La piqueta olímpica acabó, a finales de los años ochenta del siglo pasado, con el chabolismo en Barcelona, una realidad a menudo olvidada, invisibilizada y arrinconada que, con todo, persiste en la actualidad con fenómenos de carácter diferente, pero que provienen de la misma naturaleza, la incapacidad de la ciudad de Barcelona de proveer a todos sus ciudadanos de una vivienda digna. Emergencia habitacional, le llaman ahora. Infraviviendas eran las chabolas de antes e infraviviendas son los actuales asentamientos, un eufemismo utilizado para definir pequeños poblados de tiendas de campaña ubicados en rincones de difícil acceso o solares abandonados, como también lo son los locales comerciales ocupados por familias sin recursos. Y también lo es el barraquismo vertical, edificios de dudosa calidad constructiva donde familias enteras se amontonan en pisos de la medida de una caja de cerillas, como muy bien conoce la exchabolista y última pregonera de la Fiesta Mayor de Barcelona, Custodia Moreno.

La tragedia del lunes -donde cuatro miembros de una familia, entre los cuales dos menores, murieron en el incendio del local que ocupaban en la plaza Tetuán-, ha hecho aflorar que hay más de 800 barceloneses que viven en condiciones precarias, una cifra muy elevada aunque bastante alejada de la que tenía la ciudad ahora hace medio siglo, cuando los habitantes de los barrios de barracas se contaban por miles, algo que los barceloneses parecen haber olvidado

Memoria fotográfica de la Perona

Precisamente, desde el pasado 25 de noviembre y hasta el 22 de mayo del 2022, el Arxiu Fotogràfic de Barcelona da una oportunidad a todos aquellos que no quieren olvidar esa cara más oscura de la ciudad con la exposición Esteve Lucerón. La Perona. L'espaci i la gent, una recopilación de imágenes del mencionado Luceron que recoge la vida del barrio de chabolas de la Perona en su periodo más duro, entre 1980 y 1989, cuando a medida que las barracas iban desapareciendo en toda la ciudad, los más desfavorecidos -casi todos pertenecientes a la comunidad gitana- se iban acumulando en este infrabarrio del distrito de Sant Martí.

Interior de una chabola, en una imagen de 1983 / AFB. E. Lucerón

La exposición, comisariada por el mismo Lucerón i Jordi Calafell, presenta una selección de imágenes tomadas durante la década de los ochenta por un fotógrafo y activista preocupado por los problemas sociales, que quiso dejar constancia del día a día de los habitantes del último barrio de chabolas de Barcelona. Todo ello, una buena ocasión para recordar la historia de esa zona al mismo tiempo que las fotografías de Luceron retratan la realidad del momento.

Un origen fraudulento, un nombre 'fake'

El barrio de chabolas de la Perona estaba situado al lado de las vías del tren en el barrio de Sant Martí de Provençals, en el espacio situado entre los puentes de la calle Espronceda y el antiguo Pont del Treball -con una ramificación hasta el desaparecido puente de la Riera d'Horta-, en el ámbito del actual parque de Sant Martí y los terrenos donde Adif construye el futuro complejo ferroviario de la Sagrera. Testimonio de aquella época, al otro lado de las vías, subsiste la Torre del Fang, mientras que el puente de Bac de Roda, levantado en 1987, llegó a convivir con las últimas barracas.

Vista de la Perona, en primer término el puente de la calle Espronceda / Barcelonarutas

Se ha hecho mención de las instalaciones ferroviarias y es que Renfe tuvo alguna cosa que ver en el origen de la Perona, como síntoma de unos tiempos de economía sumergida, rumores, corrupción, medias verdades y negocios turbios. Según se relata en la obra colectiva Barraquisme, la ciutat (im)possible (Generalitat de Catalunya, 2011), los terrenos eran propiedad de la empresa ferroviaria y formaban parte de una reserva de espacios para una eventual ampliación de las vías. Eso permitió que algunos trabajadores ferroviarios "sin permiso oficial, se apropiaran de manera informal de los terrenos para el cultivo", pero este sólo fue el primer paso, porque poco después, los mismos trabajadores que se habían apropiado ilegalmente de los terrenos, los revendieron a los primeros chabolistas en el año 1945 por unas "doscientas o trescientas pesetas la parcela", evidentemente, sin ningún contrato o escritura, ya que los que las vendían no eran los propietarios.

Con respecto al nombre, este se empezó a utilizar a raíz de la visita, en el año 1947, de Eva Duarte de Perón, primera dama de Argentina como segunda esposa del presidente Juan Domingo Perón. También conocida como a Eva Perón o la Perona, fue protagonista de una sonada visita a la España franquista en el año 1947, cuando, acompañada del dictador Francisco Franco recorrió el Estado -incluida Barcelona- en una operación propagandística que intentaba situar España en el concierto internacional en un momento en que la ONU excluía al régimen fascista por su colaboración con Alemania e Italia durante la Segunda Guerra Mundial y Argentina era el único aliado de peso, Vaticano aparte.

