En Barcelona hay un Palau de la Música conocido internacionalmente, obra maestra del modernismo catalán, edificado por el insigne arquitecto Lluís Domènech i Montaner. Pero hay un segundo palacio de la música que también merece atención, en especial porque tiene rincones raramente visitables, ni siquiera por parte de sus usuarios habituales. Se trata del Conservatori Municipal de Música de Barcelona, una obra a medio camino entre el modernismo y el 'noucentisme', con una estética en su fachada principal que hace pensar en una fortaleza medieval, con dos torreones que vigilan con severidad todo lo que pasa en la calle y parecen controlar a todo el mundo que entra o sale.
Situado en la calle Bruc con València, en el chaflán mar-Besòs, el conservatorio forma parte de una manzana del Eixample -delimitada por las calles Aragó, Bruc, València y Girona- que tiene la singularidad que fue comprada el año 1884 por el Ayuntamiento de Barcelona para destinarla a equipamientos. En el mismo entorno hay el Mercat de la Concepció y la sede del Distrito del Eixample, aunque la parte de la manzana que da a la calle Girona finalmente fue destinada a viviendas particulares. La cuestión es que el conservatorio -igual que el mercado y la sede del distrito-, se proyectó para los usos que ha acabado teniendo, y eso lo hace especialmente interesante.
Efectivamente, el Conservatorio Municipal de Música de Barcelona, fue construido expresamente para esta función entre los años 1916 y 1928 por parte del arquitecto Antoni de Falguera i Sivilla después de desestimar una Escuela Municipal para niños y niñas sordos, mudos y ciegos del cual se llegó a poner la primera piedra el año 1907 sin que el proyecto se acabara llevando a cabo. A pesar de ser el segundo proyecto para el solar, el Conservatorio sí salió bien y se pudo inaugurar recién terminado, convirtiéndose en la sede de los estudios musicales en la capital catalana. Por eso mismo, muchos de los acabados remiten casi siempre a motivos musicales.
Al tratarse de un edificio funcional, sus usuarios -principalmente, estudiantes y profesores de música- lo pueden utilizar con toda normalidad, pero eso no significa que tengan acceso a algunos de sus rincones, cosa que sí que es posible en visitas guiadas, como las que se ofrecen en el marco del festival de arquitectura 48 Open House. Una oportunidad para descubrir este segundo palacio de la música de Barcelona, tanto por delante como por detrás, dos visiones complementarias que explican de forma completa un edificio que esconde muchos más detalles de los que la apariencia de castillo de dureza neogótica de la fachada principal parece proponer.
La Peixera, desde abajo y desde arriba
El conservatorio tiene la apariencia de un palacio señorial aunque, repetimos, no se trata de un inmueble reaprovechado, sino construido ad hoc para su función. Por eso mismo, muchos detalles tienen que ver con la música, como las cenefas del embaldosado de las paredes, con escenas musicales. Ahora bien, la parte del edificio que más llama la atención es la enorme sala principal, llamada 'La Peixera'. Según recoge la web del Ayuntamiento de Barcelona, se trata de un patio "de planta cuadrada de 12x12 metros y altura de las tres plantas del Conservatorio" que hay que observar con detenimiento y sin olvidar levantar la vista.
Y es que a pesar del interés de sus muros interiores, la composición de las ventanas que se abren al patio y el remate con nombres de grandes músicos como Schubert, Bach, Haendel o Haydn, lo que más impacta es la claraboya vidriada que ilumina toda la sala, diseñada por el mismo De Falguera, de espectacular cromatismo. Ahora bien, si desde abajo el tragaluz impresiona, desde arriba impacta, ya que en determinadas ocasiones se puede acceder a la cámara que acoge la claraboya e incluso dar toda la vuelta entera para disfrutar del trabajo de vidriería y forja que la compone.
También el terrado tiene bastante interés y no es habitualmente visitable. Allí había la vivienda del conserje y en algún momento ha habido el proyecto de habilitar allí un servicio de cafetería, pero en la actualidad está pendiente de una profunda rehabilitación. Con todo, es de interés la buhardilla, de obra vista y arcos de catenaria que no desmerecen otras obras del modernismo, incluidas algunas de Antoni Gaudí. La azotea también ofrece una vista desde atrás de los dos torreones, de funcionalidad discutible pero que dotan de majestuosidad el edificio. Unas escaleras de caracol con peldaños de madera permiten llegar hasta el nivel superior, aunque incluso en el marco del Open House están restringidas al público.
También vale la pena la Sala Roja, llamada así para estar forrada con damasco rojo. Se trata del espacio donde los estudiantes tienen que pasar las audiciones que los tienen que convertir en músicos. Un detalle de esta misma sala es que ha habido que insonorizar la parte que da al chaflán, con ventanas neogóticas sobre la entrada principal, porque llegó un punto que el ruido del tráfico de las calles Bruc y València imposibilitaba la audición correcta de los instrumentos. Además, como ya se ha dicho, algunas partes del edificio están pendientes de rehabilitación y modernización, pero en conjunto el edificio mantiene su funcionalidad con el mismo uso para el cual fue diseñado.
Barcelona chocante
Por todo ello, visitar por dentro del Conservatori Municipal de Música es descubrir más detalles de una Barcelona siempre chocante, donde hay lugar para contemplar el Guernica de Picasso en su emplazamiento 'original', visitar una cochera prefabricada en la falda de Collserola, disfrutar de un templo neoclásico en el corazón del Eixample, admirar la belleza de un rascacielos brutalista, descubrir que al lado del Palau de la Música hay otra joya modernista, jugar a encontrar el dragón escondido de la obra más catalanista de Gaudí, comprobar como una cisterna histórica reconvertida en equipamiento público está en completo desuso o que el edificio que acogía el histórico 'drugstore' David tiene una rampa que permite subir en coche hasta las oficinas de la octava planta.