El escritor y periodista Antonio Baños Boncompain (Barcelona, 1967), vive a caballo entre Nou Barris y Sant Andreu, dos distritos al mismo tiempo separados y unidos por la Meridiana, una avenida que, en contraposición con la Diagonal, es la vía que une los barrios obreros con el centro de la ciudad. Enamorado de una Barcelona combativa y cascarrabias, acaba de publicar Barcelona no té solució (Viena Edicions, 2023), donde, a dos meses de las elecciones municipales 2023 reflexiona sobre la ciudad y de la relación de amor y odio de muchos de sus ciudadanos y establece un hilo conductor de un modelo de ciudad que crece de espaldas a sus vecinos y que va de Porcioles a Colau.

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Sin casarse explícitamente con ningún candidato electoral, ni siquiera con sus excompañeros de la CUP, Baños tiene críticas hacia los cuatro candidatos principales a las elecciones: Xavier Trias, Ada Colau, Ernest Maragall y Jaume Collboni, a los cuales les reprocha no haber enderezado la ciudad a pesar de haberla gobernado en un momento u otro. Y más allá del contexto electoral, el libro es también un torpedo en la línea de flotación de la Barcelona turística -solo hay que ver la camiseta con la que se presenta a la entrevista, con el lema Tourists, you're not welcome-, la Barcelona empresa donde los ciudadanos son trabajadores con derecho a sindicarse, o la burbuja 'expat', los extranjeros residentes con altas rentas incapaces de arraigar en una ciudad que, a pesar de todo, insiste en reivindicarse como barcelonesa, vecinal y catalana.

Señor Baños, en su nuevo libro, Barcelona no té solució, hace una serie de reflexiones críticas sobre la ciudad. ¿A qué responde este libro? ¿Es decir, ha habido algún momento de inflexión, algún tipo de epifanía?
Epifanía es la que tenemos los barceloneses cada día. Yo creo que hay una desazón sobre la ciudad, y Viena, que es una editorial que hace libros de Barcelona, vino a buscarme pensando que podríamos hablarlo. Esta desazón ciudadana que tenemos todos, que Barcelona no tiene modelo ni referente, que es incómoda, que está sucia, que es cara y que nos fuerza a marcharnos, choca con un discurso satisfecho de morir de éxito, la Copa América, el talento, las start-ups y los hubs y todo eso hace que este libro salga solo.

Antonio Baños en la Meridiana, la avenida que conecta los barrios obreros con el centro de Barcelona / Foto: Montse Giralt

La portada llama mucho la atención, Santa Eulàlia, Marina Ginestà, cócteles Molotov...
Es de Isaac Zamora, que hace esta cosa tipo años treinta y un poco manga. La idea es la Barcelona escindida. Por una parte, la Barcelona revolucionaria, el Raval, Marina Ginestà, la bomba Orsini, todo este imaginario de la Rosa de Foc, y por otra el hotel de lujo, las marcas de lujo e incluso Santa Eulàlia pidiendo un Glovo y el cutre modelo antiguo barcelonés. Tiene estas dos cosas de Barcelona y las dibuja muy bien, que es una ciudad muy bonita, que le encanta la estética, que se encanta a sí misma pero al mismo tiempo tiene una pulsión que lo quemaría todo.

La portada del libro 'Barcelona no té solució' es de Isaac Zamora / Foto: Viena Ediciones

Durante muchos años, con el procés sobre todo, se ha hablado de la figura del català emprenyat. ¿Existe el barceloní emprenyat? ¿Usted lo es?
Más que cabreado, diría que existe el barcelonés cascarrabias y gruñón, es uno de los rasgos del carácter barcelonés. Escribo lo que creo que nos pasa a muchos, qué la relación con Barcelona es una relación de tango o de bolero, que la amas mucho pero la quieres matar, pero quieres quedar con ella. Y sales a la calle y pisas una boñiga de perro y dices: ¡'Hasta aquí hemos llegado! ¡Aquí no se puede vivir"! Y giras una calle y de repente hay una casita de los años veinte, un parque, una visión estupenda del llano de Barcelona y dices que es el mejor lugar del mundo, no hay sitio donde vivir que no sea Barcelona. Esta escisión es un poco la de la portada, entre quererlo quemar todo y disfrutar de una manera extrema del orgullo de ser barcelonés, quizás demasiado extremo, esta ufanía pixapins creo que es parte esencial del barcelonés. Por eso digo que Barcelona no tiene solución porque el mismo barcelonés siempre está escindido entre una Barcelona que quiere, que sueña, la real, la que puede ser la que querría ser, la que nos deja Madrid, la que no nos deja Madrid... Siempre estamos desplazados, es una ciudad que no tiene el poder suficiente para ser lo que tiene que ser.

