El entusiasmo es una virtud que encaja a la perfección con la personalidad de Joel Cánovas (Andorra, 1983), el principal responsable de un proyecto que, si todo va bien, fructificará en la apertura de un museo dentro de pocos meses dedicado a un tipo de pavimento muy relacionado con Barcelona, la baldosa hidráulica. De hecho, de baldosas de este tipo se han hecho históricamente en muchos lugares -curiosamente, pasaron de largo por Andorra- pero en la capital catalana se relacionan con los edificios antiguos, sobre todo de los distritos de Ciutat Vella y el Eixample, una especie de huella de la solera y la clase de muchas viviendas, y por encima de todo, un estallido de colores y de diseños que no tiene nada que ver con las baldosas más modernas que forman parte de tierras y paredes de los edificios más actuales.

 

Cánovas es un entusiasta, ya se ha dicho, que poco a poco ha ido construyendo una impresionante colección de baldosas hidráulicas, con más de 3.500 modelos diferentes, gran parte de ellas recogidas de sacos de escombros de las calles, producto de rehabilitaciones de viviendas con ninguna sensibilidad para la conservación de un pavimento que, más allá de su funcionalidad, forma parte del patrimonio artístico. "Todo empezó después de hacer unas cervezas en Gràcia y con un amigo encontrar cuatro en un saco", relata Cánovas en conversación con elNacional.cat, y poco a poco la bola se fue haciendo grande: "al cabo de una semana teníamos veinte, al mes una cincuentena".

De un día por otro, el afán por 'cazar' baldosas se convirtió casi en una obsesión, y con la ayuda de una cuenta en Instagram, @i_rescue_tiles, "todo se volvió un poco loco". De sopetón, Cánovas recibía información de sitios donde había baldosas abandonadas y, más adelante, avisos de particulares que lo invitaban a recoger las que tenían en el piso antes de afrontar una rehabilitación. El resultado ocho años después, miles de baldosas -más de 3.500 modelos pero cada uno en cantidades diferentes y variaciones muy diversas-, que se ha ido amontonando en un local en Gràcia, en palets a la intemperie en Manresa y en Gavà e, incluso, "en casa de mi abuela en la Seu d'Urgell".

Joel Cánovas, rodeado de su ingente colección de baldosas hidráulicas, miles de piezas repartidas en más de 3.500 modelos diferentes / Montse Giralt

Recién remojadas con una manguera, las baldosas hidráulicas presentan su mejor aspecto, un estallido de formas y colores / Montse Giralt

Uno de los trabajos más pesados de la colección, limpiar las baldosas del cemento que las cubre por la parte de atrás / Montse Giralt

A medida que la colección se iba haciendo grande y más dispersa, cada vez corría más prisa encontrar un local que las pudiera reunir a todas y que, además, tuviera algún sentido y coherencia. De aquí sale la idea de hacer un museo: "Tuve la suerte de encontrar a una persona que se animó a lanzarse conmigo a la piscina, Enric Rebordosa, con quien decidimos buscar un lugar para exponer las baldosas". Rebordosa es propietario de bares de Barcelona como La Confiteria, Alegria, El Maravillas y Paradiso, y entre los dos tuvieron la suerte de encontrar "un lugar espectacular, la antigua Fàbrica Vilella".

De hecho, el espacio del futuro museo ya llama la atención desde fuera. Se trata de un local situado en el paseo de l'Exposició, 95, en el Poble-sec, justo al pie de Montjuïc. Un letrero con el nombre Vilella pintado en letras rojas y que "obviamente" se conservará es el principal reclamo exterior. Fue construido en 1906 por el arquitecto Salvador Puiggrós i Figueras y durante una setentena de años fue una popular fábrica de sifones. Posteriormente, se convirtió en una floristería y finalmente fue un teatro. El futuro museo ocupará toda la planta baja, de más de 500 metros cuadrados, mientras que el primer piso está ocupado por viviendas.

La fábrica Vilella, "un lugar espectacular"

"Es un lugar espectacular -reitera Cánovas-, porque de entrada no nos podíamos imaginar encontrar un espacio de 500 metros cuadrados que se adecuara a nuestras necesidades". "Al encontrarlo podemos permitirnos hacer el museo, que es una de las ideas que siempre ha estado en la cabeza, conservar y algún día exponer las piezas". Con todo, la idea con que trabajan Cánovas y Rebordosa es la de crear un espacio "que no sea sólo un museo, sino también un espacio de conocimiento". Por eso, el proyecto incluye exposiciones fijas y temporales, pero también talleres de baldosas y esgrafiados, venta de baldosas y servicio de bar. "Queremos dar a conocer la baldosa y darle el valor que se merece", asegura Cánovas, que ya imagina el local abierto a grupos de escolares y de personas mayores.

