En la ciudad de Barcelona hay once cementerios, aunque dos de ellos, el de Collserola y el de Sants, no están dentro del término municipal. De los otros nueve, dos son parroquiales, el de Sant Genís dels Agudells y el de Santa Maria de Vallvidrera, mientras que de los otros nueve recogen de alguna manera la evolución de la ciudad y de los pueblos del llano, con cementerios diseminados por varios puntos como Sarrià, Sant Gervasi, les Corts, Horta y Sant Andreu, que corresponden a los municipios agregados. Todavía quedan dos más por mencionar, uno de ellos es el de Montjuïc, el mayor después del de Collserola y lo que agrupa el conjunto de tumbas de personalidades significativas de la vida barcelonesa y catalana más importantes. Y el que falta para hacer los once, es el del Poblenou, que por muchas razones es el más destacado de la ciudad y el que vale más la pena visitar.

El día de Todos los Santos es el más habitual para visitar las tumbas de los seres queridos en los cementerios / Foto: Carlos Baglietto
Los visitantes acostumbran a aprovechar para limpiar los nichos y hacer reposición de flores / Foto: Carlos Baglietto

Todos estos cementerios se llenan en jornadas como la de hoy, día de Todos los Santos, el momento indicado en el calendario para rendir culto a los difuntos, cuando las tumbas se limpian y se adornan de flores frescas, pero más allá de las visitas de familiares y seres amados, los cementerios son espacios que conforman parte de la historia de la ciudad, de su desarrollo y de la siempre complicada relación de los vivos con los muertos. Ahora bien, si un cementerio barcelonés tiene todos los elementos necesarios para captar esta relación, en especial la continuidad de las diferencias sociales más allá de la muerte, este es el del Poblenou.

El primero fuera murallas

El cementerio del Poblenou, denominado originalmente Cementiri de l'Est y posteriormente Cementeri Vell en contraposición al de Montjuïc, fue inaugurado en 1775 adelantándose unos años al decreto que obligaba, principalmente por motivos sanitarios, a suprimir los cementerios parroquiales de las grandes ciudades, que eran el lugar habitual de entierro, y a crear nuevos en mejores condiciones de salubridad, tanto para los vivos, como para los muertos. Es por eso que el cementerio del Poblenou no fue en origen el cementerio de Sant Martí -a diferencia de Sarrià, Sant Gervasi, les Corts, Horta y Sant Andreu, que sí tenían los suyos-, sino que fue fundado ya como cementerio barcelonés, el primero fuera murallas.

El cementerio del Poblenou combina departamentos de nichos con otros de panteones / Foto: Carlos Baglietto
Vista general de la parte más burguesa del recinto, donde hay bastantes panteones de familias acomodadas / Foto: Carlos Baglietto

De hecho, y esta es una curiosidad poco conocida, los terrenos que conforman el cementerio fueron agregados por decreto a Barcelona, así como la actual avenida Icària, que conectaba la instalación con la ciudad. En todo caso, durante la Guerra del Francés fue prácticamente destruido por las tropas napoleónicas y tuvo que ser reconstruido justo después, entre los años 1816 y 1819, de la mano del arquitecto italiano Antonio Ginesi, aunque fue ampliado entre 1849 y 1852. Fue el principal cementerio barcelonés hasta la inauguración a finales de siglo XIX del de Montjuïc. En la actualidad se estructura en un antecementerio con un jardín y cuatro departamentos y se organiza a partir de dos calles, en la intersección de las cuales está el monumento dedicado a las víctimas de la fiebre amarilla que asoló Barcelona el año 1821.

Clara división social

Ahora bien, si una circunstancia destaca en este cementerio es que a diferencia del macrocementerio de Collserola, donde no hay muchas diferencias entre los millares de nichos, en el del Poblenou se ve de un vistazo las diferencias sociales que marcaron las vidas de los difuntos y también su muerte. Así entre hileras e hileras de nichos de algunos de los departamentos, destaca toda la parte ubicada más al fondo, que es el gran cementerio de la burguesía barcelonesa, donde se ubican los panteones de las grandes familias industriales, de indianos y de aquello que antes se llamaba 'a prohombres' -con nula perspectiva de género- de la ciudad, entre ellos varios alcaldes.

El nicho de Francesc Canals Ambrós, el popular 'Santet', recibe las atenciones de unas devotas / Foto: Calors Baglietto
El cristal que cubre el nicho del 'Santet' tiene una apertura que permite depositar escritos con deseos para que se obre el milagro de conseguirlos / Foto: Carlos Baglietto

Ahora bien, en este cementerio también hay sitio para la devoción popular y en este sentido uno de los aspectos más destacado es el nicho del 'Santet', el nombre popular con que se conoce a Francesc Canals Ambrós (Barcelona, 1877 - 1899), un joven que ejercía de dependiente y murió a los 22 años, a quien se le atribuye el poder milagroso de conceder deseos. Enterrado en un nicho sencillo, en todo su alrededor hay siempre un gran despliegue de flores y de imaginería religiosa, ya que de siempre ha sido objeto de gran devoción y por eso en su tumba hay mensajes manuscritos con peticiones concretas, que los y las fieles depositan con la esperanza de que el 'Santet' pueda atender los deseos o necesidades que se le piden.

