La antigua estación de tren de la Magòria es uno de los símbolos del barrio de la Bordeta, en el distrito de Sants-Montjuïc de Barcelona. El edificio, que quedó fuera de servicio ferroviario cuando se hizo la estación subterránea Magòria-La Campana de Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya (FGC), es hoy en día un centro cívico utilizado por los vecinos y las entidades de la zona. Desde la Gran Via de les Corts Catalanes llama la atención el edificio modernista de Josep Domènech i Estapà, pero la verdadera sorpresa se encuentra en la parte trasera, donde se encuentra el llamado Jardí de l'Estació de Magòria, un espacio gestionado por los vecinos que aparece como un oasis verde y sostenible en medio del ruido urbano.
Sin embargo, este espacio, o cuando menos, su configuración y gestión actual, están en la cuerda floja, amenazados por el proyecto de transformación de todo el entorno que prevé la construcción de equipamientos deportivos, sociosanitarios, alojamientos dotacionales y asequibles, centros de trabajos de Parcs i Jardins y Neteja e incluso zonas verdes que, en todo caso, amenazan el futuro del actual Jardí de l'Estació y que ha provocado la reacción de sus usuarios, la mayoría vecinos de la Bordeta y los barrios adyacentes, que reclaman parar un proyecto que "quiere convertir una zona verde en una zona industrial".
Cristina Ibáñez y las dos Àngels, Àngels Molina y Àngels Horrillo, son tres de las vecinas que impulsan la campaña 'Salvem el Jardí de l'Estació' para defender la continuidad de este proyecto que, además de ser verde y sostenible, tiene también un carácter social y con perspectiva de género, no en balde en el espacio se hacen talleres para entidades sociales de todo tipo -incluidas las que trabajan con personas con discapacidades- y las voces cantantes son mayoritariamente femeninas. "Este espacio lo definimos el año 2018 como una sala sin paredes a cielo abierto, donde podemos interactuar con la naturaleza," apunta Molina, que añade que entre las actividades hay un "taller del huerto", que no es un huerto urbano como los que hay en otros lugares de Barcelona, sino un espacio donde se enseña a mantener un huerto y qué especies se pueden cultivar, todo a cargo de Francesc, que se ocupa del huerto y la jardinería.



De hecho, el jardín está gestionado y coordinado por voluntarios y funciona de manera autónoma del Centre Cívic aunque a menudo comparten actividades. Se celebran fiestas populares -Sant Jordi, castañada, tió de Navidad, Sant Joan...- y actos de todo tipo, pero el núcleo es la conservación del jardín como espacio natural, con el cuidado de los árboles y las plantas, el huerto, la zona de compostaje o el hotel de insectos, y todo eso a justo treinta metros de la Gran Via, en un espacio con entrada por la calle del Moianès, que también tiene bastante tráfico, y que da por detrás a un solar de aparcamiento en la calle Corral. Un oasis verde en medio de un entorno gris. "Hacemos actividades vinculadas a todas las edades y a la participación de todo el mundo", apunta Horrilo. El espacio cierra por las noches y no está permitida la entrada de perros.
De zona verde a zona industrial
La continuidad de este proyecto, sin embargo, cuelga de un hilo, ya que el Ayuntamiento de Barcelona prevé construir en los terrenos adyacentes una serie de equipamientos que, según las voluntarias del jardín, convertirá el entorno en una "zona industrial". "Hay todo un bloque de cosas que quieren poner aquí", explica Ibáñez, entre los cuales se incluye un campo de fútbol "para federados" y varios edificios de pisos y equipamientos sociosanitarios. Con todo, lo que más les preocupa es la previsión de instalar un centro de trabajo de Neteja y otro de Parcs i Jardins, que quedaría integrado en el campo de fútbol, pero que tendría la entrada por el medio del Jardí de l'Estació.



"Nosotros queremos que quede el espacio mayor posible de naturaleza para que lo podamos gestionar como lo hacemos ahora", apuntan, insistiendo en que "en medio de una isla de calor, nosotros somos un refugio climático abierto a todo el mundo que quiera venir" y lamentan que desde el consistorio "se quiera poner aquí y con calzador cosas que no quieren en otros sitios", en referencia al centro de trabajo de Neteja, "que no quisieron en Can Batlló", y que temen que convierta el espacio en un ir y venir de camiones de gran tonelaje, "24 horas al día, 365 días al año, con tres turnos de trabajo", para añadir que habrá maquinaria industrial, como un "compactador de basura".
Garantizar la continuidad del proyecto vecinal
Para estas vecinas, además, no está nada clara la última fase de todo el proyecto, que es la urbanización de las futuras zonas verdes, ya que no prevén que se pueda mantener esta gestión por parte de los voluntarios. Además, todo apunta que esta gran reconversión empezará en 2026 y las vecinas temen que "en el poco jardín que quedará habrá una rampa por el acceso de camiones" que dificultará la continuidad del proyecto de jardín ciudadano actual. Por todo ello, desde la campaña Salvem el Jardí de l'Estació reclaman que se reconsidere el proyecto para garantizar la continuidad de esta zona verde que, según las impulsoras, "quieren convertir en una zona industrial".
