Ernest Maragall i Mira (Barcelona, 1943), presidente del grupo municipal de Esquerra Republicana de Catalunya en el Ayuntamiento de Barcelona, anunció en el último plenario y de manera inesperada que el pleno de diciembre sería el último de su larga trayectoria política, ya que sería el de la renuncia efectiva del acta de regidor y, al mismo tiempo, su último acto en la política activa en la que ha sido concejal del Ayuntamiento de Barcelona en dos etapas bien diferenciadas, la primera de 1995 a 2004 integrado en el PSC bajo los mandatos de su hermano Pasqual y de Joan Clos, y una segunda de 2019 a la actualidad como jefe de filas de ERC, con quien ganó las elecciones pero no alcanzó la alcaldía.
Maragall también ha sido diputado del Parlament en varias etapas (2003-2004, 2006, 2010-2012, 2018-2020 y 2021-2023), eurodiputado (2014-2016) y conseller d'Educació (2006-2010) bajo la presidencia de José Montilla y conseller d'Acció Exterior, Relacions Institucionals i Transparència (2018), en el ejecutivo de Quim Torra. Todo ello, casi 40 años como servidor público que le permiten tener, a poco más de un mes de cumplir 81 años, una amplia perspectiva de lo que ha sido la vida política en Barcelona y en Catalunya y constatar que su última etapa política ha sido marcada por una "situación de excepcionalidad" que se ha cerrado con un acuerdo de investidura con el que acaba el "periodo de represión" gracias a una fórmula con la que "Catalunya ha salvado a España de sí misma, de sus propios demonios" y concluye que, precisamente por eso, "ahora era un buen momento" para marcharse.
Señor Maragall, anunció la decisión de renunciar como concejal en el pasado pleno municipal. Para mucha gente fue una sorpresa. ¿Usted ya tenía pensado no acabar el mandato?
No de entrada. Hay un periodo de reflexión asociado al conjunto de los acontecimientos de los últimos meses de todos los procesos electorales. Empezando por las municipales, que obviamente son un mensaje en sí mismas, y después las españolas y la situación que a partir de allí se generó de apertura de un nuevo periodo, de una nueva posibilidad para este país. Y por lo tanto, también la evidencia que lo que pasara en el Ayuntamiento de Barcelona ya estaba conectado con todo eso. Eso configuraba un escenario nuevo y, por lo tanto, me pareció que era un buen momento para no alargar una provisionalidad que en cualquier caso, un día u otro se tenía que plantear. Y ahora que el país afronta una nueva posibilidad, una nueva esperanza, un nuevo periodo de ambición colectiva, a partir del final del periodo de la represión y el principio del periodo de la democracia, para entendernos, pues me pareció que era un buen momento.
Usted habló en su momento de una decisión estrictamente personal. Querría preguntarle si hay causas políticas.
Hay una determinada reflexión política que es esta, constatar que para Esquerra Republicana muy especialmente y muy explícitamente, hemos dado sentido a lo que hemos hecho los últimos años. Y este sentido ahora empieza a haber posibilidades de ofrecer resultados o de ganar nuevos, no ya a la defensiva, no simplemente de defender nuestro derecho de existir y de ganar el combate contra la represión, que es lo que hemos hecho, sino que ahora es hora de construir país. Y de construir, de definir horizontes, como el de la autodeterminación. Y con eso, a mí me parece que también es obvio que la capital de Catalunya, es decir, Barcelona, tiene un papel, y por lo tanto es bueno que Esquerra pueda definir con toda la libertad y con toda la ambición posible las estrategias y las formas, las fórmulas, los liderazgos y las responsabilidades con que afrontar esta magnífica etapa que tenemos por delante.
Su salida del Ayuntamiento, ¿es su salida de la política activa?
Sí. Mi presencia en la política activa de estos últimos años también tiene que ver, de una forma u otra, con el periodo de represión. Es decir, que hay una cierta excepcionalidad. Yo digo que el país estaba en un estado de excepción, lo ha estado durante seis años. Participaciones alargadas, como la mía, en la vida política activa, también en alguna medida responden con esta circunstancia. Hay momentos en que es más difícil decir que no, o simplemente hacer abstracción o mirarse cómodamente desde casa lo que pasa en tu entorno.
