La celebración, desde el lunes hasta el jueves, de la reunión anual de los directores del Instituto Cervantes al Ayuntamiento de Barcelona, ha sido la oportunidad perfecta para que el alcalde, Jaume Collboni, escenifique una política de normalización institucional con la monarquía que los anteriores gobiernos municipales evitaron. Siete años después de la última visita de miembros de la Casa Real, cuando los reyes Felipe VI y Letizia fueron al Saló de Cent para firmar en el libro de pésame por las víctimas de los atentados del 17-A y fueron recibidos por la alcaldesa Ada Colau, la reina ha vuelto a visitar la Casa Gran este martes.
La visita tenía como objetivo que Letizia presidiera una sesión de trabajo de los directores del Instituto Cervantes sobre plurilingüismo, pero más allá de eso, ha servido para que el alcalde pueda rellenar otra hoja de su agenda monárquica, en la que se incluye la fotografía con el monarca que situó en su despacho tan pronto como accedió a la alcaldía y la audiencia de septiembre pasado en el Palacete Albéniz, la primera en que un rey de España recibía al alcalde de Barcelona en diecisiete años. Todavía más, dentro de esta agenda de normalización monárquica, Collboni se ha hecho acompañar por Salvador Illa, aunque actualmente no tiene ningún cargo institucional. De hecho, en la presentación de la sesión de trabajo, Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, lo ha presentado simplemente por el nombre y el apellido.
Boicot de la oposición y expectación mínima en la plaza de Sant Jaume
El acto ha estado tan lleno de normalidad que en la plaza de Sant Jaume la expectación ha sido mínima. Una cincuentena de personas, la mayoría curiosos, turistas y transeúntes, se han detenido un rato ante el Ayuntamiento para ver cómo la reina Letizia bajaba del coche y los saludaba, sin más, mientras que con respecto a los miembros del plenario municipal, los representantes de TriasXBCN, ERC y BComú, que suman mayoría absoluta, ya habían anunciado que no participarían de ninguna manera en ningún acto con Letizia. Ahora tampoco ha habido ninguna muestra de rechazo a la visita real, más allá de los gritos -por otra parte, habituales y ya cotidianos- de un hombre que cada día grita a favor de la independencia y en contra de la represión.
De hecho, las medidas de seguridad, con la ampliación del perímetro de vallas ante el ayuntamiento hasta media plaza, no ha implicado la restricción del paso de peatones ni de vehículos, señal que la visita no ha generado ni frío ni calor entre los barceloneses. En el patio interior, eso sí, los ochenta de directores del Instituto Cervantes de todo el mundo estaban formados para la foto de familia media hora antes de la llegada prevista de la monarca. Con respecto al republicanismo y el independentismo catalán, el único consuelo ha sido el de considerar que Barcelona ha hecho el papel de "albergue de los estranjeros" que le atribuyó Cervantes.