El 17 de junio de 2023, un sábado, era el día marcado por un calendario muy riguroso para la constitución de las corporaciones municipales surgidas de las elecciones municipales del 28 de mayo anterior y de la investidura de los alcaldes. En Barcelona todo parecía indicar que el ganador de las elecciones, Xavier Trias, volvería a ocupar la alcaldía que ya ejerció en el mandato 2011-2015. Avalaba esta posibilidad no solo la victoria electoral con once concejales, sino también el cierre de un acuerdo de gobierno con la Esquerra Republicana de Ernest Maragall, pero pocos minutos antes del inicio de la sesión de constitución e investidura, Barcelona en Comú anunció su disposición a votar a favor de la investidura del candidato socialista, Jaume Collboni, que había quedado segundo en las elecciones con diez concejales. Por su parte, el Partido Popular fue fiel a su promesa de facilitar un alcalde no independentista.
Así fue como Jaume Collboni llegó a la alcaldía, en un plenario con giros de guion y un sonado "que os den" de Xavier Trias que marcó la jornada. Desde entonces, Collboni ha ejercido de alcalde con un gobierno en minoría, con diez concejales pluriempleados y un acuerdo de gobierno que, doce meses después, todavía no ha llegado, aunque es justo recordar que lo ha tenido a tocar, con un preacuerdo con ERC que, en todo caso, si ha quedado interrumpido ha estado por el lado de los republicanos, no el de los socialistas. Eso sí, con la investidura del futuro president de la Generalitat pendiente, todo indica que las negociaciones para ampliar el gobierno de Barcelona no se reanudarán hasta que la situación esté resuelta en el otro lado de la plaza de Sant Jaume.
En todo caso, tras un año viene otro, y en estos doce meses Collboni ha podido ejercer de alcalde ante una oposición que a veces se ha unido para expresar sus críticas al gobierno municipal, pero que ha estado desunida a la hora de presentar alternativas, tal como se vio en la incapacidad de presentar una moción de censura a raíz de la cuestión de confianza que comportó la aprobación automática de los presupuestos para este 2024. Barcelona aprobó las cuentas en mayo, sobre la bocina, pero en definitiva, Collboni consiguió sacar adelante la medida más importante de la gestión municipal.
Pla Endreça, el paraguas que lo cobija todo
Con respecto a la gestión de gobierno, el concepto mágico ha sido 'endreçar'. Ya se empezó a utilizar los primeros días de mandato y pronto hizo eclosión en el formato de Pla Endreça, el paraguas que lo cobija casi todo. Bajo este nombre se integran las políticas de limpieza, las de movilidad, las de seguridad, las de mantenimiento, las de convivencia, las de urbanismo y prácticamente todo aquello que tiene que ver con el día a día en la ciudad. Arreglar y ordenar la ciudad ha sido, también, la manera de decir de Collboni y su equipo de gobierno que había que enderezar la obra de gobierno del anterior mandato, a menudo con un carácter amnésico con respecto a la presencia del PSC en el ejecutivo de Ada Colau.
Así, desde la recuperación de relaciones de hermanamiento con Tel-Aviv, hasta la crítica abierta al modelo supermanzana y su implantación en el Eixample, Collboni se ha afanado por demostrar que hay un antes y un después con respecto a la era Colau. La reversión del urbanismo táctico en la calle Pelai o la mano dura contra los manteros son algunos puntos donde se constata la distancia que separa ahora a los socialistas de los comunes, así como la anunciada matización, todavía por concretar, de la reserva del 30% de las viviendas de nueva construcción para protección social. En un año, cuando menos, Collboni ha enderezado a Colau.
