El pasaje de Frígola de Gràcia, en Barcelona, es uno de aquellos rincones singulares que dan identidad a esta villa. Se trata de una vía tranquil·la que sólo tiene entrada por la calle de Verdi además de un acceso a los Jardins del Mestre Balcells, que cierra al anochecer. Aunque pueden acceder coches y motos, se trata en general de una calle pacificada que invita al reposo y al paseo lejos del ruido de tráfico de la calle inmediatamente superior, la Travessera de Dalt.
De golpe, sin embargo, el pasaje se ha tenido que movilizar ante la posibilidad de que se ejecute una expropiación prevista en los años setenta y que comportaría el derribo de un inmueble y el desahucio de las catorce familias que viven allí, o, como mal menor, la habilitación de un túnel lóbrego de casi cuarenta metros por debajo de las viviendas existentes. Todo ello ha sublevado a los vecinos y la propietaria del local directamente afectado, un multiespacio de creación que podría desaparecer si se llevara a cabo el proyecto.
Una idea desfasada
El objetivo del proyecto es el de unir el pasaje Frígola con la calle de Cardener por la calle de la Granja, una idea que provenía de un PERI de los años cincuenta, una época donde los planes urbanísticos se hacían principalmente para facilitar el tráfico de los coches, a menudo en detrimento de los peatones y del patrimonio arquitectónico existente, pero que en el 2021 no parece tener razón de ser pero que se mantiene vigente en la Modificación del Plan General Metropolitano (MPGM) de 1976.
"Aplicar este plan es volver atrás en el tiempo", apuntan en conversación con elNacional.cat, Maite Poch, vecina del pasaje y Laura Callejas, propietaria de los bajos del número 27 del pasaje Frígola, el inmueble principalmente afectado, donde regenta un multiespacio de creación llamado '2estones', donde se hacen actividades de cariz cultural como danza, teatro y otras.
De hecho, según explican las afectadas, el plan del Ayuntamiento de Barcelona sería el de derribar el edificio para hacer "equipamientos y vivienda social", pero eso supondría "una contradicción", ya que la transformación pasaría por "desahuciar a catorce familias", que se tendrían que marchar a vivir a otro lugar. En segundo término, el mismo consistorio se habría abierto a la posibilidad de mantener el edificio pero abriendo un túnel para comunicar con la calle Cardener abierta a peatones pero que también podría servir para ciclistas. Eso comportaría otra "desbarajuste", amputar buena parte del multiespacio de creación y modificar la portería de la escalera de vecinos, todo ello para hacer un pasaje lóbrego de 37,5 metros de longitud y como máximo tres de anchura, que tendría que salvar el desnivel de metro y medio existente entre el pasaje Frígola y la calle de Cardener y que además tendría que cerrar por la noche. En conclusión, un almacén "de suciedad e inseguridad".
También es contradictorio que un ayuntamiento que prioriza la pacificación de las calles y la proscripción de los vehículos privados de la vía pública quiera ahora abrir un paso que "no pide nadie", según las vecinas, que cuentan con el apoyo de las asociaciones de vecinos del barrio.
Alegaciones y firmas
Como protesta ante esta situación, el pasaje luce un gran número de colgaduras y pancartas de queja para parar el proyecto. Además, se han presentado alegaciones, acompañadas de más de 2.000 firmas -como han seguido recogiendo, a estas alturas ya llevan más de 3.000-, exigiendo no sólo la retirada del proyecto sino también "la desafectación definitiva" de las fincas, de manera que ya se pueda cerrar el tema para siempre.
Las alegaciones se presentaron en mayo, después de enterarse de los problemas no por comunicación del ayuntamiento sino "a través de L'Independent", el medio local de referencia en el barrio. Ahora, los vecinos esperan respuesta a estas alegaciones, que tendrían que llegar "como muy tarde en febrero". La esperanza es que todo se resuelva con "paralización y desafectación".
La paradoja, ¿un alud de expropiaciones para salvar el barrio?
Lo más paradójico de todo es que, según explican Poch y Callejas, la reactivación del MPGM llega en el contexto de un plan del Ayuntamiento de Barcelona para "proteger el barrio". A raíz del caso de las casitas de Encarnació, el consistorio se comprometió a replantear toda la política de protección patrimonial del barrio, pero también ha hecho que se vuelvan a poner sobre la mesa hasta 73 expropiaciones previstas en todo el distrito en aplicación del MPGM del año 76.
El caso del pasaje Frígola es sólo la punta de un iceberg que incluye, según informó betevé el pasado más de junio, la expropiación de 31 locales y 42 viviendas existentes y con gente viviendo allí. Estas expropiaciones se concentran en 12 puntos y, sobre el papel, permitirían que el ayuntamiento obtuviera suelo público para hacer zonas verdes y para construir vivienda protegida. A pie de calle, sin embargo, lo que se ve es un desbarajuste urbanístico que a día de hoy, "no reclama a ningún vecino".