La Biblioteca Clarà es un pequeño oasis de cultura en medio del barrio de les Tres torres, en el distrito barcelonés de Sarrià-Sant Gervasi. De hecho, es un doble oasis, porque además de su función como biblioteca -que ha sido el último episodio de una historia no especialmente afortunada- sus jardines son una muestra permanente de las esculturas de quien da nombre al espacio, el artista Josep Clarà. Todo este ámbito, sin embargo, ha quedado ensuciado por una realidad cotidiana que se repite cada día, con especial incidencia los fines de semana: sus jardines, de acceso público, se convierten en un pipi-can no regularizado, donde los excrementos de los perros rivalizan en presencia con las reproducciones de las esculturas de Clarà.
La escultura 'Dona ajeguda' de Clarà, con excrementos de perro próximos / G.P.
Esta degradación del espacio ha sido motivo de quejas seguidas por parte de los vecinos de la zona e incluso algunos episodios de enfrentamiento con dueños de perros, que les dejan hacer sus necesidades en este espacio sin recogerlo después. De hecho, según la Associació de Veïns de les Tres torres, la problemática hace dos años que se alarga, ya que cuando se consiguió que el jardín abriera de manera permanente independientemente del horario de la biblioteca, surgió el problema de la presencia de perros, por el hecho de que muchos dueños los llevan sin correa "no respetando la señalización que prohíbe llevarlos desatados".
Según afirma a elNacional.cat Lluís Tusell, presidente de la entidad vecinal, conseguir el acceso público de los jardines, justo aquello que lucharon los vecinos, tuvo el efecto contrario al deseado: "El resultado fue ruido para los vecinos y usuarios de la biblioteca, y suciedad, con excrementos sin recoger y las bases de las esculturas de Clarà llenas de marcas de orina". "Además, con perros corriendo libres, el patio dejó de ser un lugar adecuado para las personas mayores o los niños", añade, para apuntar que hace un año se consiguió que Parcs i Jardins instalara "un segundo cartel mayor de la prohibición de llevar perros sin atar, indicando que a 300 metros hay dos parques con espacio exclusivo de ocio para los perros".
Prohibido el acceso a partir del 1 de mayo
A pesar de la señalización de la zona, el hecho es que "los propietarios de los animales han seguido haciendo caso omiso", y basta con pasear por el espacio en domingo, cuando la biblioteca está cerrada, para constatarlo. Con todo, Tusell adelanta que ante esta situación, "reclamamos que se prohibiera el acceso de perros en el patio, medida que entrará en vigor el próximo 1 de mayo". "De esta forma creemos que el patio de la Biblioteca Clarà podrá ser un espacio de tranquilidad y lectura, adecuado para todos los públicos", señala el líder vecinal, convencido de que la medida acabará con los problemas y derivará los perros a los espacios habilitados para ellos.
La presencia de perros es bastante notable los fines de semana / G.P.
Excrementos de perro en los jardines, un espacio no muy agradable para niños y personas mayores / G.P.
Por su parte, la directora de la Biblioteca Clarà, Joana Torres, constata a elNacional.cat que la situación genera "muchas quejas" de los usuarios de la biblioteca. De hecho, los usuarios, así como el personal son los primeros afectados por una situación de la que, además, no son responsables, ya que los usos de los jardines dependen del distrito de Sarrià-Sant Gervasi y la limpieza, de Parc i Jardins. En todo caso, Torres apunta que la situación "se ha ido deteriorando con el tiempo", puesto que cuando se abrieron los jardines "no había problemas de suciedad", de manera que actualmente ha aumentado el malestar. En todo caso, se muestra confiada que en el próximo consejo de barrio, previsto para el 28 de abril, se pueda tratar la cuestión y llegar a una solución definitiva.
Mala fortuna histórica
De hecho, el uso del jardín como pipi-can es un episodio más de la mala fortuna que ha tenido este espacio a lo largo de los años. Hay que recordar que el espacio que ocupa hoy en día la biblioteca, en la calle del doctor Carulla esquina con la calle de Calatrava, en el barrio de las Tres Torres, había estado ocupado anteriormente por el Museu Clarà, dedicado a la exposición de obras del escultor Josep Clarà. En una polémica decisión, el año 1995, bajo el mandato del alcalde Maragall y con Oriol Bohigas como concejal de Cultura, el Ayuntamiento de Barcelona decidió clausurar la instalación, hecho que provocó importantes protestas vecinales que, a pesar de todo, no evitaron el desmantelamiento del museo.
Los jardines de la Biblioteca Clarà son de acceso público / Google Street View
Entonces, buena parte de la colección fue trasladada al Museu de la Garrotxa, en Olot, villa natal de Clarà, y el resto al fondo del Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC), a pesar de la oposición activa de la Associació d'Amics del Museu Clarà. La situación todavía no había tocado fondo entonces, ya que en 1999, ya bajo el mandato del alcalde Clos y con Ferran Mascarell -entonces en el PSC- como concejal de Cultura, se decidió derribar la casa y desmantelar el jardín. Con todo, se salvó el taller, que desde febrero del 2000 acoge la actual Biblioteca Clarà, con un fondo importante dedicado al escultor y dos obras originales. Con respecto al jardín, fue complementado con varias reproducciones de esculturas de Clarà, en cuyos pedestales los perros sin control hacen sus necesidades.