Con la retirada de la estatua del negrero Antonio López y López hace dos años, el monumento a Cristobal Colón se erige hoy como el ejemplo más obvio —y, por lo tanto, más cuestionado— del pasado colonialista de Barcelona. Inaugurado con la Exposición Universal de 1888, el complejo escultórico dedicado al explorador genovés y la conquista de las Américas se ha vuelto un símbolo de la ciudad raramente cuestionado. Pero hoy, a raíz de las protestas antirracistas en los Estados Unidos y el derribo de estatuas de colonizadores, la posibilidad de retirar la escultura de Colón ha tomado suficiente fuerza para que la alcaldesa Ada Colau se refieraa ello; eso sí, para descartar sacarla, asegurando que es "un icono de la ciudad para bien y para mal".
Expertos consultados por la ACN se debaten entre derribar la escultura o mantenerla para revisar su significado, y coinciden en que la herencia del colonialismo y la esclavitud está más estrechamente ligada a la capital catalana que cualquier monumento.
La artista y activista peruana Daniela Ortiz explica que el monumento es una "muestra de agradecimiento" a Colón porque "es quien inicia el camino que permite el enriquecimiento de Europa a partir de la explotación de los pueblos del sur". Niega que la población blanca no sepa qué representa la estatua dedicada a Colón o a otras figuras claves del colonialismo; al contrario, cree que hay "una relación de admiración" porque "los europeos saben que se han beneficiado y siguen beneficiándose" del sistema que estos forjaron. Ortiz, quien ha dedicado parte de su obra a conectar el sistema colonial con sus ramificaciones más contemporáneas, asegura que este sigue funcionando "con las muertes en las zonas de frontera, con las deportaciones, la persecución de la venta ambulante, etc. "Es un monstruo inmenso", dice, "y los monumentos son parte de este monstruo".
Hace una semana, la líder de los comunes en el Parlamento de Catalunya, Jéssica Albiach, propuso la retirada del monumento a Colón y más tarde se retractó. La CUP es el único grupo municipal que ha defendido en repetidas ocasiones apartar la escultura. Pero Ortiz cree que "resguardar la estatua en un museo" no sirve para acabar con su simbolismo. Ella va más allá y apuesta por "tumbarla, vandalizarla y marcar un hito histórico para demostrar que eso se ha acabado".
El historiador Oriol López coincide y también cree que "hay que revisar el nomenclátor y los monumentos dedicados a personas vinculadas con el tráfico de esclavos o el colonialismo", pero apuesta por "no borrarlos del espacio público y contextualizarlos, explicándolos muy bien a la ciudadanía." López, impulsor de la primera ruta turística centrada en el legado esclavista de la ciudad, propone hacer "intervenciones artísticas que den una nueva explicación" a aquellas figuras históricas percibidas como problemáticas.
La fortuna de los Güell
La ruta esclavista, impulsada por el Observatorio Europeo de Memorias de la Universidad de Barcelona y ofrecida al público a través de la asociación Conèixer Història, acaba el recorrido en el pedestal donde hace dos años se erguía la escultura de Antonio López y López (la plaza, situada al final de la Via Laietana, todavía mantiene el nombre del que fue el primer marqués de Comillas). El otro gran nombre propio de la ruta, más presente en el imaginario colectivo catalán que López y López, ha conseguido esquivar la controversia: Joan Güell.
"Es sabido que [Güell] tenía plantaciones de algodón en Cuba", explica López. Aunque la implicación directa de Güell en el tráfico de esclavos no está tan contrastada como la de su contemporáneo negrero, está "sobradamente demostrado" que en sus plantaciones trabajaban de manera forzada esclavos venidos de África. La relación entre los dos "indianos" va más allá: la hija de López, Isabel, se casó con el hijo de Güell, Eusebi. La pareja fue a vivir al Palau Güell, obra de un arquitecto que encontró en Eusebi a su mecenas más célebre: Antoni Gaudí.
Según López, fijarse en el pasado de Barcelona —tal como hace la ruta esclavista— sirve para conocer los vínculos entre la expansión de la ciudad y las fortunas que provenían de las colonias americanas: "Los grandes nombres de la burguesía catalana de aquella época invirtieron este dinero ganado en las colonias en la expansión de la ciudad: nuevas industrias, nuevos bancos, fábricas, la construcción del Eixample". López reconoce que es una "memoria incómoda", pero cree que "estamos obligados a explicarla".
"Estas familias siguen siendo poderosas"
La doctora por la Universidad Pompeu Fabra y profesora en la Universidad Nacional de Australia Karo Moret explica que "muchas de estas familias siguen siendo poderosas, pero han sabido recogerse y ahora la gente ya no sabe qué cara tienen". Moret, que ha vivido 25 años en Barcelona, duda "profundamente" de que estatuas como las de Colón o Güell sean retiradas. "Es una parte de Barcelona que no se conoce", y añade, con ironía: "Barcelona es próspera porque es fantástica, porque los barceloneses son unos emprendedores impresionantes. ¿Pero hicieron daño a gente? ¡No! ¿Cómo van a hacer daño a nadie?"
Moret, quien investiga la influencia de la cultura africana en el conocimiento occidental, también cree que los monumentos dedicados a colonizadores tienen que retirarse porque "no son ejemplo de nada", pero asegura que lo más urgente es corregir el relato histórico hegemónico en las instituciones educativas. "Sigo sin entender que eso no se explique de manera general y normativa en la universidad", dice, y critica a la gente con estudios de máster y superiores que todavía se refieren a Güell y otros "indianos" como "emprendedores fabulosos". Y añade: "Si eso no se incorpora a la historia de Catalunya, no hay nada que hacer".