 

La tesis del libro es que Barcelona no tiene solución, pero que lucha. Y que si somos una empresa, tenemos que montar un sindicato.
La idea es que no tiene solución pero tiene futuro. Y ahora lo veremos en las elecciones. El título también va ligado con que todos veremos durante estos quince días de campaña cómo nos dan soluciones definitivas. El modelo olímpico fue la solución que parecía que ya se había acabado la historia en Barcelona, el fin de la historia de la ciudad, abierta y cosmopolita y no, va decayendo, van subiendo tensiones y va organizándose la gente. Y yo digo que nunca tendrá solución porque hay lucha. Por eso, si nos dicen que Barcelona es una empresa, es una marca, entonces nosotros no somos ciudadanos, somos trabajadores de la marca y si somos trabajadores nos tenemos que sindicar. La idea es que en lugar de ser ciudadanos y vivir la organización a través de asociaciones de vecinos lo hagamos a través de sindicatos como el de Llogateres. Vivir en Barcelona ya es un oficio, ergo, el sindicalismo es la manera natural de organizar a la gente.

 

Hay entidades que superan el funcionamiento de la asociación de vecinos, en Sant Andreu el rechazo al puerta a puerta se organizó al margen de la asociación de vecinos, entre otras cosas porque el presidente va en la lista de Barcelona en Comú.
Hay un discurso oficial, por ejemplo, en este caso sobre el reciclaje o la ciudad verde que es genérico pero no deja de ser impuesto. Y entonces una cosa como la del puerta a puerta, que teóricamente a todo el mundo le puede gustar, impuesta en un pueblo como Sant Andreu, que tiene unas características muy particulares, hace que esta paz social en cualquier momento en Barcelona tenga esta capacidad de autoorganización más allá de las asociaciones de vecinos, más allá de los discursos oficiales. Creo que son aquellas cosas que tanto que me hacen sentir orgulloso de la ciudad, que de un día para otro ves no sé cuánta gente parando un desahucio o protestando por esto, y después vuelven a casa.

Reparte contra el maragallismo en toda su extensión, contra Trias, contra Colau. ¿A dos meses de las elecciones, hay alguien bueno? ¿Cómo lo tiene que convencer un candidato para que lo vote?
Ahora ya es demasiado tarde. Quiero destacar que en el libro apunto que hay un hilo desde Porcioles hasta Colau, Barcelona es la ciudad que soñó Porcioles y ahora parece que la ciudad ha creado un modelo nuevo y no, todo lo que soñó Porcioles es lo que vivimos ahora. Y eso es importante destacarlo. Dicho esto, hay un problema con los cuatro candidatos principales. Un problema grave, que es que ofrecen soluciones cuando todos ellos ya han gobernado y no han aportado las soluciones que ahora ofrecen. Es decir, cuando Trias dice 'haremos tal cosa', ¿porque no lo hizo en su mandato? Lo mismo pasa con Collboni y lo mismo con Maragall y con Colau. Ya sé que cada uno ha gobernado en tiempos diferentes y que la realidad de ahora no es la de antes, igualmente, dar sensación de novedad es muy difícil cuando tú llevas en el gobierno municipal mucho tiempo, porque todos llevan mucho tiempo, incluso Colau desde el Observatorio DESC, la PAH y todo eso ya hacía política municipal desde hacía tiempo. Así que es difícil ilusionar, sorprender.