En 2019 ganó las elecciones, estuvo a punto de ser alcalde de Barcelona. En 2023 tenía un pacto con Trias por el cual entraba en el ejecturivo municipal. ¿Se ha quedado con las ganas de poder ejercer dentro del gobierno municipal?
Siempre me he puesto con una mentalidad de gobernación, de poder sacar adelante una estrategia, una visión, una determinada manera de entender la ciudad y de dar respuesta desde la responsabilidad institucional. Pero la política es así, las circunstancias son las que son. Yo puedo denunciar, puedo criticar y puedo explicar, y puedo identificar claramente las causas y el porqué y quien ha tomado las decisiones y de quien son las responsabilidades. Pero eso no cambia. Forma parte de una determinada, en algún sentido horrible, normalidad democrática. Me he quedado sin poder constatar si era o no capaz de añadir alguna cosa a la gobernación de esta ciudad. Lo hemos tratado de hacer y lo hemos hecho desde fuera, no desde el gobierno, trabajando por el interés de la ciudad. En el grupo de Esquerra Republicana, los concejales y concejalas, los consejeros de distrito, en estos años y ahora también han hecho un trabajo extraordinario de contacto, de presencia, de explicación, de restitución de cuentas, de traslado de reivindicaciones. De iniciativa y de temas de barrio, de ciudad, de urbanismo, de educación, de derechos sociales, en todos los ámbitos. Si ahora pudiéramos repasar el catálogo de trabajo hecho, no me podría sentir más orgulloso, aunque no tiene esta evidente característica esencial que es estar en la gobernación.
Si ahora pudiéramos repasar el catálogo de trabajo hecho, no me podría sentir más orgulloso"
¿Qué le habría gustado hacer si hubiera sido alcalde de Barcelona? ¿Cuál habría sido el legado del alcalde Ernest Maragall?
Esto es absolutamente especulativo, pero creo que habría tratado de poner la ciudad en el camino de la recuperación de la propia personalidad, de no dejarse arrastrar por las tendencias sociales y económicas. Y, por lo tanto, de no dejarnos comprar. Barcelona nos la quieren comprar. Es tan buena y tan magnífica que mucha gente la quiere comprar y en alguna medida lo consigue.
Con su renuncia, ¿cómo queda el grupo municipal? ¿Quién será el presidente o presidenta?
Todas estas cuestiones son las que precisamente Esquerra Republicana, como colectivo y como personas, como grupo habrán de ir decidiendo. Hay unas situaciones claras, hay un punto de partida perfectamente definido, hay legítimas aspiraciones de quien corresponda. Hay una perspectiva de cara a 2027 que también está para explorar y para abrir en alguna medida. Hay trabajo, pero trabajo magnífico en frente, que seguro que lo cogerán los que les toca, que es el grupo municipal, la Federación de Barcelona, Esquerra Republicana en general, porque Barcelona es demasiado importante.
En todo caso, Elisenda Alamany sí que se ha postulado, ya, para ser su relevo.
Eso forma parte de este escenario en que normalmente estamos situados y no faltaría más.
¿Es demasiado pronto hablar de candidato para el 27?
Es demasiado pronto y a mí no me toca ni hablar de lo que tenga que pasar el mes que viene. Yo ya no soy quien tiene que opinar, decidir, influir, ni intervenir en ninguna medida con todo esto, en ninguna de estas decisiones.
Le preguntaré igualmente por lo que puede pasar el mes que viene, o mañana, o los próximos meses. ¿Esquerra Republicana tiene que entrar en el gobierno municipal? ¿Tiene que articular un gobierno progresista con los comunes?
Es otra de las decisiones que Esquerra Republicana se tiene que plantear y que seguro que sabrá contestar oportunamente. Una de las razones por las cuales yo creo que ahora es un buen momento por tomar la decisión que he tomado es, por ejemplo, eso, porque ahora parece que hay un periodo posible de reflexión, debate y relación que permita, cuando sea, cuando toque, tomar las decisiones más adecuadas. Pero el ritmo que se ha impuesto también desde la propia gobernación de la ciudad, del grupo socialista y de su alcalde es este. Si hubiéramos tenido que tomar una decisión esta semana, pues probablemente me lo habría pensado de otra manera. Pero visto que no es el caso y que precisamente estamos en un escenario más de ritmo lento en este terreno, pues muy bien. Que se siga y que lo hagan con las mejores condiciones.
