Con la apertura al público del nuevo mirador de la Torre de Urquinaona, la ciudad de Barcelona gana un nuevo mirador, aunque en este caso es de pago. En todo caso, gratis o pagando, disfrutar de las vistas de la capital catalana desde un lugar elevado es una afición muy habitual en una ciudad que, además, ofrece muchas oportunidades para hacerlo. Gracias tanto a su orografía, como a la existencia de numerosos rascacielos, no es nada difícil encontrar espacios donde poder ver la ciudad muy por encima y fijarse en mil y un detalles que no son visibles a pie de calle.
En Barcelona hay decenas de miradores, pero, como en todo, los hay más populares que de otros. Son bastante conocidos miradores como el de las baterías antiaéreas del Turó de la Rovira -los mal llamados búnkeres del Carmel- y la vuelta entera del Centre Comercial Arenas. También forma parte del circuito acostumbrado subir al Tibidabo para descifrar la red cuadriculada del Eixample o desde el MNAC ver todo el despliegue de palacios feriales de la avenida Maria Cristina. Pero hay más miradores, y muchos son suficientemente desconocidos para componer una lista que se aleja de los lugares comunes, con propuestas sorprendentes.
El mirador dedicado a Maria Aurèlia Capmany está situado en el lugarmás céntrico de la ciudad, en el mismo Ayuntamiento de Barcelona. Enclavado al Barri Gòtic, y, por lo tanto, con vistas de proximidad, tiene una historia lo bastante peculiar, ya que el mirador que corona el edificio Novíssim de la Casa Gran es producto de una grave irregularidad. Cuando se levantó esta parte del ayuntamiento, entre 1962 y 1969, se levantaron cuatro pisos más de los permitidos por la misma normativa del consistorio. Al ayuntamiento le costó dar ejemplo, pero finalmente, en el año 2001 se eliminaron los cuatro pisos superiores, habilitando en la cubierta un nuevo mirador. Con todo, no es accesible de manera regular, no obstante, sí que alguna vez se ha incluido en los circuitos visitables dentro de jornadas de puertas abiertas. Es el edificio más alto de la plaza de Sant Miquel.
Como su vecino, el municipal mirador de Maria Aurèlia Capmany, el mirador del Rei Martí no está abierto al público, aunque en algún tiempo había formado parte de la visita ordinaria del Museo de Historia de Barcelona (MUHBA). Además, es bastante posterior al rey que le da el nombre, ya que este murió en 1410 y la torre fue construida en 1555. Se especula que el nombre recuerde una torre anterior, esta sí, coetánea de Martín el Humano. Con sus cinco pisos quizás no es muy alto, pero era suficiente para la función para la cual fue levantado, hacer de torre de vigía que permitía observar la ciudad, y, por encima de las torres de las murallas, el exterior, especialmente la costa. Lo encontraréis en la plaza del Rei.
Si se trata de miradores de Montjuïc, los clásicos son la vista desde el MNAC, las vistas del puerto desde el camino de ronda del Castillo y el Mirador del Alcalde con su monumento a la Sardana. Con todo, más allá del castillo está el mirador del Migdia, orientado, como su nombre indica, hacia el sur. Eso permite una buena vista sobre todo el delta del Llobregat, las playas hasta Castelldefels, el aeropuerto y toda la conurbación urbana de la parte de Barcelona más allá de Montjuïc y l'Hospitalet de Llobregat. Para llegar basta con subir por la calle del Molí o bien seguir recto por el camino de ronda del castillo.
Para mirar por encima del hombro al archifamoso mirador de las baterías del Turó de la Rovira sólo hay que subir a la cumbre del Carmel, que es la colina más alta de Barcelona. Claro que subir no es tan sencillo ni tan llano como hacerlo a la Rovira, ni tiene el componente histórico del viejo barrio de barracas de los Canons, pero una vez arriba tampoco hay masificación ni hace falta hacer cola para hacerse un 'selfie'. Mucho más salvaje que la colina vecina también permite una vista en 360 grados. Para acceder hay varias rutas, pero la más habitual es la que sale de los jardines de Juan Ponce e ir siempre en dirección ascendente. También se puede acceder por el final de la calle de Font-Rúbia.
