Hace medio siglo, el crecimiento de la red de Metro de Barcelona vivía un importante impulso. A finales de los sesenta y principios del setenta, el llamado 'desarrollismo' supuso un impulso económico que permitió el desarrollo de la red de transporte público subterráneo y la concreción de los planes que acabarían configurando la red actual, descartando otras posibilidades. En este contexto se decidió el cierre de la estación de metro de Correos, la estación situada bajo la plaza de Antoni López, en la parte inferior de la Via Laietana, para poder trabajar en la prolongación de la línea hasta la estación de Barceloneta.

Cartel informativo del cierre de la estación / Manuel Marina

La estación dejó de prestar servicio tal día como hoy de hace cincuenta años, el 20 de marzo de 1972, y desde entonces que tiene la consideración de 'estación fantasma', es decir, una estación en desuso que, en parte, ha quedado congelada en el tiempo como vestigio de otra época. Todavía hoy, fijándose con mucha atención entre la oscuridad, el usuario de la L4 en dirección La Pau puede intuir los restos a medio camino entre Jaume I y Barceloneta. Correos abrió en 1934, lo cual quiere decir que estuvo en servicio 38 años, muchos menos de los que lleva haciendo vida de fantasma.

En el momento de su apertura, la estación funcionaba como origen y final del ramal del Gran Metro que bajaba por la Via Laietana, ya que aquella línea, origen del actual L3, se bifurcaba a partir del paseo de Gràcia en dos ramales, uno por la Rambla y el mencionado por Laietana. Al ser una estación término, Correos tenía una configuración singular, por el hecho que disponía de un andén general por donde accedían los pasajeros y un andén mucho más estrecho, de un metro y medio, que servía únicamente de salida y también para que el maquinista fuera del primer vagón al último y así poder cambiar el sentido de la marcha.

Los restos de la estación de Correos todavía son visibles a medio camino entre las estaciones de Jaume I y Barceloneta / Arxiu TMB

Restos muy deteriorados de la estación, donde todavía se intuye, en letras rojas, el rótulo con el nombre de la estación / Arxiu TMB

El mes de abril de 1972, y en el marco de las obras de adecuación del ramal para independizarla del Gran Metro, se cerró todo el tramo entre Jaime I y Aragón (actual Passeig de Gràcia), hasta que el 5 de febrero de 1973 se inauguró formalmente la L4 -en aquellos momentos, IV, con numeración romana- entre las estaciones de Jaume I y Joanic, ya sin que Correos diera servicio, porque se seguía trabajando en el lado más próximo al mar. A pesar de cerrarse la estación en el año 1972, la línea no se prolongó efectivamente hasta 1976, cuando abrió la estación de la Barceloneta.

Un viaje al pasado

Acabadas las obras de la nueva estación de la Barceloneta, Correos no volvió a abrir, ya que quedaba demasiada próxima a las estaciones siguientes en cada dirección, Jaume I y Barceloneta. El impulso final en la ya llamada L4 llegó en 1977 con la apertura del largo tramo entre Barceloneta y Selva de Mar, que incluye las estaciones intermedias de Ciutadella-Vila Olímpica, Bogatell, Llacuna y Poblenou, siempre según las denominaciones actuales. Como pasa con las estaciones fantasma, en cierta manera quedó congelada en el pasado, y de hecho, a causa de la prolongación sólo quedó el andén estrecho de servicio, el que todavía se puede ver brevemente, ya que donde estaba el andén en dirección ascendente -de Barceloneta a Jaume I- es por donde ahora pasa la vía.

El acceso a la estación estaba justo ante la fachada del edificio de Correos. En la primera imagen, la estación en pleno funcionamiento. En la segunda, de 1986, todavía se mantenía la estructura de la entrada, ya inaccesible. En la tercera, unas rejas de ventilación son el único vestigio en la actualidad / Manuel Marina - Street Google View

Del andén que queda todavía se pueden ver una buena parte de los carteles publicitarios del momento, una reliquia que a veces aflora también en otras estaciones, como Jaume I, entre los cuales destacan por su curiosidad unos carteles electorales del año 1971 que pedían el voto para un tal Tarragona, 'La voz de los sin voz' y 'Que llama al pa, pa i al vi, vi". También es reconocible el letrero con el nombre de la estación, 'Correos'. Actualmente, el acceso a la estación está cerrado al público y Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) no permite las visitas. Hay que tener en cuenta que durante el día los trenes pasan con su frecuencia habitual y por la noche se hacen tareas de mantenimiento a toda la red. Además, el andén superviviente es estrecho y lleno de escombros y no hay acceso desde la calle y, por lo tanto, sólo se puede acceder por el mismo túnel desde Jaume I, la estación que queda más próxima.