La oposición, víctima de su desunión
Aunque Collboni lidera un gobierno débil, de 10 concejales de un total de 41, este reducido número le ha sido suficiente para aguantar sin grandes obstáculos estos doce primeros meses. El escollo principal, el de los presupuestos, lo pasó con el comodín de la cuestión de confianza y la incapacidad del resto de grupos de consensuar una moción de censura, y con un apoyo explícito de ERC que no fue funcional, pero que sí se ha reflejado en las cuentas. Y es que si el gobierno municipal ha aguantado en minoría ha sido también gracias a una oposición desunida y que tampoco ha ejercido liderazgo. Así, Xavier Trias ha sido víctima de su propio anuncio de marcharse si no ejercía de alcalde cuando, 365 días después, todavía sigue en el plenario municipal. El exalcalde sigue comandando el grupo de Trias per Barcelona/Junts per Catalunya, aparentemente hasta que se resuelva la situación de la gobernabilidad, pero las opciones de esta formación de entrar en el gobierno se fundieron hace meses, aunque por momentos parecía posible.
Con respecto a la jefa de filas de Barcelona en Comú, la exalcaldesa Ada Colau, su itinerario ha sido inverso: todo el mundo creía que se marcharía, menos ella. Ahora bien, a pesar de continuar en el plenario, hace meses que está desaparecida de la vida municipal y en sus contadas apariciones, al menos de octubre acá, ejerce más de activista pro-Palestina que de presidenta del tercer grupo municipal del Ayuntamiento de la capital de Catalunya. Ernest Maragall, en cambio, optó por marcharse al inicio del mandato y pasar al testigo a Elisenda Alamany, que ha comandado una operación de acercamiento al PSC que en su recta final ha fracasado, al menos de momento. Dani Sirera, por su parte, intenta disimular que Collboni es alcalde gracias a los votos del Partido Popular ejerciendo oposición cada día. Finalmente, Gonzalo de Oro ha situado Vox como una molestia soportable en el seno del ayuntamiento.
El gobierno progresista, la asignatura pendiente
En todo caso, el gran reto desde el minuto cero del gobierno Collboni todavía no se ha cumplido. Ampliar el gobierno municipal no es solo un deseo verbalizado tanto por el PSC como por los principales partidos de la oposición, sino también una necesidad para conseguir estabilidad y capacidad de gestión. Con Collboni el PSC ha recuperado la alcaldía perdida en 2011, pero no ha podido desplegar ampliamente su programa de gobierno. Desde el primer momento, Xavier Trias y Ada Colau se ofrecieron a pactar con Collboni para ampliar al ejecutivo municipal. Por una parte, Trias ofrecía romper definitivamente con el pasado y avalar una política de mano dura, y de la otra, Colau abanderaba el continuismo con el anterior mandato bajo un proyecto progresista en lo que también incluía a ERC.
Al final, ni Trias ni Colau forman parte del gobierno municipal ni parece que tengan que entrar ni a corto ni a medio plazo. Quien sí que ha estado a punto de hacerlo, y de momento tampoco ha quedado descartado del todo, ha sido Esquerra. El relevo de Maragall por Alamany ha comportado un acercamiento de ERC al PSC que, de momento, ha tenido su cenit en un acuerdo de presupuestos que todo el mundo entendía como una antesala a un acuerdo de gobierno. La semana pasada, una vez celebradas las elecciones europeas, fue el momento escogido por ERC para acelerar ese pacto, pero en un contexto marcado por la investidura del president de la Generalitat, incluso la misma Federación de ERC en Barcelona ha tenido que admitir que el momento no era "idóneo" para plantear un acuerdo con el PSC y la pifia de convocar el Congreso Extraordinario en un local demasiado pequeño fue la excusa perfecta para no concretar el tema.
Ahora, con ERC esperando una "fecha más adecuada" para reanudar la cuestión de entrar en el gobierno municipal, que seguramente será una vez resuelta, sea cuál sea el sentido, la investidura, Collboni se ha visto obligado, y esta vez no por culpa suya, a soplar la vela del primer año en solitario. Con tres años de mandato en frente, el alcalde de Barcelona puede defender que, a pesar de todo, este primer año ha quedado lo bastante arreglado y, todavía más, que si no cuenta con socios de gobierno, en el último tramo no ha sido por culpa suya. Y también puede decir que queda menos para 2027, cuando, previsiblemente, vuelva a ser el candidato del PSC a la alcaldía. Y tal día, habrá pasado un año.