 

Dice que en Barcelona no tenemos puerto ni aeropuerto.
Es una ciudad que no tiene puerto ni aeropuerto. La Jefatura del Port de Barcelona está en la avenida Partenón de Madrid, que está donde está Puertos del Estado. Si tú no puedes gestionar ni el puerto ni el aeropuerto, ni puede gestionar grandes edificios ni infraestructuras, ni puede gestionar la reglamentación de las cosas que pasan en Barcelona porque es competencia estatal, te hace la idea de que también apunto en el libro que Barcelona tiene dos opciones y solo dos, o es una ciudad de provincias del Reino de España más grande que València y mayor que Soria, pero una ciudad más y te pliegas a las limitaciones y competencias que tienes. O Barcelona es la capital de una Catalunya con soberanía, ya no digo independencia, con cierta soberanía que puede ejercer como capital de un país. Si no, Barcelona seguirá siendo una gran potencialidad castrada constantemente porque no tiene el poder que necesita.

 

¿Barcelona es cada vez es menos catalana?
Yo creo que es un problema, porque el cosmopolitismo es el brazo ideológico del capitalismo global. No hay nada mejor en ser cosmopolita que en ser catalán, los cosmopolitas no son mejores personas ni son más listas, básicamente son más ricas que un indígena. Una ciudad cosmopolita no quiere decir nada. Barcelona es cosmopolita desde siempre, ya hay registros, en el libro cito Tudela, un judío aragonés que vino en el siglo XII, que ya hablaba de que aquí está lleno de egipcios, de libios, italianos, balcánicos. En Barcelona por descontado que vive todo el mundo, sin embargo, o es una ciudad de provincias, es decir, en cualquier caso no catalana, y se pierde en el marasmo de ciudades globales, ciudades turísticas, ciudades balneario y ciudades parque de atracciones o apuesta para ser una ciudad catalana, ser la capital de Catalunya, y entonces se puede destacar tanto en el mundo como en Catalunya. Yo creo que la solución de Barcelona es Catalunya. Porque donde están las industrias barcelonesas está en Catalunya, donde está el talento de verdad de Barcelona es en la gente que baja de Vic a estudiar aquí o del Berguedà a trabajar aquí, donde tienes los recursos naturales, las salidas logísticas, es en Catalunya donde se puede destacar porque es tu cultura madre, es la catalana. Lo que te destaca es que eres catalán. Entonces yo creo que la solución a Barcelona sería menos Barcelona y más Catalunya. Había aquel sentido político que Barcelona era del PSC y el territorio era de Convergència y se creó una escisión un poco esquizoide. Ningún barcelonés podía ser demasiado catalán porque entonces ya era demasiado convergente y la catalanidad siempre era convergente, no podías ser catalán y de izquierdas. Entonces se dividieron como la Alemania del Este y la Alemania Federal, el Área metropolitana era roja, española, charnega, cosmopolita y tal, y lo otro era el territorio que eran cabras, vacas y barretinas y aplecs. Lo he ridiculizado, pero no mucho, es el mapa, la relación de Barcelona con Catalunya y eso se tiene que romper. Económicamente, es ridículo, social y culturalmente es patético. Pero es la apuesta de los partidos que se repartieron el poder desde hace 40 años.

Donde está el talento de verdad de Barcelona es en la gente que baja de Vic a estudiar aquí o del Berguedà a trabajar aquí"