Así se elabora una baldosa hidráulica

De hecho, los talleres serán uno de los grandes atractivos del nuevo espacio, como este medio pudo comprobar in situ gracias a la presencia de Alicia Cifuentes, colaboradora del museo y maestra artesana de hacer baldosas hidráulicas. Hacer una de ellas consiste básicamente en depositar dentro de un molde metálico del tamaño de la baldosa los diferentes colores escogidos en una trepa, es decir, el molde o plantilla que darán forma al diseño final. Antiguamente, se hacían de latón, pero hoy en día se pueden hacer en plástico y diseñados por impresoras 3D. Una vez puestos los colores se retira la trepa y se pone una capa de secante y otra, más generosa, de cemento, y todo ello se compacta con una prensa hidráulica -de aquí el nombre de este tipo de baldosas-. Después se extrae del molde y 'voilà', la baldosa ya está. Después de un mes de secado, claro, que luego hay que poder pisarla.

 

Mientras la puesta en marcha de los talleres no llega, Cánovas ya imagina en mente cómo será el museo, incluido un espacio para esgrafiados. La idea con que trabajan es la de poder abrir "a finales de primavera o principios de verano", es decir, de aquí a muy pocos meses. De momento, sin embargo, todavía queda un gran trabajo de adecuación de los espacios y limpieza -las baldosas comportan polvo, mucho polvo, y por eso Cánovas las riega cuando hay visitas, para que recuperen sus colores originales-, para poder abrir al menos la sala principal, un anexo y los talleres, "y poco a poco hacerlo crecer". Además, el futuro museo también quiere llevar a cabo la catalogación de toda la colección, toda una cantidad de trabajo.

Alicia Cifuentes, colaboradora del futuro museo, vierte pigmento de color en una trepa, la plantilla que formará el diseño escogido / Montse Giralt

La elaboración de las baldosas hidráulicas es totalmente artesanal y pide cuidado y atención para conseguir un resultado perfecto / Montse Giralt

La baldosa una vez acabada, en este caso, con la forma de la popular loseta de la flor de Barcelona. Ahora le hará falta un mes de secado y ya se podría instalar como pavimento / Montse Giralt

De hecho, en este aspecto ha empezado a colaborar la Universidad Politécnica de Catalunya (UPC), que los ayudará a fotografiar y catalogar toda la colección: "Son nuestros colaboradores más indispensables, porque investigarán todo el fondo, harán una base de datos y nos aportarán la información que se nos escapa". Además, si una cosa buscan ahora los promotores del museo son precisamente catálogos de fábricas, que les ayudan mucho a la hora de avanzar en esta tarea.

Se aceptan donaciones de baldosas o catálogos

Con respecto a la financiación, de momento se cuenta con el propio sueldo y trabajo de Cánovas, que de hecho se dedica al mundo del audiovisual, la colaboración del Grup Confiteria, dedicado a la restauración, la UPC y una primera aportación hace unos años de 10.000 euros que se hizo con un matchfounding, un crowdfounding por el cual el Ayuntamiento de Barcelona aportaba un euro por cada euro conseguido de particulares. "Por ahora no tenemos ninguna aportación pública", señala Cánovas, que añade que, de momento, agradece más las "donaciones en baldosas o catálogos". En todo caso, lo que no le falta a este emprendedor es entusiasmo.

La fabrica Vilella vista desde dentro, un embrollo de baldosas que, en realidad, están ordenadas según los modelos / Montse Giralt

La fábrica Vilella por fuera, con el letrero de la antigua empresa de sifones como principal reclamo desde la calle / Montse Giralt

Y a la espera de que se puedan concretar más detalles, como apertura y precios, que todavía está todo por definir, un apunte al margen, de vez en cuando les llegan también losetas, otro icono de Barcelona, pero en este caso, la preferencia no es conservarlos, sino "intercambiarlos con gente a la cual les interesan más las losetas".

Imagen principal: Joel Cánovas, un entusiasta 'cazador' de baldosas hidráulicas / Montse Giralt