En la Barcelona de hace unas décadas existía una atracción muy popular, básicamente porque era gratis. Era la Escullera del puerto, conocida también popularmente como el 'rompeolas' por su nombre en castellano. Accesible tanto a pie como en coche o moto, aquel largo paseo servía igual para los que salían a correr por sus más de tres kilómetros de recorrido -y tres más de vuelta-, como para las familias que salían a pasear, los pescadores que se subían a los bloques del espigón final o las parejas que cubrían con papeles de diario las ventanas de los coches para hacer lo que hacían y hacen a las parejas que no se pueden pagar un hotel. Pagando también se podía ir con las Golondrinas, y pagando todavía más, se podía comer o cenar en el restaurante del final, el Porta Coeli.
Todo aquello cambió con la construcción de la nueva bocana del puerto, que comportó seccionar el antiguo rompeolas para abrir un acceso marítimo al Port Vell más corto y accesible, y diferenciar la parte más recreativa de la más industrial. La parte final se conectó a tierra firme con el nuevo Pont d'Europa, un espectacular puente basculante inaugurado el año 2000 que, a pesar de todo, no ha conseguido ningún tipo de popularidad entre los barceloneses. Todos aquellos cambios fueron en detrimento del antiguo rompeolas, que aunque sigue siendo accesible, de golpe, quedó muy alejado de la ciudad -y de la ciudadanía-.
La causa de la pérdida de popularidad se puede encontrar principalmente en el cambio de acceso, que antes era por el final de la Barceloneta y actualmente lo es por la zona portuaria a los pies de Montjuïc, mucho más inhóspita para alguien que solo quiere pasear. En el nuevo rompeolas todavía quedan algunos pescadores y también algún peatón, pero básicamente es zona de uso portuario, sobre todo porque allí hay instaladas las terminales de los cruceros. La Barcelona más popular había perdido otra batalla, como la de los chiringuitos de la Barceloneta, la del parque de atracciones de Montjuïc o la de las 'costellades' en Collserola.
Ahora bien, aquello que se perdió se ha recuperado, mínimamente, justo hace una semana y gracias al empuje de la Copa América de Vela, con la inauguración, en el ámbito de la Nueva Bocana, junto al Hotel Vela y del solar que seguramente nunca acogerá el Hermitage barcelonés, de una nueva Rambla, que no recuperará el espíritu de un rompeolas que ya no existe tal como era, pero que sí que contiene algunos guiños que llamarán la atención de los nostálgicos.
Un recuerdo para el viejo rompeolas
El nuevo paseo incluye información histórica por medio de paneles con textos que recuerdan las instalaciones precedentes, como el viejo rompeolas construido en 1904. Por eso se recupera el nombre de 'rompeolas' como elemento identificador de este nuevo espacio que transcurre paralelo al paseo de l'Escullera, que transcurre por encima del espigón y que fue abierto al público en el 2018. Ahora bien, a pesar de la popularidad nostálgica del nombre de 'rompeolas' está por ver si los barceloneses del siglo XXI escogerán este nombre o preferirán otros como el normativo Rambla de l'Escullera o de otras posibilidades como Rambla de la Nueva Bocana o Rambla del Port.
El recorrido del antiguo rompeolas
El antiguo rompeolas nacía al final de la Barceloneta y era un largo camino que conducía hasta el restaurante Porta Coeli y más allá. Con la reforma del puerto al final del siglo XX quedó seccionada y la parte inicial, fuera de uso. De hecho, parte de aquel primer tramo ha quedado sepultado justo debajo de la nueva Rambla. Ahora bien, si alguien quiere recordar el trazado original, una serie de hitos en el suelo marcan el recorrido histórico, y un texto informa de que justo debajo están los restos del rompeolas original.
Una maqueta de escala humana
Otra de las curiosidades del nuevo espacio público es una maqueta de hormigón que destaca los puntos que constituyen todo el puerto de Barcelona. De lejos puede parecer un juego infantil, pero es un elemento a escala humana que suministra información sobre como era el puerto cuando se construyó el rompeolas, a principios del siglo XX, en comparación con como está en la actualidad, tal como está marcado en el pavimento. Una plancha de color marrón representa el tramo desaparecido del rompeolas.
El nuevo edificio Mirador
Aunque todavía no está inaugurado, el nuevo edificio Mirador permitirá ver desde la altura todo este nuevo ámbito portuario. Aparte de eso, su situación al final del nuevo paseo tiene una cierta retirada con el edificio del antiguo restaurante, situado kilómetros hacia allá, pero que parece establecer un diálogo con aquel viejo edificio, ya desaparecido, que también estaba situado al final de la tierra y el inicio del mar.
Proyecciones para nostálgicos
Otro aspecto que gustará a los nostálgicos es la proyección que se puede ver en los bajos del edificio Mirador. Entre textos explicativos del recorrido histórico del puerto de Barcelona se puede disfrutar de muchas fotografías antiguas, que harán recordar tiempos pasados.
Sillas y mesas cerca del mar
En un futuro está previsto que el edificio Mirador disponga de servicios de restauración. De momento, lo que sí se ha instalado son una serie de mesas y sillas situadas al borde del mar, que invitan a la pausa y la contemplación. Se pueden tomar como una evocación de la costumbre barcelonesa de sentarse a descansar en los bloques del antiguo rompeolas a contemplar el mar y disfrutar del tráfico marítimo.
Un mirador en recuerdo de los pescadores
El nuevo paseo se remata con una pasarela que se introduce unos metros por encima del mar. Además de convertirse en un nuevo mirador, que probablemente permitirá disfrutar de buenos amaneceres hacia el mar y puestas de sol hacia la ciudad, es también un homenaje a los pescadores que se instalaban en los bloques del antiguo rompeolas, algunos con pasarelas artesanales para acercarse más al mar, a toda hora del día y de la noche.