En todo caso, una de las personas que sí que ha podido visitar la estación fantasma de Correos es Manuel Marina, guía oficial de CultRuta y buen conocedor del subsuelo barcelonés. De hecho, pudo acceder hace un par de años con ocasión de la grabación de un capítulo del programa 'Perduts en el temps' de Televisión Española, presentado por Bruno Oro. En conversación con elNacional.cat, Marina intenta desmitificar el concepto de estación fantasma como algo misterioso o legendario, ya que considera que no es más que "una estación que dejó de hacer su servicio", como la de Chamberí en Madrid, con la diferencia que la madrileña ha sido museizada y la barcelonesa está del todo abandonada.

El andén de espera de los pasajeros era mucho más ancho que el de salida, y fue eliminado con la prolongación de la línea hasta Barceloneta / Manuel Marina

Marina recuerda que "cuando la estación se cierra, queda como una cápsula del tiempo", donde todavía quedan restos publicitarios, entre las cuales algunas de marcas como Danone, Muebles Asturias o Muebles la Fábrica, pero que han sido "grafiteados". En todo caso, anuncios publicitarios situados en el pequeño andén de servicio que podían ver los pasajeros mientras esperaban la llegada del Metro. Además, este apasionado por el mundo subterráneo barcelonés, que además es uno de los impulsores del proyecto de Museo del Transporte en la Fira de Montjuïc, no se ahorra críticas a TMB por el lamentable estado de los restos de la estación: "Se podría haber hecho algún museo, pero no se ha hecho nada", lamenta.

Pero... ¿quién era Tarragona, el "que llama al pa, pa i al vi, vi"?

Entre las curiosidades que permanecen en la estación hay también una serie de carteles electorales que llaman la atención por los eslóganes de la época, ya que se reclama el voto a un tal Tarragona con dos lemas bien curiosos: 'La voz de los sin voz' y el bilingüe 'Que llama al pa, pa i al vi, vi". A pesar de la aparente aureola democrática de los carteles, en realidad, ni el candidato ni las mismas elecciones en las que se presentaba tenían nada de democráticos. Teniendo en cuenta que la estación cerró en 1972, es evidente que los carteles no podían pertenecer al actual régimen democrático, ni tampoco a la democracia republicana, ya que no habrían resistido el paso de la dictadura fascista. Se trata de reclamos propagandísticos de las falsas elecciones franquistas.

Carteles electorales de Eduard Tarragona para las elecciones pseudodemocráticas a Procuradores en Cortes de 1971 / Arxiu TMB

En concreto, los carteles piden el voto para el empresario y político Eduard Tarragona i Corbella (Balaguer, 1917 - Barcelona, 2007) y pertenecen a la campaña electoral para Procuradores a Cortes del año 1971 por el tercio familiar. Los Procuradores en Cortes del franquismo eran los que en democracia llamamos diputados en el Congreso, pero la similitud acaba aquí, ya que por mucho que hubiera elecciones, estas no eran democráticas, sino el sucedáneo franquista bautizado como 'democracia orgánica'. Para empezar se votaba el llamado tercio familiar, que quería decir que tenían derecho al voto los cabezas de familia, es decir, sólo una parte de los hombres y algunas viudas, y sólo escogían una parte de los procuradores. Además, los candidatos se presentaban a título individual, no encuadrados en partidos y para hacerlo tenían que demostrar afección al régimen franquista. De democracia, pues, nada de nada.

Con todo, cabe decir que Tarragona, que venció en aquellas elecciones al otro candidato, ni más ni menos que Juan Antonio Samaranch, era un candidato muy tímidamente catalanista, como lo prueba el uso del catalán en su campaña, aunque fuera de forma más o menos folclórica o propuestas como la reclamación de un reconocimiento expreso de la personalidad histórica de Catalunya o la petición de que un ministro residiera de forma permanente en el palacio de Pedralbes. Entre 1973 y 1979 fue concejal de los últimos gobiernos municipales tardofranquistas de Barcelona, bajo los mandatos de los alcaldes Viola y Massó, también escogido por el tercio familiar.

Más anuncios publicitarios todavía visibles en la estación de Correus / Manuel Marina

Aunque con la llegada de la democracia entró en el círculo político de Ramon Trias Fargas y la Esquerra Democràtica de Catalunya -uno de los partidos que acabaría desembocando en Convergència Democràtica de Catalunya- Tarragona se presenta a las elecciones de 1977 al senado como candidato independiente, sin ser escogido. En 1982, en cambio, sí que consiguió escaño como diputado en el Congreso de los Diputados, bajo las siglas de Alianza Popular. Al fin de la legislatura, en 1986, dejó la política. En el ámbito empresarial se dedicó a la industria del mueble y fue creador de las conocidas empresas Muebles Tarragona en 1956 y Expomobi en 1981. Y aparte de todo eso, también ha quedado congelado en una estación perdida en el subsuelo barcelonés, justo desde hace cincuenta años.

Imagen principal: De la estación de Correos todavía queda, muy deteriorado, el andén de salida / Manuel Marina