Subir a la cima del Turó de la Rovira de Barcelona, aunque se haga en taxi o similar y con petición expresa de acercarse al máximo, supone una pequeña excursión, y llegar para encontrarse con el hecho de que hay una verja que impide el paso a la zona de la batería antiaérea no ha sido buena noticia para las decenas de personas, la mayoría turistas, que han decidido acercarse este martes por la noche, ajenos a la puesta en práctica de la nueva medida de cerrar el recinto de los mal denominados búnkeres durante las noches. Por eso, decenas de turistas han preferido dispersarse por la parte exterior del perímetro y por el parque del Guinardó, dispuestos a sacar rédito del esfuerzo que ha significado subir.
De hecho, creer que los que subieran se resignarían a darse la vuelta no entraba dentro de las previsiones de los vecinos contrarios al cierre ni tampoco, al menos de entrada, para el Ayuntamiento de Barcelona. Y las experiencias anteriores de desalojos ya indicaban que si no se podía acceder a la zona cero del Turó de la Rovira, es decir, a los restos de la batería antiaérea, las personas que habían subido buscarían otros lugares para disfrutar de las vistas y la puesta de sol. Tanto es así que mientras una patrulla de la Guàrdia Urbana alertaba a los que querían acceder a la cumbre por la calle Marià Labèrnia -el acceso principal y el más problemático porque es una calle con vecinos-, en el resto de accesos, al menos hasta pasadas las nueve de la noche, no ha parado de acumularse gente.
Aunque el gobierno municipal confía en que la presión turística disminuya a medida que se extienda la noticia que el Turó de la Rovira cierra por la noche -y se está haciendo una tarea pedagógica en este sentido vía redes sociales y también en puntos concretos como albergues juveniles de Barcelona- la misma concejala de Horta-Guinardó, Rosa Alarcón, ha señalado que el cierre por sí solo no resolverá el problema, mientras que los vecinos ya han alertado que los turistas que sigan subiendo a la cima buscarán espacios alternativos si encuentran la puerta cerrada y reclaman soluciones más globales que pasen por el "decrecimiento turístico" y por el fin del modelo de turistificación de la ciudad.
Concentraciones en el puente de Mühlberg
Ahora bien, mientras vecinos y gobierno municipal defienden sus propios modelos para resolver la cuestión, el hecho es que durante la tarde y primeras horas de la noche del martes al miércoles, el autobús 22, uno de los que deja más cerca de la cima, no ha parado de acercar a grupos de turistas ansiosos de descubrir un espacio promocionado como el que tiene las mejores vistas gratuitas de Barcelona, y como lo han encontrado cerrado, su opción ha sido la de esparcirse por la zona exterior del perímetro y la parte más alta del parque del Guinardó, en especial la zona más próxima al vertiginoso puente de Mühlberg. En todo caso, habrá que ver cómo evoluciona la situación los próximos días, porque desplazar el turismo en torno al Turó de la Rovira no solucionará el problema de masificación, solo lo dispersará.