Tres playas barcelonesas, las de Llevant, Nova Icària y Sant Sebastià, son las que tienen más microplásticos de todo Catalunya, según se desprende de un estudio de la Universitat de Barcelona (UB) y la ONG Surfrider Foundation Europe, que ha detectado una alta cantidad de microplásticos en las zonas de baño catalanas que, en algunos puntos y durante momentos concretos del año, superan las medias registradas en el Mediterráneo y en el resto del mundo. La investigación ha partido de las muestras recogidas durante siete meses, desde octubre de 2020 hasta el mes de junio de 2021, por voluntarios de catorce entidades de toda Catalunya, desde Llançà hasta l'Ametlla de Mar.
El estudio ha incidido en un aspecto donde la investigación oceanográfica tiene dificultades para acceder a las zonas de baño a pocos metros de la costa. De hecho, está suficientemente documentada la presencia de microplásticos en los océanos, pero las dificultades de acceso de los barcos científicos en las zonas de playa hacía que esta parte no estuviera tan bien estudiada. Ahora, miembros del Grupo de Recerca Consolidat (GRC) en Geociencias Marinas de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la UB, con la colaboración de la delegación española de la ONG Surfrider Foundation Europe, han estudiado las cantidades y las características de los microplásticos en la costa catalana.
La investigación ha sido posible gracias a una iniciativa de ciencia ciudadana en que personas voluntarias han recogido casi 25.000 microplásticos con redes especiales acarreadas por embarcaciones sin motor. Los resultados, publicados en la revista de acceso abierto Environmental Research Letters, revelan que en las zonas de baño hay una gran cantidad de microplásticos, cuya presencia está sometida a una gran variabilidad tanto espacial como temporal. "Las concentraciones medias que hemos encontrado cerca de la costa son superiores a los encuentros anteriormente fuera de las zonas de baño", ha señalado la profesora e investigadora de la UB Anna Sanchez-Vidal.
Así, se ha podido detectar que en las playas hay "concentraciones máximas mucho más elevadas —de más de seis plásticos por metro cuadrado— y más frecuentes en el tiempo" que fuera de las zonas de baño. "Además, en algunos puntos y momentos del año, superan en un orden de magnitud las medias encontradas en el Mediterráneo y a escala mundial", ha añadido. Por otra parte, según la misma profesora, el proyecto también ha servido para demostrar que "la ciencia ciudadana es una herramienta muy útil y potente para investigar la contaminación marina, a la vez que empodera a los ciudadanos con conocimiento científico."
Más plásticos en las zonas urbanas muy pobladas
Estas cantidades de microplásticos tan elevadas indican, según los autores, que "tiene que haber procesos que tiendan a concentrar o retener los plásticos cerca de la costa". En el artículo se sugieren algunas explicaciones, como las variaciones en las condiciones meteorológicas y oceanográficas; una influencia mayor de las riadas en épocas de lluvia intensa; la proximidad de zonas urbanas muy pobladas y de gran afluencia turística estacional, o el efecto concentrador de zonas limitadas por espigones o puertos. "Playas como, por ejemplo, la de la Mar Bella o Sant Sebastià, en Barcelona, se suelen encontrar más resguardadas del viento y el oleaje por estas construcciones y podrían retener y acumular más microplásticos que zonas más expuestas, hecho que indica un tiempo de residencia más prolongado," explica William P. de Haan, investigador de la UB y primer autor del artículo. En este sentido, los puntos en que se detectaron más microplásticos fueron las playas de Sant Sebastià, Nova Icària y Llevant, todas en la capital catalana.
Además, los investigadores también identificaron una posible estacionalidad. "Hemos observado que en zonas como a Llançà o Castelldefels se ve una tendencia a la baja entre en enero y en febrero, probablemente por la influencia de las corrientes superficiales y vientos que reducen los microplásticos flotantes, y una tendencia al alza justo antes y después de los meses de verano", subraya el investigador. El estudio no sólo ha determinado la abundancia de microplásticos, sino que también ha aportado una caracterización detallada de la medida, el color, la forma y la composición, que puede ayudar a determinar la fuente de los microplásticos, lo cual es fundamental para proponer soluciones a la creciente presencia de plástico en el medio marino.
Así, los resultados muestran que espumas y filamentos -procedentes, por ejemplo, de envases de alimentos y de la actividad pesquera- constituyen casi el 11% de los plásticos recogidos. No obstante, la gran mayoría de los plásticos se identifican como fragmentos y láminas, posiblemente originados por la ruptura de piezas de plástico mayores. "Hemos podido identificar fragmentos y láminas de polietileno, provenientes de la fragmentación de bolsas; fragmentos de polietileno y polipropileno, resultantes de la fragmentación de envases o botellas; fragmentos de poliestireno expandido, utilizados en envases de alimentos; filamentos de artes de actividades pesqueras, fragmentos de césped artificial," detalla Anna Sanchez-Vidal.
Desde Llançà hasta l'Ametlla de Mar
La investigación ha partido de las muestras recogidas durante siete meses, desde octubre de 2020 hasta el mes de junio de 2021, por voluntarios de catorce entidades de toda Catalunya. Desde Llançà hasta l'Ametlla de Mar, estos voluntarios han sido coordinados por Surfrider Foundation Europe. "Ha habido mucha participación, y eso nos ha confirmado que la ciencia ciudadana es una herramienta con un gran potencial para hacer el seguimiento y el estudio del impacto que tienen los plásticos sobre el medio marino", explica Maria Ballesteros, responsable de voluntariado en Surfrider Espanya.
Con una frecuencia semanal o quincenal, los voluntarios salían a navegar durante aproximadamente una hora con tablas de surf, kayaks u otras embarcaciones de remo. Enganchada detrás, las embarcaciones llevaban una red diseñada por los investigadores para recoger los microplásticos flotantes de más de 0,3 milímetros. Las coordenadas de los trayectos se registraron mediante un dispositivo móvil y la aplicación Wikiloc con el fin de documentar la latitud, la longitud, el tiempo y la distancia de arrastre. A continuación, los plásticos recogidos se enviaban al laboratorio de la UB para analizarlos. "Nos ha sorprendido el gran volumen de datos de alta calidad y de gran relevancia científica que se han podido obtener en un tiempo y con un presupuesto relativamente inferiores respecto de otros proyectos científicos similares", destaca a Anna Sanchez-Vidal.