Bajando de la cima del Carmel o bien subiendo desde el Park Güell o simplemente accediendo por el Camí de Can Mora, en el barrio del Coll, se llega al mirador de Joan Sales, en honor al autor de la célebre obra 'Incerta glòria'. Está justo por encima del Park Güell y, por lo tanto, en época de gran afluencia turística no es extraño ver visitantes del extranjero haciendo fotos a diestro y siniestro. Con todo, sólo llegan los más atrevidos o los más despistados, porque queda fuera del circuito más monumental y clásico. En todo caso, la vista, como todas, vale la pena.
Otra vez lo mismo, aunque el referente clásico cuando se habla de baterías antiaéreas es siempre el Turó de la Rovira, también se pueden visitar los viejos emplazamientos que todavía permanecen en Sant Pere Màrtir, en Collserola, tocando ya a Esplugues de Llobregat. De las baterías sólo quedan los cimientos, justo por debajo de la torre de telecomunicaciones, pero la vista sobre la parte de Barcelona que se vierte al Llobregat y de la comarca del Baix Llobregat es de las mejores de Collserola. Para llegar se puede ir por la carretera de las Aigües hasta el Mirador de los Cipreses y empezar a subir hasta la cima o bien dar la vuelta por el club de Tenis Ciudad Diagonal y acceder por la otra vertiente de la montaña.
Este parque situado en la falda de Collserola es, de hecho, la cubierta superior de la gran cochera de TMB en Horta. Cuando se construyó el gran aparcamiento de autobuses se aprovechó para diseñar una cubierta ajardinada que ocupa un espacio de 20.000 metros cuadrados. Como se trata de un parque 'prefabricado' es prácticamente plano y se abre a Barcelona como un mirador justo por encima de la Ronda de Dalt para descubrir una vista que incluye desde las tres torres del Besòs hasta los Tres Turons de Barcelona. Se accede por la carretera de Horta a Cerdanyola, girando a la izquierda en la primera rotonda una vez superada la Ronda de Dalt.
El mejor lugar para disfrutar de las vistas elevadas de la Barcelona que mira hacia el Besòs -a excepción de los de la sierra de la Marina, ya en Santa Coloma de Gramenet-. Desde este mirador la vista abarca desde Montcada i Reixac hasta los Tres Turons, pasando por todo el tramo bajo del Besòs hasta el mar. Y justo encima está el falso castillo de la Torre del Baró, vestigio de una urbanización frustrada. Además, es relativamente accesible, con la estación de Metro de Roquetes a un cuarto de hora a pie. También se puede acceder desde el barrio de Canyelles por la Carretera Alta de Roquetes.
La gracia del Forat del Vent, situado a caballo entre Barcelona y Cerdanyola del Vallès, es que permite unas muy buenas vistas sobre Barcelona y el mar, pero prácticamente basta con dar un giro de 180 grados para ver cómo se abre el Vallès en el otro lado y descubrir que hay mundo más allá de Collserola. Colonizado por ciclistas los fines de semana, la mejor manera de acceder -a pie- es por el camino de Sant Llàtzer y después por la carretera de las Aigües. Muy cerca está el Coll de la Ventosa, con su puente de peatones por encima de la carretera que lleva al cementerio de Collserola.
El último en llegar a la lista. De hecho, hasta hace poco era sólo para disfrute de los privilegiados usuarios del edificio, pero también era un espacio visitable dentro del circuito de arquitectura Open House. En parte, el éxito de aquellas visitas ha hecho que ahora se haya abierto al público, eso sí, previo pago. El edificio, de estética brutalista, es un rascacielos de 70 metros de altura y 22 plantas que destaca por su ubicación, justo en la conexión entre el Eixample y Ciutat Vella, en la plaza del mismo nombre que el edificio. El mirador está situado en la planta 20 y permite vistas muy próximas de todo el llano de Barcelona.