La suciedad es un elemento más del paisaje barcelonés, con el verde apagado de un paseo degradado, el negro de un edificio vandalizado o el rojo de una lata de cerveza que un turista ha abandonado. Desde hace unas dos semanas, un nuevo color se ha sumado a esta paleta de dejadez urbana: es el color de los excrementos amarillos que tiñen Barcelona. Quien pasee a menudo por las calles de la ciudad los habrá visto. Del blanco habitual al que estamos acostumbrados, a un amarillo que no pasa desapercibido y que quita las ganas de hacer cualquier tipo de comida durante la marcha.

Para más inri, no son colominas pequeñas... deben hacer unos cinco centímetros de diámetro, por si no teníamos suficiente con su color chillón. Es desagradable imaginar el sonido que debe hacer el impacto de tal evacuación contra las losetas desde la altura que frecuenta un ave urbana: un sonido como si fuera una captura de pantalla en un móvil o una colleja en una calva, pero con un matiz líquido para recordarnos el fin de la digestión. Xof. "Ecs!". ¿Hemos dicho losetas? ¿Solo se manchan las losetas? Ojalá... Alerta con los vehículos aparcados bajo los árboles, que pueden sufrir sorpresas. Dicho esto, ¿qué pasa con los pájaros? Que la primavera la dieta altera.

Excrementos amarillos en Barcelona / Carlos Baglietto
Una moto, sucia por los excrementos de aves / Carlos Baglietto

La clave está en la dieta primaveral

No, no es ningún problema intestinal. La clave está en la dieta primaveral, según indican fuentes del área de Ecología del Ayuntamiento de Barcelona. La pigmentación de los excrementos se produce por la ingesta de flores de los plátanos, que son el alimento de determinados pájaros en esta época del año. En otras palabras: que con la primavera los plátanos florecen, unas aves cambian el menú y el polen hace que el color de la colomina cambie. Esto quiere decir que no estamos ante una situación especial, sino que cada año pasa el mismo.

¿Cuáles son los pájaros culpables? Desde el consistorio señalan las palomas torcaces y las tórtolas turcas, unas especies de palomas que habitan en la ciudad y que en esta época del año se alimentan de las flores de los plátanos. Así, sus excrementos cambian de color tal como cambiamos de estación y tiñen Barcelona de un desagradable pigmento amarillo. Los servicios de limpieza intentan retirar los residuos cuando se detectan, aunque no desaparecen con facilidad. Habrá que esperar que se acaben los tamos para dar la situación por liquidada un año más.

Los excrementos se mezclan con imágenes cotidianas / Carlos Baglietto
Alerta con aparcar bajo los árboles / Carlos Baglietto