El Viernes de Pasión es el día que en el mundo cristiano se recuerdan las últimas horas de Jesucristo, eso es, desde la santa cena, que tiene lugar el Jueves Santo, hasta el descenso y la sepultura, pasando por episodios lo suficientemente conocidos como la detención y el beso de Judas, el juicio de Poncio Pilato y el camino hacia el Gólgota -el Vía Crucis-, así como la misma crucifixión. Todos estos momentos, que son rememorados en obras teatrales -las célebres Pasiones- así como en procesiones, se pueden recorrer también en la fachada de la Passió de la Sagrada Familia a través de las esculturas que Josep Maria Subirachs levantó a partir de 1986 con su particular estilo pero siguiendo el proyecto original de Antoni Gaudí, que quiso dedicar esta fachada al punto culminante de la vida de Jesús: la muerte y su posterior resurrección.



Esta fachada, que da a la calle Sardenya y que históricamente ha tenido tantos entusiastas como detractores, es, de hecho, un inmenso retablo donde se explican todos los acontecimientos básicos que, al fin y al cabo, justifican la celebración de la Semana Santa, desde la santa cena hasta la resurrección de Cristo y la posterior ascensión, que ya queda fuera de la Semana Santa estricta. Este gran conjunto escultórico, en tanto que explica una sucesión de acontecimientos, tiene un orden de visionado concreto, que empieza por la izquierda del nivel inferior y que culmina ya en las torres, con un sentido ascendiente y que en los tres primeros niveles se tiene que recorrer con la forma de una letra ese. Los conceptos izquierda y derecha son siempre desde el punto de vista del espectador desde la calle Sardenya.
Esta es la manera de interpretar el conjunto escultórico, paso a paso:
La santa cena: el retablo empieza a la izquierda del nivel inferior de la fachada, donde hay las puertas, con una representación de la santa cena, una imagen icónica de la Semana Santa que casi siempre se representa con todos los personajes de cara al espectador, una posición forzada que en la Sagrada Familia Subirachs resuelve con un atrevimiento, situar a Jesucristo de espalda al espectador y, por lo tanto, de cara a los apóstoles, con una composición más cerrada que las habituales y donde no falta Judas Iscariote, impelido a marcharse por el mismo Jesús cuando este le dice: "Lo que estás haciendo, hazlo deprisa".

La detención de Jesús: tras la santa cena hace falta seguir el conjunto hacia la derecha, donde se encuentra el momento de la detención de Jesús, donde aparecen soldados romanos -que se repetirán en otros puntos- que recuerdan las salidas de humos de Gaudí de la Pedrera. En este conjunto destaca una gran oreja, que recuerda la oreja de Malcus, criado del gran sacerdote, que san Pedro cortó en un intento de defender a Jesús.

El beso de Judas: más a la derecha aparece el momento en que Judas da un beso a Cristo, que es el símbolo de su traición, ya que es el gesto pactado por Judas Iscariote para identificar a Cristo para proceder a la detención. A los pies de Judas hay una serpiente como símbolo del mal. Entre los dos conjuntos escultóricos de la detención y la traición se encuentra el criptograma, un cuadrado con dieciséis cifras que incluye más de 300 combinaciones en las cuales la suma es 33, la edad que según la tradición tenía Cristo en el momento de morir.

La flagelación: en el centro del tramo inferior, justo entre las dos grandes puertas de entrada, se encuentra la escultura que representa la flagelación. Con cinco metros de altura marcados por la columna donde está atado Cristo, la cara de este expresa el dolor del momento. Este conjunto está coronado por el símbolo del alfa y la omega, como interpretación del principio y el fin.

La negación de Pedro: siguiendo a la derecha está el conjunto que representa un momento culminante, las tres negaciones de Pedro, representadas por tres mujeres, antes que cante el gallo, ave que también aparece representada. La imagen del mismo san Pedro, envuelto en una sábana, simboliza el agobio del apóstol tras negar a Jesús.

'Ecce homo': 'He aquí el hombre' es la frase atribuida a Poncio Pilato a la hora de presentar a Jesús ante el pueblo, que ya aparece con la corona de espinas. A su lado aparece un Pilato pensativo y detrás, otra vez dos soldados romanos.

Pilato se lava las manos: siempre en dirección a la derecha, se encuentra ahora un conjunto escultórico con que representa el momento en que Poncio Pilato se lava las manos intentando desentenderse de la decisión de ejecutar a Jesús mientras su mujer, Prócula Claudia, sale de escena.

Las tres Marías y el Cireneo: con este conjunto empieza la representación del camino hacia el calvario y empiezan las esculturas del segundo nivel, ya sobre las puertas, y que ahora se tienen que leer de derecha a izquierda. En este caso se representa la primera caída de Jesús delante de las tres Marías -la Virgen, Maria de Cleofás y Maria Magdalena- y como Simón de Cirene recoge la cruz.

Jesús yendo hacia el calvario: se trata del conjunto principal y central de la fachada, que queda justo por encima de las puertas, donde se ve, de derecha a izquierda, a Jesús llevando la cruz y la segunda caída, las mujeres de Jerusalén, entre las cuales la Verónica, que según la tradición secó la sangre de Jesús con su velo y quedó imprimida la faz. También hay dos soldados romanos, los más detallados de todo el retablo y, a la izquierda de todo, una figura que representa uno de los evangelistas recogiendo los hechos pero que es, al mismo tiempo, un retrato y un homenaje a Antoni Gaudí.

Longinos: esta es la escultura peor interpretada de todo el conjunto monumental, porque muchos espectadores interpretan que es una imagen de Sant Jordi, aunque ni mata a ningún dragón, ni tiene ningún papel en la Pasión. En realidad se trata de una imagen ecuestre del soldado Longinos, que atravesó el costado de Jesús con una lanza y que, posteriormente, se convirtió al cristianismo y acabó como mártir y santo. Con esta escultura se cierra por la izquierda el segundo nivel de esculturas.

Los soldados se juegan las pertenencias de Jesús: el tercer nivel de esculturas, que se tiene que interpretar de izquierda a derecha, empieza con un grupo de soldados romanos, estos más toscos, que se juegan a los dados las pertenencias de Jesús, incluida su túnica.

La crucifixión: en el centro del tercer nivel se sitúa el clímax de la pasión, la crucifixión de Cristo, que aparece desnudo y colgado de una cruz sorprendentemente horizontal. A un lado si sitúan las tres Marías y en el otro, una simple calavera, que simboliza el Gòlgota y el trágico destino (momentáneo) de Cristo.

El descendimiento de la Cruz: cierra todo el conjunto el grupo del descendimiento y entierro, con Jesús amortajado, la Virgen y los personajes de José de Arimatea y Nicodemo, este último con la singularidad de que se trata de un autorretrato del mismo escultor, Josep Maria Subirachs.

Estos son los conjuntos escultóricos de los tres primeros niveles de la fachada de la Passió, que se complementan con las cuatro puertas: la de Getsemaní a la izquierda, las dos dedicadas a los evangelios en el centro y la de la coronación de espinas a la izquierda. Más arriba del tercer nivel el retablo continúa con el frontón, que recrea un osario; la cantgera y huerto, en la cara interior de la fachada; el sepulcro vacío, situado en el centro del frontón; el vitral de la resurrección; la cruz, rodeada de ángeles y de siete metros y medio de altura; el espíritu santo, y la ascensión de Jesús, ya en el puente que une las torres. Excepto esta última figura, el resto de esculturas no son de Subirachs.