El 'Beso de la muerte', icono del cementerio

Otro aspecto destacable de este cementerio es su monumentalidad. Las familias pudientes no escatimaban esfuerzos a demostrar su situación económica en sus panteones, como una manera de diferenciarse de las clases más humildes, quizás separados por pocos metros y con una vida eterna a compartir, pero siempre tumbas más monumentales. Así, estatuas, cruces, pequeñas capillas con pináculos y otros elementos ornamentales servían para marcar la diferencia y singularizar unas tumbas por encima de las otras. Toda la parte más 'burguesa' está llena de ellos, pero si una escultura llama la atención, esta es una que está fuera del recinto más señorial, es la conocida estatua del 'Beso de la muerte'.

La escultura 'El beso de la muerte' es la imagen más icónica del Cementerio del Poblenou / Foto: Carlos Baglietto
Una enorme cruz preside uno de los departamentos y empequeñece 'El beso de la muerte', que queda a la derecha de la imagen / Foto: Carlos Baglietto

“Mes son cor jovenívol no pot més / En ses venes la sanch s’atura y glaça / Y l'esma ja perduda, la fe abraça / sentint-se caure de la mort al bes”

Este son los versos de Verdaguer que se pueden leer al pie de esta escultura hecha en mármol blanco por el escultor Jaume Barba en el año 1930 y situada en la tumba de la familia Llaudet i Soler, una importante estirpe de fabricantes, en recuerdo de la muerte, el mismo año 30, de un hijo adolescente. La escultura se compone de dos personajes contrapuestos, la vida y la muerte, que le da un inquietante beso en la sien. La vida toma la forma de un joven con signos de debilidad en los brazos y la cabeza, metáfora de lo frágil y huidizo. Por encima de él, un esqueleto alado, que representa la muerte, lo sostiene a punto de caer. En conjunto, una representación de la escalofriante inapelabilidad de la muerte que forma parte de la iconografía básica del cementerio.

Personalidades destacadas enterradas

La nómina de personajes ilustres enterrados en este cementerio es bien larga e incluso algunos de los difuntos tienen dedicados calles en Barcelona. Algunas de las personalidades enterradas son Gabriel Bonaplata, fabricante de indianas; Antoni Brusi i Mirabent, impresor y editor del 'Diario de Barcelona'; Antonio Ginesi, arquitecto, autor del proyecto del cementerio; Josep Marià de Cabanes i d'Escofet, primer alcalde de Barcelona; Fèlix Torres i Amat, historiador de la literatura, Onofre Viada, promotor del tren Barcelona-Mataró; Bonaventura Carles Aribau, iniciador de la Renaixença; Francesc Permanyer i Tuyets, alcalde de Barcelona; Domingo Dulce y Garay, capitán general de Catalunya; Teresa Prats i Vilanova, madre de Joan Prim i Prats.

Cambio de flores en un nicho del cementerio del Poblenou / Foto: Carlos Baglietto

Josep Anselm Clavé, compositor y escritor; Francisca Soler de Ros, actriz; Salvador Maluquer i Aytés, alcalde de Barcelona; Josepa Massanés, poeta del romanticismo y la Renaixença; Evarist Arnús i de Ferrer, financiero; Emili Pi i Molist, psiquiatra; Francisco de Paula del Villar, primer arquitecto de la Sagrada Familia; Valentí Almirall, político; Francesca Vidal i Guixà, primera superiora general de las Capuchinas de la Madre del Divino Pastor; José Ruiz Blasco, padre de Pablo Picasso; Encarnació Colomina i Agustí, fundadora de las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret; Manuel Porcar i Tió, alcalde de Barcelona; Eusebi Güell i Bacigalupi, industrial y mecenas.

Felipa Domènech i Ferrés, madre de Salvador Dalí; Narcís Oller, novelista; Josep Llimona, escultor; Umberto Guillaume 'Antonet', payaso; Mary Santpere, actriz; Carolina Montagne Roux, modista; Josep Brangulí, fotoperiodista; Carmen Tórtola Valencia, bailarina; Isabel Güell i López, compositora; Maria Vila, actriz; Emília Baró i Sanz, actriz; Darius Rumeu i Freixa, alcalde de Barcelona; Lola Anglada, dibujante y narradora infantil; Maria Llimona i Benet, escultora; Cast Sendra y Barrufet 'Cassen', actor; Mercè Vilaret, realizadora de televisión; Benita Aizcorbe Bausili, periodista y feminista; Elsa Fàbregas, actriz de doblaje y Jordi Sabater i Pi, etólogo y primatólogo, entre otros.

Datos de interés

El Cementerio del Poblenou se encuentra en la avenida de Icària, 204 (Sant Martí), y su horario habitual de lunes a domingo es de 08:00 a 18:00 horas. Llegar en transporte público es sencillo en el Metro, estación Llacuna (L4) y autobús, líneas 59 (Poblenou – Plaza Reina Maria Cristina); H16 (Paseo de la Zona Franca – Foro Campus Besos); V27 (Paseo Marítim – Canyelles) y 136 (Paseo Marítim – Verneda). Como en todos los cementerios, la entrada es libre, pero además, se ofrecen visitas guiadas los primeros domingos de cada mes por la mañana (hay que hacer reserva). Asimismo, dos veces al año se hacen visitas nocturnas.

Vista general del cementerio del Poblenou, con familiares visitando las tumbas de los seres queridos / Foto: Carlos Baglietto