La sensación es que nadie tiene prisa en este sentido. ¿Ustedes quizás son los que menos prisa tienen?
Seguramente, sí. Al menos eso es lo que ha parecido durante estos meses, en los que ha habido una especie de subasta pública para ver quién ofrecía mejores condiciones para conseguir el acuerdo y la entrada en el gobierno. A partir de ahora, una vez consolidada la situación en España, y una vez definido, por cierto, no menor, una cierta expectativa de legítimo y de necesario debate democrático de cara a las elecciones catalanas, pues es un año que todo el mundo en Barcelona y Esquerra Republicana también, decida cuál es su rol, de qué manera quiere estar presente y cómo quiere participar. Ahora puede hacerlo con todas las garantías de decisión autónoma y de tener en cuenta todas las consideraciones que el debate aporte.
¿Podemos esperar que haya una decisión inminente por parte de Esquerra de entrar en el gobierno?
No sé cómo irá. Creo que es bueno tener iniciativa, siempre. Pero es obvio que aquí hay una responsabilidad primaria que es del gobernante, en este caso, de Collboni y de su grupo socialista. Es lo que iremos viendo, yo también desde fuera, en las próximas semanas y meses.
¿Qué piensa del alcalde Collboni? ¿Qué opinión le merece en estos primeros meses su gobierno?
¿Podemos hablar de un gobierno? ¿Es un gobierno? Yo creo que no. Es un encargado provisional que con una dosis de audacia y de irracionalidad ha llegado a un determinado hito de conquista de la silla, pero de eso a ser un gobierno, y todavía menos a estar en condiciones de ofrecer una globalidad, una visión, un proyecto por la ciudad, hay una inmensa distancia, que de momento no hemos ni empezado a recorrer. Una cosa es gestionar, ir tomando decisiones una por una, contentar a unos, pactar con otros, etcétera. Quizás sí que alguien intenta consolidar eso como si fuera la normalidad. Si es una normalidad, eso implicaría una renuncia de Barcelona a saber quién es, a tomar la iniciativa, a poner sobre la mesa grandes proyectos y estrategias, a definir cuál es el rol como capital del país, a ser la gran capital europea que podemos ser.
¿Esta es su segunda etapa como concejal, tuvo una primera con el PSC, qué relación tiene con el Partit dels Socialistes y qué recuerdo conserva de aquella primera etapa en el Ayuntamiento?
De aquella primera etapa como tal, como función de representación y de gobernación, entonces sí, pues guardo un recuerdo de absoluto apasionamiento no exento de contradicciones y de dificultades, pero, vaya, estábamos en un momento disfrutando de la mejor capacidad de la ciudad colectivamente para ser ella misma, para proyectarse en el mundo después del hito olímpico y una vez constatado que éramos capaces de construir, añadir, crear. Y además era muy explícitamente un trabajo colectivo y compartido con la ciudadanía, con los sectores económicos, con los sectores culturales. Era una ciudad que hervía y en todo caso diría que lo único que teníamos que hacer era saberla entender, escuchar y acompañar. Y a mí me parece que ahora estamos en una situación muy diferente. Y parece también que este PSC que ahora gobierna tiene poco que ver con aquel PSC que sabía interpretar y escuchar a la ciudadanía y al conjunto de los retos que la ciudadanía tenía planteados gracias a su propia ambición.
Este PSC que ahora gobierna tiene poco que ver con aquel PSC que sabía interpretar y escuchar a la ciudadanía"
ERC gobierna la Generalitat por primera vez en esta etapa democrática, como ya lo había hecho en anteriores etapas democráticas. ¿Lo está haciendo bien? ¿Está teniendo una situación muy complicada el president Pere Aragonès?
