Madrid, 4 de noviembre de 1921. El rey de España Alfonso XIII y en su nombre el ministro de la Gobernación, Rafael de Coello y Oliván, firman el Real decreto por el cual el entonces municipio independiente de San Vicente de Sarriá pierde su autonomía y queda integrado en Barcelona: "Queda agregado en su totalidad al término municipal de Barcelona el del Ayuntamiento denominado actualmente San Vicente de Sarriá, cuya agregación se considerará efectiva desde luego a los fines de organización prevía, completandose y ultimándose para que rija en definitiva desde el 1º de Abril próximo, y llevandose a cabo en las mismas condiciones y en armonía con lo determinado en los Reales Decretos de 20 de Abril de 1897 y 9 de Julio de 1903".
Este texto, publicado al día siguiente en la Gaceta de Madrid -el equivalente al Boletín Oficial del Estado (BOE) actual- arrancaba toda la maquinaria para incluir Sarrià en un plan de agregaciones que se inició en 1897 con la absorción a Barcelona de los municipios de Sants, les Corts de Sarrià, Sant Gervasi de Cassoles, Gràcia, Sant Andreu de Palomar y Sant Martí de Provençals y continuó en 1904 con la agregación de Horta. De hecho, el decreto del 4 de noviembre hacía referencia a los textos de 1897 y 1904 por los cuales se agregaban todos aquellos municipios del llano.
En Sarrià, el temor a que se acabara perdiendo la autonomía municipal venía de lejos, porque las autoridades municipales sarrianenses sabían que estaban incluidos en los planos de crecimiento de Barcelona, que en su versión más expansiva llegaba a engullir todos los municipios entre el Llobregat y el Besòs, y porque la experiencia de los otros municipios agregados les auguraba una pérdida clara de poder de decisión.
De hecho, el último alcalde del Sarrià independiente, Rafael Batlle, ante los tambores que anunciaban la inminente agregación, hizo un viaje a la desesperada el 3 de noviembre a Madrid con el fin de evitarla. Según escribe el historiador Ròmul Brotons i Segarra en el libro La Ciutat moderna. Barcelona 1921-1930 (Albertí Edicions, 2018), Batlle fue despedido en la estación de França "con gritos a favor de la autonomía municipal", pero una vez en la capital española chocó ni más ni menos que con la voluntad del ministro Francesc Cambó, el cual personalmente impulsó la agregación bajo el argumento que valía más llevarla a término "con un ministro catalán en Madrid". El desencanto fue tal que el mismo cinco de noviembre Sarrià vivió una huelga que incluyó el cierre de los comercios y fue liderada por tradicionalistas y republicanos, ya que los regionalistas cambonianos pasaban por ser los impulsores de la anexión.
No fue la última agregación
Cabe decir que aunque habitualmente se suele aludir a la de Sarrià como la última agregación, en realidad hubo otras posteriormente. Sí que fue la última anexión de un municipio todo entero, pero posteriormente hubo otras, principalmente la del sector de la Diagonal comprendido hoy en día entre la estación de Metro de Zona Universitària hasta la confluencia con la Ronda de Dalt, incluyendo el parque y la rosaleda de Cervantes, el depósito de aguas de Finestrelles y la Escuela Thau por encima de la Diagonal, y el Palau de Congressos de Catalunya, el parque de Can Rigal y las instalaciones deportivas de la Universitat de Barcelona por la parte de abajo, que fueron anexionadas a costa de l'Hospitalet del Llobregat en 1933 y los actuales barrios del Bon Pastor y Baró de Viver, segregados de Santa Coloma de Gramenet en 1947.
En todo caso, en el momento de la agregación Sarrià era "un municipio poco habitado, pero muy extenso", según Brotons, ya que comprendía aparte del núcleo central los barrios de Pedralbes, Vallvidrera y Sant Pere Màrtir, entre otros. Con poco más de 8.000 habitantes, la idiosincrasia de esta villa rural se resumía en la frase Sarrià: vents, torrents, torres i convents, en clara referencia a las características orográficas de la población, situada ya en los contrafuertes de Collserola y a su población, con una presencia de órdenes religiosas bastante importantes, así como de torres de veraneo de las familias de más alcurnia de la burguesía barcelonesa. La población vivía muy diseminada y como no había industrias, tampoco había obreros, un hecho fundamental a la hora de establecer las diferencias con una Barcelona que ya había pasado por varias revoluciones y en pleno auge del pistolerismo.
