendo al valiente pueblo de Barcelona, como supo resistir los bombardeos y reaccionó de una forma extraordinaria construyendo colectivamente refugios". Todo ello dará forma al "modelo Barcelona, es decir, un modelo muy efectivo de salvamento de vidas contra bombardeos, que, comparado con otras ciudades europeas, tuvo una efectividad muy alta y responde a la misma sociedad civil republicana, con una capacidad de movilización y de articulación de recursos para salvar las vidas absolutamente impresionante".

Manel Bachs, el vecino que fue usuario del refugio

La importancia del proyecto queda constatada también por el hecho de que ya quedan pocos testigos de aquella época. Uno de ellos es Manel Bachs, vecino del inmueble de la calle Mallorca, que hizo 90 años en enero a quien su madre bajaba al refugio cuando era muy pequeño. "Cuando yo tenía tres años, mi padre fue al frente del Ebro y cuando sonaba la sirena de los bombardeos, mi madre me bajaba al refugio a esperar que acabaran de sonar las sirenas", asegura en conversación con este medio. Bachs también recuerda "haber bajado a jugar al refugio" cuando ya era un poco mayor.

Anotaciones numéricas conservadas en una de las paredes del refugio de la calle Mallorca. Una hipótesis es que fueran cuentas de las aportaciones de los vecinos de la finca para su construcción / Foto: Carlos Baglietto
Ana Sánchez y Xavier Domènech han visitado cuarenta refugios barceloneses de la Guerra Civil, algunos de los cuales de muy difícil acceso / Foto: Carlos Baglietto

El mismo vecino, que fue miembro de la junta de la Comunidad de Vecinos, también recuerda cómo las obras del túnel del AVE en la calle Mallorca el año 2008 forzaron a los vecinos a notificar la existencia del refugio, que no figuraba en ningún censo, ante la posibilidad que su desconocimiento pusiera en peligro no únicamente el refugio, sino la misma estabilidad del edificio. "Las obras del AVE fueron de miedo", asegura Bachs, que consiguieron que se tuviera en cuenta la existencia del refugio para evitar males mayores.

Cazadores de refugios

Por todo ello, 1.322, en formato exposición o en formato libro, es la obra de estos dos cazadores de refugios que han tenido que diseccionar la ciudad para descubrir "un legado que está presente cuando andamos sobre la ciudad, bajo nuestros pies", según Domènech. Y por eso mismo se trabaja en la preservación de este patrimonio, a pesar de que, como concluye Sánchez, más allá de las administraciones públicas, "igual que la construcción cayó en manos de la sociedad civil, la reivindicación también".