Cuando hablo de cambio de etapa estoy hablando también de esto. Esquerra Republicana ha aguantado este país en estos años, ha sido capaz de conducir el país en esta travesía del desierto cuando otros se han refugiado en el exabrupto, el griterío o la renuncia. Este país ha sido capaz de ganar la batalla contra la represión y hacerlo explícitamente y muy concretamente de la mano de Esquerra Republicana. Y no es que eso dé ningún derecho especial, pero como figura para el país en una situación nueva, que es lo que define el nuevo periodo, en el que podemos hablar de autodeterminación, en el que podemos hablar de recuperación de poder real, de dosis de soberanía desde el punto de vista de capacidad de decisión. Y todo eso es porque lo hemos sabido hacer y esto tiene unos costes. Esquerra Republicana ha tenido que asumir el coste de su propia responsabilidad. A mí me parece que esta es una inversión de país indiscutible. Y las últimas elecciones españolas han puesto de manifiesto un poco esto. Hasta qué punto, si se nos permite, Catalunya ha salvado España de sí misma, de sus propios demonios y lo ha hecho con el voto independentista, no solo de Esquerra, del conjunto del voto independentista que ha dicho hoy lo que toca es impedir que la España negra tome el poder y eso, por cierto, hace del Estado español una cierta excepción entre comillas progresista con un escenario de oleada claramente conservadora o incluso de extrema derecha. Este es el caballo que está montando Esquerra Republicana. Ahora lo hacemos acompañados, o más acompañados, magnífico, buena noticia. Somos capaces, con esta fuerza sumada, de pasar de la defensiva al ataque en el sentido positivo y constructivo.
¿Este acuerdo de investidura puede beneficiar a Catalunya, pero en qué beneficiará a Barcelona?
De entrada beneficiando a Catalunya seguro que beneficia a Barcelona. Hay determinadas líneas de los acuerdos alcanzados que tienen una relación absolutamente directa con lo que pase en Barcelona, ¿o es que el servicio de Rodalies no tiene que ver con Barcelona? No solo tiene que ver, es que es una manera de definir, precisamente, Barcelona, su característica central. Que hacen falta, también, aquí, nuevas maneras de entender la cuestión de la realidad metropolitana y de cómo los sistemas ferroviarios y de transporte público tienen que servir al conjunto de este país cada vez más metropolitano. Por eso, Barcelona es, de alguna manera, el sujeto central de estas nuevas posibilidades. O cuándo hablamos, del refuerzo especial de las políticas de investigación. ¿Dónde está la investigación? Está en toda Catalunya. Pero en Barcelona hay un peso específico indiscutible de eso.
¿Me puede resumir brevemente cuál es el balance que hace usted de su trayectoria política?
He dicho antes que la última etapa se responde a una situación de excepcionalidad de país, pero yo creo que durante los años en que eso no era exactamente así, es una trayectoria que ha tratado de contribuir a crear país, a construirlo. Contribuir, yo creo, desde una posición siempre de formar parte de un colectivo, de ser parte de un proyecto de país. Y tratando de mantener unas últimas convicciones desde el catalanismo político, y que esto tuviera plasmación no solo con la retórica o con las declaraciones, sino también en las políticas en las cuales he tratado de estar implicado. Seguramente los dos grandes periodos, desde este punto de vista, que son la condición de concejal del Ayuntamiento, como las asociadas a los gobiernos progresistas entre 2003 y 2010, son periodos en que estábamos tratando de transformar, de añadir, de crear. No quiere decir que lo hayamos hecho todo bien, ni que fuera todo perfecto ni mucho menos, pero yo creo que si tuviera que resumir es servidor público que trata de añadir alguna cosa al capital común del país.
¿Su marcha significa el fin de la estirpe política de los Maragall?
No se sí se puede hablar de estirpe o se puede hablar de una determinada generación que hacía o trataba de hacer eso que le decía ahora, pero este país, afortunadamente, está lleno de estirpes y está lleno de ciudadanos y de ciudadanas con capacidad, de manera que es parte de esta renovación de la cual estoy hablando. Es bueno que sea así, es bueno que dejen de pasar unas cosas o que deje de haber unos determinados protagonismos y aparezcan nuevos. Y eso es lo que un país como el nuestro y una ciudad como la nuestra pide.
Me gustaría acabar la entrevista preguntándole por su hermano Pasqual. ¿Cómo está?
Está en casa. Está enfermo, lo sabemos todos, pero está bien.