Estas fotografías de la Barcelona del siglo XIX te desconcertarán

Esta es una imagen recurrente de los cambios que ha experimentado la ciudad, pero, sin embargo, causa sorpresa cada vez que se ve. A finales del siglo XIX, la Catedral de Barcelona tenía una fachada absolutamente desprovista de la actual decoración neogótica actual. Cuando se construyó la catedral, la fachada quedó pendiente y sólo se dejó un simple muro liso. No sería hasta finales del siglo XIX que, bajo el impulso de Manuel Girona, se hizo la fachada actual, inspirada en un proyecto inicial del siglo XV. Todavía un poco más tarde se construyó el cimborio, acabado en 1913.

En esta imagen hay pocos aspectos reconocibles en la actualidad. Por una parte, la inconfundible silueta de la montaña de Montjuïc y de la otra, la fachada principal de las Drassanes, muy diferente de cómo luce ahora. Todo lo demás confunde. La playa del primer plano corresponde al actual Port Vell, las murallas del fondo, al complejo militar que había entonces, que lleva a recordar que las Drassanes fueron de uso militar durante mucho tiempo, motivo por el cual se han conservado a lo largo de los siglos. También se aprecia como el mar llegaba exactamente a las puertas de las Drassanes.

La Estación del Morrot del siglo XIX poco tiene que ver con la actual terminal de mercancías del Port de Barcelona, que no ha perdido la actividad en todos estos años, pero lo más indicativo de la imagen es que ofrece una nueva visión de Barcelona, con el ruido industrial definido por las locomotoras de vapor y los barcos del fondo, en un momento en que el fotógrafo, en este caso, Antoni Esplugas, escoge retratar un entorno que rehúye el monumentalismo para presentar una ciudad existente, la de la revolución industrial, con una estética completamente diferente que normaliza los nuevos hitos de la ingeniería.

Esta imagen de Marcos Sala muestra el edificio histórico de la Universidad de Barcelona en construcción, cuando nada más se había levantado la planta baja. No sólo contrasta con la monumentalidad del edificio neorrománico tal como se puede ver en la actualidad, sino que fija en el imaginario fotográfico del momento la necesidad de abrirse al Eixample y de retratar sobre el terreno la transformación que experimenta la ciudad. En un momento de plena expansión del nuevo distrito, los fotógrafos se dan cuenta de que hay que documentar este proceso de cambios y que la fotografía de edificios en construcción puede aportar más datos que la del mismo edificio el día de la inauguración.

La importancia de esta imagen del patio del Hospital de la Santa Creu no radica en los cambios que haya podido experimentar la arquitectura, aunque los hay, sino en el hecho de que el fotógrafo Antoni Esplugas se dio cuenta de que la nevada que tuvo lugar en Barcelona en febrero de 1887 era un hecho fotografiable. De hecho, aquella nevada -cómo lo fue también la de 1962- fue un ejemplo paradigmático de cómo la fotografía servía para documentar la excepcionalidad y las alteraciones inesperadas para dejar a un testimonio gráfico de una situación efímera. Es decir, fotoperiodismo de las postrimerías del siglo XIX.