¿Habla de Marcalona, el parque temático, la Barcelona Potemkin, como se arregla todo eso?
Es la Barcelona de fachada, todo el mundo lo sabe, la moda de tirar el edificio y con una fachada modernista haces un loft de lujo o un hotel que no tiene nada que ver arquitectónicamente y es un poco el espíritu de la ciudad, dejar las fachadas y tirar todo lo que pudiera de valor interior. Por ejemplo, se magnifica Gaudí y el modernismo, pero se esconde la tradición de lucha obrera. Se deja una chimenea allí perdida, pero no se explica quién era el Noi del Sucre, quien era Layret. Esta reducción a la fachada, al torero de trencadís que sería el culmen de esta locura semiótica, ¿como se arregla? Volviendo a ser más barcelonés, que es un poco ser más catalán a la manera barcelonesa. No es una cuestión identitaria. Te puedes llamar Rashida o Wilson, te puedes llamar de cualquier manera y sentirte profundamente barcelonés y arraigado. No es una cuestión de origen, es una cuestión de continuidad y de voluntad. Si la ciudad está hecha para estar y no para vivir, si es una ciudad para pasavolantes, los que vivimos aquí también pasamos por aquí. En cambio, si le das esta idea que Barcelona es para vivir, para criar a la familia, para subir a los hijos, para subir un negocio, que si naces en un barrio igual te quedas allí toda la vida porque te gusta, porque has echado raíces, es todo lo contrario del cosmopolita que está cinco años dando giros. Si volvemos a esta idea, volveremos a una Barcelona mucho más auténtica y aquí sí que se desarrollan los talentos, los negocios. Se desarrollan muchas ideas que no se pueden hacer en una ciudad de fachada.

Antonio Baños en el Parc de la Pegaso, una antigua factoría reconvertida en parque en el distrito de Sant Andreu / Foto: Montse Giralt

¿La chimenea no nos deja ver el barrio?
Sí, la chimenea no nos deja ver el barrio. Se ha preservado aquello de la memoria, que también es un término muy viscoso. Se preservan cosas, pero no se preserva lo que es más importante, que es que en Barcelona se tiene que poder vivir y eso tiene que ver con la vida social. Un barcelonés tiene que poder acceder al Fossar de les Moreres, en el centro histórico, como propio y no como un señor que va dando codazos porque vas a hacer una gestión. Hemos perdido los lugares de memoria no histórica, memoria simbólica. Incluso la plaza Catalunya, por donde ibas de pequeño a pasear, las Ramblas ya ni te digo. Los lugares donde de padre a hijo se repetían una serie de rituales iniciáticos que te hacían ser barcelonés. Ir al Forn Mistral, ir a comprar el roscón, las Golondrinas, que parecen tonterías pero que crea una continuidad y una especie de arraigo y todo eso se pierde y vas a franquicias de cualquier lugar. Entonces ser barcelonés no es una manera de vivir si no que es una circunscripción, y así se pierde toda la potencia que tiene una ciudad. Porque la ciudad no es un lugar donde dejas las cosas, es un lugar donde tú vives.

Las ciudades con menos renta y con más dificultades para vivir son las ciudades turísticas, y eso lo estamos viviendo ahora en Barcelona"

¿Escuche, qué le han hecho los turistas y los expats?
Los turistas fastidian y una cosa que no puedo sufrir es como se despistan, que los tienes que ir apartando. Es un auténtico fastidio, estamos hablando de un millón trescientos mil habitantes y veintitrés millones de pernoctaciones entre turistas y visitantes. Por cada barcelonés tenemos 23 personas que no pagan los servicios. Cuando subes al bus, la mitad la pagas con el billete y la mitad con impuestos. Un turista que sube al bus paga la mitad. Todos estos plásticos que tiran, no pagan la basura, no pagan el agua. Ahora que estamos con decreto de sequía, ya me dirás tú todas las piscinas de rooftop, ellos no pagan, no hacen nada y extraen servicios de la ciudad de Barcelona. Es decir, son un mal negocio. El turismo es un mal negocio. El turismo arruina la ciudad donde pisa. Lo hemos visto en Balears, lo hemos visto en la costa catalana. Las ciudades con menos renta y con más dificultades para vivir son las ciudades turísticas y eso lo estamos viviendo ahora en Barcelona. Y los expats son la variación diabólica, esta figura que dicen talentosa, que no sé como saben cuándo viene alguien a Barcelona quien tiene talento y quien tiene que ir al CIE, porque esta es la cosa, hay una división racista y absolutamente clasista en el discurso oficial, incluso el de Colau, que dice si tú eres negro y eres pobre, no tienes talento para nada. Entonces es muy posible que acabes en el CIE. Si tú eres negro pero eres rico y tienes un ordenador MacBook, pues vas a unas jornadas Welcome Barcelona. Ir al CIE o ir al Welcome Barcelona depende de la pasta que tengas. Eso es terrible. Todo es una gran operación, básicamente inmobiliaria, para traer una serie de gente muy joven, hasta 40 años, que tiene una media de cinco años de estancia en la ciudad que buscan estar, no vivir. Para un político está muy bien un expat, no te pedirá nunca un pipican, no te pedirá nunca un hogar de ancianos, no te pedirá nunca un local para la colla bastonera, porque nada de eso les importa un rábano. No querrán proteger un árbol singular o la casa de un artista o de un escritor donde nació porque no sabrán nada de nada, solo quieren unos cafés un poco modernos y quince minutos en la playa y unas bicicletas asequibles, tampoco quieren un CAP porque tienen mutua. Ni necesitan pediatría ni geriatría. Y además, no protestan porque no hacen asociaciones de vecinos, no hacen caceroladas. Además, no hablan catalán ni quieren jardín de infancia, ni necesitan programas de inserción de aula de acogida en catalán. Todo en inglés y no se quejan. Y si la cosa está sucia, todavía lo encuentran pintoresco. Y yo hago la ficción de sacar a los barceloneses que somos muy molestos y pondría una ciudad de expertos que, por cierto, estamos hablando de cincuenta mil expats, que es todo el Poblenou. Parece anecdótico, pero no lo es, y los movimientos inmobiliarios que hay detrás de este movimiento de cosmopolitas son muy brutales.