Eva Perón, 'la Perona', con el dictador Francisco Franco, en su visita de 1947 / Biblioteca Nacional de España

Es cierto que Eva Perón tenía una sensibilidad social hacia los más desfavorecidos que no tenían los gobernantes españoles del momento, y su tirante relación con Carmen Polo, la primera dama española, fue un claro ejemplo, pero bautizar el barrio en honor suyo responde a una 'fake news' de la época. Sin ningún fundamento, se difundió el rumor que Eva Perón "quería hacer construir casas para los pobres en la ronda de Sant Martí, y es por este motivo que la barriada adoptó el nombre de la Perona". Todo era mentira, pero el nombre quedó fijado para siempre.

Dos épocas diferenciadas

El libro mencionado distingue dos épocas en este infrabarrio que básicamente constituía una sola calle con barracas en cada lado y unos pocos accesos hacia el exterior. La primera, entre 1945 y 1967 y la segunda, a partir de aquella fecha hasta la desaparición en 1989. El punto de inflexión es el inicio de un proceso de segregación social que hará que, al final, prácticamente el cien por cien de la población pertenezca a la comunidad gitana.

Una niña de la Perona, en 1982 / AFB. E. Lucerón

En la primera época, la Perona acogió inmigrantes provenientes de varias regiones españolas de las grandes oleadas de los años cincuenta y sesenta. En aquellos años el barrio creció hasta las 460 chabolas, pero, en teoría, el emplazamiento tenía un objetivo transitorio, ya que la esperanza de sus habitantes era poder acceder a pisos de la Obra Sindical del Hogar, un hecho que se fue haciendo posible durante los años del 'desarrollismo'.

Pero a medida que los primeros habitantes del infrabarrio accedían a pisos en bloques en el mismo barrio de Sant Martí, donde se construía a destajo -y en muchos casos, pasando del barraquismo horizontal al vertical-, la población empezó a experimentar una sustitución social, y la relación entre payos y gitanos empezó a decantarse a favor de estos últimos, en parte también por la erradicación de otros barrios donde la comunidad gitana era mayoritaria, como el Somorrostro, en la Barceloneta, desmantelado el 1966, ya que parte de sus habitantes fueron derivados a la Perona, originando una situación de "tensiones sociales y ruptura definitiva de la convivencia".

"Gitanos, quinquis, maleantes y gente de mal vivir"

Empieza así una segunda fase, que durará hasta la desaparición del infrabarrio, donde la situación se irá degradando. En 1971, con 653 chabolas, la Perona ya es el núcleo mayor de Barcelona, una vez desmantelados los grandes poblados de Montjuïc y el Carmel y muchos de sus habitantes reubicados en el barrio de Canyelles y en la Mina, en el municipio de Sant Adrià de Besòs. Entonces la población gitana de la Perona era de un 69%, y al final de la década llegó al 95%.

Imagen del año 1980 de los entornos de la Perona / AFB. E. Lucerón

El cambio en la composición social llegó acompañado de un racismo antigitano alimentado de rumores como supuestos y nunca demostrados casos de agresiones, violaciones e incluso un asesinato, o la suposición bastante extendida de que los miembros de esta comunidad no eran capaces de vivir en pisos. De hecho, los planes de reubicarlos en pisos del mismo barrio o de otros próximos contó con la oposición activa de los vecinos payos, que los querían cuanto más lejos mejor y, al mismo tiempo, se negaron a la construcción de una escuela porque consideraban que alargaría su estancia en la Perona. Los problemas derivados de la adicción a las drogas, una de las lacras de los años ochenta, acabaron de hacer el hecho. De hecho, una publicación de la época se hacía eco de los cambios vividos en la Perona con la frase "Vinieron gitanos, quinquis, maleantes, gente de mal vivir y cambió la Perona".

El fin del infrabarrio, una solución en falso

La llegada de la democracia municipal a partir de 1979 impulsó los planes de reasentamiento, aunque no puso fin a la oposición vecinal a admitir a los gitanos como vecinos de pleno derecho. El reto era encontrarles un destino, y la intención de enviarlos a Vallbona, el barrio más periférico de la ciudad, no salió bien, como tampoco el traslado al polígono Pedrosa, donde ahora se levanta la nueva Fira de Barcelona ni a los barrios del Besòs.

Familia de la Perona realojada en un piso de la calle Agricultura / AFB. E. Lucerón

Una primera opción fue prácticamente un fraude. El Ayuntamiento decidió indemnizarlos, con precios que oscilaban entre las 150.000 y las 400.000 pesetas y derribar las chabolas vaciadas. La medida hizo que el barrio contara, en 1983, con 111 barracas, pero el precio fue que los residentes no accedían a ningún piso y acababan trasladados, o bien a chabolas de familiares, o bien en infrabarrios situados en otros municipios.

Entre una cosa y otra, el consistorio solucionaba en falso el problema, pero la estrategia funcionó de manera que gracias a un persistente goteo de recolocaciones caso por caso e indemnizaciones, en julio de 1989 se pudieron derribar las últimas chabolas y dar paso a la reurbanización actual. El último infrabarrio de Barcelona desapareció, pero el problema de la infravivienda no. Y todavía persiste.

 

Imagen principal: Grupo de jóvenes en la única calle de la Perona / AFB E. Lucerón