El 13 de junio del año 2015, Ada Colau Ballano (Barcelona, 1974) fue investida alcaldesa de Barcelona, la primera mujer —y la primera persona bisexual confesa— a ostentar este cargo. Al frente de Barcelona en Comú, una plataforma ciudadana de confluencia formada justo un año antes recogiendo el espíritu del movimiento de los indignados y con el chasis de Iniciativa per Catalunya, Colau, reconocida activista de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), ganó las elecciones municipales del 24 de mayo con un 25,11 por ciento de los votos y 11 concejales, y se aseguró la alcaldía con el apoyo de ERC, PSC y CUP en un tiempo en que todavía imperaba el 'fair play' de no cerrar la alcaldía al ganador de las elecciones.

Aquel sábado, Colau inició un ciclo político que la ha llevado hasta el plenario de este viernes, 25 de octubre del 2024, cuando se retirará, por lo menos de momento, de la política activa en el Ayuntamiento de Barcelona, tras nueve años, cuatro meses y doce días, ocho de los cuales como alcaldesa y, el resto, como presidenta del grupo municipal de la tercera formación en el pleno. Cuestionada por unos y venerada por otros, su paso por la Casa Gran ha marcado un punto de inflexión en la política municipal con un legado que ha supuesto la transformación de la ciudad, y no son pocos los observadores internos y externos que juzgan que esta transformación ha sido más negativa que positiva, con una Barcelona en declive con respecto a la Barcelona pujante que heredó de Trias y a la que Collboni tuvo que imponer un Pla Endreça como medida de choque para evitar la degradación.

Entre la Barcelona de 2015 y la de 2024 puede haber, según cómo se mire, un abismo o un viaducto, pero de Colau queda la imagen de abanderada de la Barcelona del No, del no al Hermitage y el no a la ampliación del aeropuerto del Prat; la del no al turismo y el no a los hoteles; incluso la del no inicial al Mobile World Congress y la del no de última hora a la Copa América de Vela. Su obra de gobierno no se escapa de una lectura crítica, y su política bandera, la de la vivienda, ha dejado una Barcelona como zona de cacería de los fondos buitre, con la normalización de vivir compartiendo piso y con unos precios de alquiler imposibles de pagar.

Ada Colau en sus tiempos de activista de la PAH / Foto: Andrea Ciambra

Todavía más, su política de pacificación de calles basada en las supermanzanas y los ejes verdes ha dejado como contrapartida más dificultades para los propietarios de coches y motos, el aumento del tráfico en las calles adyacentes y la subida de precios y la gentrificación en las calles beneficiadas por unas pacificaciones que, además, generan problemas de incivismo. El balance en seguridad no es precisamente mejor, cuando este aspecto se ha convertido en el primer problema de los barceloneses, y por eso mismo primera arma arrojadiza de los grupos de la oposición. La reserva del 30% de vivienda social, muy cuestionada, tampoco ha dado el resultado esperado.

Primera a la primera, segunda a la segunda, tercera a la tercera…

Nueve años en primera línea han dado para mucho, pero si un hecho ha marcado su trayectoria ha sido la manera como consiguió revalidar la alcaldía en 2019. Hace falta tener en cuenta que el apoyo electoral de Ada Colau ha disminuido en cada elección. En las primeras que se presentó quedó primera; en las segundas, segunda, y en las terceras, tercera. En 2015, Barcelona en Comú consiguió 176.612 votos (25,11%) y 11 concejales; en 2019, 156.157 votos (20,71%) y 10 concejales, y en 2023, 131.594 votos (19,77%) y 9 concejales. En este escenario de pérdida de apoyos, en 2019 Colau alcanzó la alcaldía gracias a los votos del PSC y de la plataforma electoral de Manuel Valls, rompiendo un 'fair play' que cargó de razones Jaume Collboni para repetir la jugada en el 2023. Ernest Maragall primero y Xavier Trias después, fueron los damnificados. Y la Barcelona independentista, ganadora de las dos últimas elecciones, silenciada.

La fotografía que marca el segundo mandato de Ada Colau: Manuel Valls la felicita justo después de votarla como alcaldesa / Foto: Sergi Alcàzar

Además, el resultado de la investidura de 2019 no solo fue el hecho que con Colau se dejó de facilitar la alcaldía al candidato más votado, sino que encima se hizo con el apoyo de Manuel Valls, ex primer ministro de Francia que se había hecho un lugar en el plenario municipal como representante de la derecha españolista y de unas élites empresariales que la misma Colau aseguraba combatir. Es cierto que Colau siempre ha defendido que no negoció nunca nada con Valls, pero también es cierto que en el plenario de investidura, una vez efectuada la votación, el candidato escogido tiene la oportunidad de rechazar el cargo y como que no lo hizo, implícitamente aceptó el apoyo de Valls y de las élites que el ex primer ministro representaba.

 

A pesar de eso, y aunque el código ético Barcelona en Comú preveía que los cargos debían tener vigencia por dos mandatos, Colau optó a una tercera candidatura jugando un comodín previsto en el mismo código, que preveía que la limitación de mandatos era a dos mandatos consecutivos, "excepcionalmente prorrogable a un mandato más, siempre que se dé un proceso de discusión y validación ciudadana". La jugada no salió bien y al final Colau invistió a Collboni como alcalde sin conseguir que este, de momento, haya integrado los comunes en su gobierno.

Desaparecida durante este mandato

El último capítulo de Ada Colau en la Casa Gran, relegada a ser la presidenta del tercer grupo del pleno municipal, ha estado marcada por su práctica desaparición. Poco se la ha visto más allá de los plenarios, en lo que se ha interpretado como una primera fase de su retorno al activismo, ahora con la causa palestina como principal ingrediente. Janet Sanz, futura presidenta del grupo municipal, ha llevado el peso de toda la actividad del partido durante este año, y la misma Colau ha quedado en evidencia con ausencias tan sonadas como la del pregón de la Mercè, una ocasión que requería su presencia por su simbolismo exento de partidismo.

Ada Colau con Janet Sanz en un plenario municipal reciente. Sanz será la nueva presidenta del grupo municipal de Barcelona en Comú / Foto: Carlos Baglietto

Colau se marcha este viernes con la puerta abierta a su retorno como candidata en 2027, una opción que, además, requerirá una lectura muy autocomplaciente del propio Código Ético de los comunes, una vez gastados los dos mandatos consecutivos y la prórroga excepcional a un tercero. Quizás marcharse ahora será la coartada para optar a un cuarto mandato aduciendo que no ha habido continuidad. Quizás también, el destino le reservará una cuarta posición si se presenta una cuarta vez. Ahora mismo, la única certeza que hay es que Colau saldrá del pleno para reanudar su faceta de activista. Este viernes, a las 18.30, la alcaldesa-activista presentará la mesa redonda 'Desafiando la extrema derecha: la experiencia reciente en Francia', y de aquí a 2027, puede llover mucho, y ojalá que llueva.