 

¿Cuál sería su consejo para los barceloneses que quieren marcharse?
Es un drama. Todos tenemos amigos, sobre todo con criaturas pequeñas, que han decidido marcharse, pero rompiéndose el corazón. También hay gente que no puede vivir en el barrio de los padres. Buena parte de los cuidados las hace a la familia, vivir cerca de los padres es un deseo muy barcelonés también. Poder ir a cuidar, que ellos te vengan a cuidar a las criaturas. Hay un estudio que dice que en 2050 ya no vivirá nadie en Venecia, ya no vivirá allí ningún veneciano. Porque vivirán todos fuera e irán a hacer de pizzeros o gondoleros y a las siete de la tarde para casa. Será una ciudad parque de atracciones. Yo no sé si Barcelona lleva camino de ser una cosa así o estoy exagerando. En cualquier caso, la sensación de hacer vecindario, que donde vives estás a gusto, podrás hacer vida, podrás subir a los críos, hacer amigos, todo eso está destruido. Si cada cinco años te suben el alquiler, no puedes vivir cinco años en el mismo lugar.

Hay una parte de optimismo, estoy viendo una conciencia ciudadana más clara, después del taco y la rabieta, que cada vez hay más conciencia de que Barcelona todavía se puede salvar"

La otra parte de la pregunta es qué consejo tiene para los barceloneses que nos queremos quedar.
¿Los que nos queremos quedar? Organización. Hay una parte de optimismo, estoy viendo una conciencia ciudadana más clara, después del taco y la rabieta, que cada vez hay más conciencia que Barcelona todavía se puede salvar. El otro día Resistim al Gòtic, que ya el verbo es muy interesante, que el verbo sea resistir, hicieron una calçotada y ocuparon la plaza Reial. Igual que durante la pandemia, los niños ocupaban espacios turísticos. La recuperación del espacio forma parte de la recuperación de nuestra vida en la ciudad. Y estoy esperanzado que esta parte de la de Barcelona de Marina Ginestà y la lucha organizada, en breve vuelva. Si hemos aguantado 2000 años, mal será que sea nuestra generación la que pierda la ciudad. También mal será que perdamos el catalán y la Barcelona catalana. Siempre hemos estado en minoría los organizados y los que queremos la ciudad para nosotros. Pero eso no quiere decir ningún tipo de pureza, desde la contaminación propia de gentes y de acentos y de orígenes que tiene Barcelona, creo que la conciencia de donde somos sí que se recuperará. ¡Y todo gracias al libro!

'Tourists, you're not welcome,' la camiseta de Antonio Baños contrapuesta al anuncio de una promoción inmobiliaria / Foto: Montse Giralt