Los nombres de calles son parte del discurso cívico, social y político de cualquier localidad. Dedicar calles a determinados personajes e ignorar a otros es una manera de conformar un imaginario colectivo, y eso explica los cambios que se suceden cuando hay golpes de timón políticos, que es cuando se borran algunos nombres y aparecen nuevos, siempre con la voluntad de fijar un ideario determinado. En Barcelona, por ejemplo, en los últimos años se ha vivido una justa feminización del nomenclátor, pensada para equilibrar un sesgo que históricamente ha favorecido a los hombres por encima de las mujeres, pero en épocas menos democráticas que la actual, el nomenclátor se ha utilizado para marcar el tono ideológico y los referentes del régimen del momento, como pasó con el nomenclátor franquista.
En todo caso, incluso en democracia no es fácil disponer de un nomenclátor a gusto de todos los ciudadanos, pero también es cierto que, hurgando un poco, no cuesta mucho encontrar casos de atribuciones poco afortunadas. Todavía no sabemos por qué una de las vías más transitadas de Barcelona está dedicada al general argentino Bartolomé Mitre, y quizás incluso resulta que se la merece, que al fin y al cabo fue capaz de conseguir que España reconociera la independencia de la República Argentina, que no es poco, pero también es cierto que la ciudad no ha tratado nada bien a algunos de sus ciudadanos más ilustres, y aquí van cinco ejemplos de barceloneses -tres hombres y dos mujeres, por aquello del sesgo-, que quizás merecerían un lugar más destacado en el nomenclátor. Y de propina, uno que ha sido ignorado.
El doble callejón sin salida de Pere Calders
El escritor, periodista y dibujante Pere Calders (Barcelona, 1912 – 1994) tiene una vía dedicada en el barrio de Sant Antoni, en el distrito del Eixample, en un sitio próximo de donde vivió, ya que durante años fue vecino de la calle Comte Borrell. Ahora bien, no se trata de una calle, sino de un pasaje que, además, tiene la particularidad de conformar, no un callejón sin salida, sino dos, a ambos lados de la calle Parlament, entre Comte Borrell y Viladomat. Aún suerte que en el fondo de uno de los callejones sin salida se encuentra la librería que lleva el nombre del escritor, pero creemos que uno de los mejores cuentistas de la literatura catalana merecería mucho más. Al menos en el barrio de Roquetes se encuentra la escuela Antaviana, un pequeño desagravio.
El aparcamiento periférico de Mercè Rodoreda
El caso de Mercè Rodoreda (Barcelona, 1908 - Girona, 1983) clama al cielo por él mismo, tanto que seguramente la mayoría de barceloneses ignora que la escritora tiene una calle dedicada en Barcelona. Se encuentra en el barrio de la Bonanova (Sarrià - Sant Gervasi), pero en un enclave aislado y prácticamente sin vecinos, excepto las monjas residentes del monasterio de Sant Maties. Aunque estar en la periferia no es un hecho negativo por sí mismo, porque dignificar los barrios es también una manera de hacer ciudad, sí que lo es cuando se trata de poco más que una pista sin salida utilizada preferentemente para aparcar coches. Cierto es que Rodoreda tiene también unos jardines en el Putxet, pero todavía así desmerece para la gran narradora de Barcelona en obras como 'La plaça del Diamant', 'Mirall trencat' y 'El carrer de les Camèlies' entre otros.
Domènech i Muntaner también tiene su callejón
Ahora que ya ha acabado el año dedicado a Lluís Domènech i Montaner (Barcelona, 1849 - 1923) es un buen momento para recordar que el artífice del Palau de la Música Catalana y el Hospital de Sant Pau y para muchos el mejor arquitecto del modernismo catalán, tiene reservado en el nomenclátor barcelonés una calle en el barrio de Montbau (Horta-Guinardó). El problema no es que esté situado en este barrio extrarondas, aunque la comparación con la avenida Gaudí no se aguanta por ningún lado, sino que se tiene que conformar con un callejón que para los coches no tiene salida y que está decapitado con un tramo que da a un edificio de vecinos y otro que forma parte del complejo del hospital de la Vall d'Hebron. Al menos, su colega y tercero en discordia en el podio de arquitectos modernistas, Josep Puig i Cadafalch, cuenta con una calle más convencional en el mismo barrio de Montbau, aparte de una plaza allí donde se reedificaron las cuatro torres que presiden la avenida Maria Cristina.
Salvador Puig Antich cuenta con una plaza desconocida
Este año hará medio siglo de la ejecución de Salvador Puig Antich (Barcelona, 1948 - 1974) y cabe decir que uno de los últimos asesinados por el régimen franquista al menos puede estar orgulloso de tener una plaza a su nombre. Ahora bien, es muy desconocida y prácticamente solo la visitan aquellos que suben por la calle Llobera al mirador de Torre Baró, en el barrio de Roquetes (Nou Barris). Y eso que la plaza tiene su interés, porque comprende un memorial además de un buen mirador con vistas a Barcelona, el cauce del Besòs y los municipios del norte del Barcelonès, pero también queda muy justo para dignificar a alguien que forma parte del imaginario antifranquista barcelonés.
Montserrat Roig se tiene que conformar con un interior de manzana
La recuperación de interiores de manzana ha sido una política acertada de los ayuntamientos democráticos por dotar de verde el Eixample, un distrito prácticamente sin parques ni plazas públicas desde que el plan Cerdà quedó del todo desvirtuado, pero también se ha convertido en un apaño oportunista para dedicar espacios viarios a gente que se lo merecía y no lo tenía. Eso es lo que se hizo con Montserrat Roig (Barcelona, 1946 - 1991), que cuenta con unos jardines en el interior de manzana formada por las calles Rosselló, Dos de Maig, Provença y Cartagena, en el barrio de la Sagrada Familia. Lo que pasa es que estos espacios a menudo tienen poco encanto. La autora de 'El temps de les cireres', 'Barcelona a vol d'ocell' y la descomunal 'Els catalans als camps nazis' seguro que merece más.
Y de propina, ¿qué pasa con Ramon Casas?
Si hasta ahora hemos referenciado algunos personajes que podrían tener mejor representación en el nomenclátor barcelonés, de propina añadimos el nombre de alguien que, sorprendentemente, no tiene ningún espacio dedicado en el callejero de la ciudad. Se trata del pintor Ramon Casas (Barcelona, 1866 - 1932), figura clave de la pintura modernista, célebre por sus cuadros del tándem y el coche con Pere Romeu, sus mujeres decadentes, el cartelismo publicitario y también por escenas costumbristas barcelonesas como 'Sortida de la processó del Corpus de l'església de Santa Maria'. No se acaba de entender que su colega Santiago Rusiñol sí que tenga una calle -en Vilapicina, Nou Barris- y él todavía no. ¿Por qué?