La distancia, un factor clave
La conexión ferroviaria con Barcelona, inaugurada en 1867, y la posterior llegada de varias líneas de tranvía, hacían que la separación con la plaza de Catalunya fuera cada vez menor. De hecho, la distancia entre Sarrià y el centro de Barcelona fue un factor clave para defender la agregación, como consta en la exposición previa al Real decreto del 4 de noviembre de 1921: "De antiguo viene el Ayuntamiento de Barcelona solicitando que el Gobierno, haciendo uso de la facultad que el artícuIo 10 de la ley Municipal le concede para ensanchar el término de las poblaciones de más de 100.000 habitantes hasta una distancia máxima de seis kilómetros, agregue en aquélla el término municipal de Sarriá".
En 1886 se instruyó un expediente para fijar qué poblaciones podían ser afectadas por la agregación, resultando que "el centro de Sarriá se hallaba a 4.200 metros de la Plaza de Ciataluña, y el de Horta a 4.800" y por lo tanto, "ambos términos municipales se hallaban dentro de los seis kilómetros" exigidos para proceder a la agregación. De hecho, la misma exposición se pregunta por qué no se procedió a anexionar aquellos dos municipios y porque en 1904 sólo se agregó el de Horta, y señala que "el Ayuntamiento de Sarriá en 17 de Agosto de 1902, y más tarde en 3 de Abril de 1906, en largos y razonados escritos, dirigido el último a la Presidencia del Consejo de Ministros, y que ésta, para su resolución, envió a este Ministerio, se ha venido oponiendo a que se le agregue a Barcelona".
A pesar de la oposición, el ministerio defendía que a causa del crecimiento de Barcelona se había llegado a un punto de confusión entre los límites y que por lo tanto "se impone de una vez para siempre terminar este asunto, concediendo una agregación que por todos los que han dictaminado en él expediente instruido, Diputación provincial, Consejo de Estado y otros organismos, ha sido reconocida como legítima, si se que no tiene que quedar incompleto el plan de ensanche preventivamente trazado por el ilustre Cerdá hace sesenta y dos años".
El último intento, salvar los nombres de las calles
Según el decreto del 4 de noviembre, la agregación se tenía que hacer efectiva el 1 de abril de 1922. En este contexto se entiende que en la última sesión del pleno municipal de Sarrià, el 20 marzo de 1922, el consistorio sarrianense intentara un último golpe de efecto. Si no se podía salvar la autonomía, al menos tratarían de evitar en lo posible el máximo de trastornos, y uno que les preocupaba, porque ya habían visto lo que había pasado en el resto de municipios del llano de Barcelona, eran los cambios en los nombres de las calles.
El nomenclátor barcelonés sufrió muchos cambios precisamente a causa de las agregaciones, porque había nombres de calles repetidas, en algunos casos como los de santos más de media docena de veces, porque tradicionalmente no sólo tenían nomenclátor propio todos los municipios independientes del llano sino también los tres barrios barceloneses extramuros: la Barceloneta, el Poble-sec y Hostafrancs.
En todos estos casos, el Ayuntamiento de Barcelona había ordenado cambios de nombres, afectando siempre a los de los municipios incorporados y nunca los de la ciudad intramuros, de manera que en Sarrià ya se veían a venir que el consistorio barcelonés impondría los nombres que quisiera. Ante eso, hicieron cambios de última hora con la esperanza, al menos, de anticiparse "a la inevitable operación de sacar unos nombres y poner otros sin intervención del vecindario más afectado", según relatan los periodistas Jaume Fabre y Josep Maria Huertas Claveria en el libro Carrers de Barcelona (Edhasa, 1982). De las 138 calles existentes se aprobó el cambio de 70, más de la mitad.
Pero la jugada no les salió del todo bien, ya que en 1927, bajo la dictadura de Primo de Rivera, el Ayuntamiento de Barcelona prescindió totalmente de los cambios decretados en 1920 e impuso otros, en una maniobra que según Fabre y Huertas Clavería "no tenía ninguna motivación ideológica, sino que más bien parecía un principio de autoridad". Con todo, se consiguió conservar catorce de los nombres aprobados en 1922, entre los cuales las calles de Vergós, Pons i Serra, Nou de Santa Eulàlia, Duquessa d'Orleans, Dolors Monserdà, General Vives i Vidal i Quadras.
Cien años después y a pesar de aquella agregación "legítima", Sarrià sigue haciendo valer su condición de municipio que un día fue independiente, pero con su destino atado para siempre a la capital de Catalunya.