La apertura, la semana pasada, del nuevo paseo del Moll de Pescadors del Port Vell de Barcelona, ha comportado acercar a la ciudadanía dos espacios hasta ahora inaccesibles de la Barceloneta más marinera. Uno de ellos es la nueva Llotja de Pescadors, donde por medio de unas pasarelas se podrá ver en directo la subasta del pescado, además de disfrutar, más adelante, de una oferta gastronómica centrada en la cocina marinera. El segundo lugar inaccesible es la Torre del Rellotge, un espacio patrimonial histórico de la ciudad que hasta ahora estaba en zona portuaria restringida al público en general y que, de momento, se puede disfrutar desde fuera, pero está previsto que en uno futuro sea visitable su interior.
Desde el año 1979 que la Torre del Rellotge está incluida en el catálogo patrimonial con la protección como Bien cultural de interés local y, según la documentación extraída en el Portal de Información Urbanística de Barcelona, "la antigua linterna y el propio muelle de Pescadors son los únicos testimonios que quedan del Port Vell de Barcelona". El conjunto fue rehabilitado el año 1995. Arquitectónicamente, se trata de un tronco piramidal de 15,50 metros de altura por encima de un zócalo que añade unos cuatro metros más. Para hacerse una idea del tamaño, hay que apuntar que las cuatro esferas del reloj tienen cada una un diámetro de 2,50 metros. A falta que, más adelante, se pueda abrir su interior, esta es su historia, marcada por cuatro hitos históricos.
El primer faro de Barcelona
La Torre del Rellotge no era, inicialmente, una torre con un reloj, sino una torre con iluminación, es decir, un faro. En concreto, el primer faro del que dispuso el puerto de Barcelona, diseñado inicialmente en 1743 por el ingeniero Prosper de Verboom, -artífice de la Ciutadella y la destrucción de buena parte de Barcelona para construirla- en el marco de una ampliación del puerto y la necesidad de facilitar la entrada nocturna de los barcos. Eso sí, entre el diseño y la construcción pasaron casi treinta años, ya que no fue hasta 1772, con Verboom muerto hacía años, cuando se levantó el faro incluido dentro del edificio de la Capitanía del puerto.
Cuna del sistema métrico decimal
El año 1792 la Torre del Rellotge tuvo un papel importante en un hito primordial, la fijación del sistema métrico decimal. En concreto, la estructura del que todavía era el faro del puerto de Barcelona fue uno de los puntos geodésicos de la ciudad -junto con el campanario de la Catedral, la torre de Sant Joan de la Ciutadella y el castillo de Montjuïc- que sirvieron de referencia, por medio de triangulaciones, para las tareas de medición del meridiano que une Barcelona con Dunkerque y que llevaron a la fijación por parte del científico Pierre-Andree Méchain del metro como diezmillonésima parte del cuadrante del meridiano terrestre.
El origen del Paral·lel y la Meridiana
La actual Torre del Rellotge también tuvo un rol determinante en la construcción del nuevo Eixample, ya que Ildefons Cerdà, cuando diseñó el Eixample en 1860, quiso establecer dos avenidas, una que discurriera de sur a norte, y otra de este en oeste, dicho de otra manera, un meridiano y un paralelo. La primera fue relativamente fácil, porque solo tuvo que recuperar los cálculos de Méchain para establecer el sistema métrico decimal y, a partir de ellos, estableció la avenida Meridiana, que Cerdà hacía nacer a la actual plaza de Pau Vila, pero que finalmente quedó por encima del actual parque de la Ciutadella.
En todo caso, lo importante es que el punto de referencia para establecer el meridiano, concretamente situado en la longitud 2º 13' 45", era la Torre del Rellotge y marcaba el camino hacia el norte. Si siguiera todo recto, llegaríamos a Dunkerque, pero la verdad es que a la altura de la calle Garcilaso ya hace una curva que lo aleja del propósito inicial. Con respecto a la segunda avenida, Cerdà partió del mismo punto de origen, la Torre del Rellotge, para seguir el recorrido del paralelo de latitud 41º 22' 34", y dar así forma a lo que conocemos como la avenida Paral·lel, que marca el camino hacia el oeste, aunque a la altura de la calle Nou de la Rambla ya tiene una pequeña corrección en su trazado. En todo caso, lo importante es que el punto de referencia de las dos avenidas, así como el punto de virtual intersección es, efectivamente, la Torre del Rellotge.
De faro a reloj
El año 1906, aquel puerto inicial de Barcelona se había hecho tan grande que el faro había quedado rodeado de nuevas instalaciones portuarias, y por eso mismo había quedado obsoleto. Aquel año entró en funcionamiento el nuevo faro de Montjuïc, situado en un lugar mucho más elevado y que todavía hoy sigue prestando el mismo servicio. Fue entonces cuando, atendiendo a la voluntad vecinal, se decidió mantener la torre con una nueva funcionalidad, la de marcar las horas para información de todos los trabajadores portuarios y también de los barceloneses que lo podían ver -recordemos que las cuatro esferas de los relojes miden 2,50 metros de diámetro cada una.
Todo ello hace que la Torre del Rellotge de Barcelona no solo sea un monumento de importancia patrimonial, sino que ha tenido un papel histórico importante, cosa que hace que ahora que ha sido felizmente recuperado dentro de un espacio público para disfrute de la ciudadanía, pueda recuperar justamente su importancia y se le reconozca su valor. La recuperación, en todo caso, no será del todo completa hasta que no se abra el interior a las visitas. De momento, sin embargo, una escalera de caracol sin barandilla supone un impedimento por las actuales normativas de seguridad, a la espera de que en un futuro se puedan resolver. Barcelona ganaría así, del todo, un elemento histórico que ha estado demasiado tiempo alejado de la ciudadanía.