La Virgen de Montserrat es la patrona de Catalunya y su festividad es este domingo, 27 de abril, jornada en que la Moreneta saldrá en procesión por las plazas del monasterio por primera vez en este siglo y en el marco de la celebración del Milenario. Ahora bien, como patrona de Catalunya hay imágenes suyas por todo el país, y Barcelona, como capital de este, no es ninguna excepción, sino al contrario, ya que en la ciudad se pueden encontrar imágenes y representaciones de la Moreneta en varios puntos, tanto públicos como privados, pero uno de los más curiosos está en el mismo centro de la ciudad, porque puede pasar desapercibida y, además, porque fue un lugar de culto clandestino durante la Guerra Civil.

➡️ Así fueron las procesiones de la Virgen de Montserrat de 1947 y 1997

Este punto central de la ciudad a que hacíamos referencia no es otro que la plaza de Catalunya, un espacio que une el Eixample con Ciutat Vella y que es concurrido de decenas de miles de personas cada día. Esta plaza, no prevista inicialmente en el plan Cerdà, fue urbanizada varias veces, pero su fisonomía actual es, en esencia, resultado de la transformación de 1927, en el marco de la Exposición Internacional de 1929, aunque la parte que toca en la Rambla, con el monumento a Francesc Macià es muy posterior, de 1991. En todo caso, entre 1927 y 1929 se situaron la mayoría de esculturas que rodean la plaza.

Precisamente, es en este conjunto de veintiocho esculturas que rodean la plaza donde hay una reproducción de la Moreneta, pero con la característica que no se trata de una escultura específica de la Virgen, sino que es un complemento de otra estatua. En concreto, se trata de una escultura de Eusebi Arnau -autor, entre otras obras, de las figuras femeninas del escenario del Palau de la Música Catalana- que representa a fray Joan Garí, un personaje legendario que habría sido un anacoreta de Montserrat, hecho que explica que sostenga en brazos una representación de la Moreneta. Como las dos figuras, fray Garí y la Moreneta, están hechas en el mismo bronce oscuro, fácilmente la segunda puede pasar desapercibida a primera vista.

Una figura clandestina durante la revolución de 1936

La estatua en cuestión está situada en el lado Besòs de la plaza de Catalunya, cerca de las terminales del Aerobús y a pocos metros de la fachada de El Corte Inglés. Sin embargo, como se ha explicado, es fácil que si uno no la busca, no la vea, y eso explica un episodio singular de esta Moreneta: su vida clandestina durante los primeros meses de la Guerra Civil. Una vez el golpe de estado fascista llevó a la guerra, Barcelona vivió una situación revolucionaria que incluyó la quema de iglesias y conventos, así como la persecución de religiosos y creyentes. En este contexto revolucionario, aparentemente no se cayó en la existencia de la figura de la Moreneta en medio de la ciudad y, por lo tanto, no sufrió ningún ataque, y eso que los partidos revolucionarios tenían sus sedes principales muy cerca.

Estatua plaça catalunya moreneta / Foto: Carlos Baglietto
La escultura que incluye la representación de la Moreneta está situada en el lado Besòs de la plaza de Catalunya, cerca de las terminales del Aerobús y a pocos metros de la fachada de El Corte Inglés / Foto: Carlos Baglietto
Estatua plaça catalunya moreneta / Foto: Carlos Baglietto
Detalle de la Moreneta, sostenida por fray Joan Garí, un anacoreta legendario que habría vivido en una cueva de Montserrat en tiempo del conde Guifré / Foto: Carlos Baglietto

Los que sí que cayeron en la existencia de la Virgen en la plaza de Catalunya fueron algunos católicos, que la convirtieron en un lugar de culto clandestino. De manera disimulada, había creyentes que se detenían delante de la efigie para rezar e incluso se explica que en el entorno se hacían confesiones simulando simples conversaciones entre conocidos, o bien se daba la comunión haciendo ver que se repartían caramelos. Estas prácticas duraron unos meses, los del estallido revolucionario, hasta que la Generalitat, quizás sobre aviso de las prácticas que se llevaban a término, optó por retirar la estatua, que no fue restituida hasta una vez acabada la Guerra Civil por las nuevas autoridades franquistas. Evidentemente, en aquel momento de nacionalcatolicismo, la situación había producido un giro de 180 grados y ya no solo no había que practicar el culto clandestinamente, sino que más bien se perseguía a los que no practicaban de manera notoria la fe católica.