El día 15 de mayo es el World Craneflies Day (día mundial de la mosca grúa) y coincidiendo con este día, vale la pena explicar la historia de la mosca que lleva el nombre de Collserola, la sierra de Barcelona donde se encuentra el parque natural donde se vio por primera vez hace un año y medio. El padre del hallazgo de esta especie única en el mundo es Jorge Luis Mederos, biólogo entomólogo, especializado en moscas e investigador del Museo de Ciencies Naturals, que en otoño del 2022 descubrió una nueva especie de insecto al parque natural de Collserola, concretamente en la zona de Les Planes. Se trataba de una mosca grúa nunca vista antes, una nueva especie del subgénero de Glochina proveniente de la familia de las limoniidae (moscas grua), que bautizó como Dicranomyia (Glochina) collserolae. Este hallazgo, publicado en el portal científico Research Gate, se hizo en el marco del proyecto Biodiversidad Insecta Collserola, al cual dan apoyo el Consorcio del Parque Natural de Collserola, la Fundación del Zoo de Barcelona y el Museo de Ciencies Naturalss de Barcelona (MCNB).

¿Qué son las moscas grúas?

Las moscas grúas adultas son insectos dípteros (solo tienen dos alas funcionales en vez de cuatro) también se conocen como típulas, moscas grúas, mosquitos gigantes o zancudos gigantes. Las moscas grúas parecen mosquitos, de mayor tamaño, pero no lo son: no pican ni se alimentan de la sangre, sino que son insectos completamente inofensivos, no transmiten ninguna enfermedad y se alimentan del néctar de las flores, contribuyendo a la polinización.

La mosca Collserola "es una especie endémica solo del parque, una especie nueva para la ciencia que solo se encuentra aquí en todo el mundo," explicó Mederos recientemente a betevé. ¿Sin embargo, cómo es esta mosca única?, se trata de una típula pequeña, delgada y grisácea, que podría confundir con un mosquito si no fuera por sus patas largas y delgadas. Según la describió Mederos en el estudio publicado en Research Gate el 9 de enero de este año, en un lenguaje más científico, "es una Dicranomyia (G.) collserolae n. sp. que se caracteriza por los siguientes caracteres: coloración general gris a gris oscuro, pruinoso plateado; tórax con cuatro franjas longitudinales de color gris moreno en el prescutum; alas subhialinas en marrón pálido; macho con hipopigio marrón amarillento, con dos espinas rostrales en la parte dorsal media del rostro del gonostilo interno". Mederos explica en su estudio que esta es la séptima especie de este subgénero registrada en la Península Ibérica y el estudio proporcionaba una clave ilustrada para separar las siete especies de Dicranomyia (Glochina) que ahora se registran de la península Ibérica y las Islas Baleares.

Según explica a betevé, Mederos encontró diez ejemplares de moscas grúa denominadas científicamente Dicranomyia collserolae, que forman parte de la colección general del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona junto con todos los datos que se conocen para que en un futuro cualquier investigador las pueda consultar. Aunque Mederos sube periódicamente a Collserola para obtener muestras de la biodiversidad y ver qué insectos y arácnidos hay actualmente en el parque, ahora hace meses que no ha vuelto a capturar ningún espécimen de la mosca Collserola, un hecho que él explica por qué podría ser que viviera bajo tierra como larva durante años y los adultos solo salieran una vez cada varios años. Las moscas grúa o típulas contribuyen a la polinización, y por eso es importante preservar esta especie, porque la pérdida de una mosca puede provocar una reacción en cadena al ecosistema, explica Mederos. "Pierdes un polinizador, la planta no encuentra otro polinizador adecuado para reproducirse y, en consecuencia, pierdes esta planta. Y así sucesivamente: especies relacionadas con esta planta también se pueden perder", argumenta.

La importancia de estudiar los insectos

Para Mederos, estudiar y conocer la biología de los seres vivos, también de los más pequeños, es fundamental para entender lo que pasa a nuestro alrededor, y entender los efectos que tienen para la naturaleza, porque "muchas especies de insectos sirven como bioindicadores para constatar el cambio climático o también cambios microclimáticos, como que un ambiente esté afectado por algún contaminante. "Cuando ves que alguna especie no aparece en la época que corresponde, eso es un indicador", explica Mederos, que destaca que "hay mucha pérdida de especies en todo el mundo, y se quiere acelerar el proceso de conocer lo que tenemos". El problema, según constata el entomólogo, es garantizar el relevo generacional en este ámbito de la ciencia que estudia los insectos, porque "la gente joven no se forma en esta especialidad, porque sencillamente no hay trabajo y cada vez faltan más especialistas a todo el mundo" añade.