Unos o más individuos han vandalizado la basílica de la Mercè, con pintadas en la fachada. "Dios maricón" o "En el 36 aquí quemaban monjas" (en referencia a lo que pasó durante la Guerra Civil Espanyola) son algunas de las frases identificables escritas en color negro sobre las paredes exteriores del templo de Ciutat Vella, en las cuales hay que sumar otras expresiones ininteligibles o difíciles de entender como "La religion donde te encule" o "Lov te amo" — más allá de simples grafitis y el símbolo anarquista.
La misma parroquia es quien se ha hecho eco del vandalismo este viernes por la mañana, comunicando que ya han presentado al Ayuntamiento de Barcelona una solicitud para la limpieza de las pintadas. "En otras ocasiones nos han ignorado, a ver cómo va esta vez... me parece que hay elecciones pronto", expresa una nota del sitio web de la basílica. Desde la iglesia han lamentado los hechos: "Aparte de lo que significa para todos los católicos, es un BIC (bien de interés cultural) protegido". "Una fachada del siglo XVIII que todos los ciudadanos tenemos el derecho de preservar íntegra para el disfrute de las futuras generaciones y porque forma parte de nuestra historia", añaden. Y unas últimas palabras: "Me abstengo de hacer comentarios al respecto, creo que pueden sacar sus propias conclusiones".
Vandalismo, uno de los problemas de Colau
La basílica de la Mercè es la iglesia donde se venera la imagen de la Mare de Déu de la Mercè, patrona de la ciudad desde 1687. Se ubica en Ciutat Vella, en la plaza de la Mercè. La primera iglesia se construyó en 1249, mientras que la actual fecha de 1765 y es de estilo barroco. Es el principal santuario mariano de Barcelona. Mientras que el templo es de estilo barroco, la imagen de la Virgen es de estilo gótico. La Ordre de la Mercè se fundó en 1218 en la ciudad: Sant Pere Nolasc, comerciante de la ciudad, empezó la obra de los mercedarios con la redención de cautivos. Ahora, su tarea continúa con la atención de presos y marginados.
El vandalismo y la degradación del patrimonio histórico ha sido uno de los problemas del gobierno de Ada Colau. Uno de los episodios más recientes fue el de la iglesia del Pi, donde el vandalismo subió de nivel hace casi un año: una decena de sillares de la fachada desaparecieron, a la vez que si hicieron varias pintadas y se estropeó un escudo medieval. Y hace unos meses que también hubo protestas para dignificar el Call de Barcelona, otra asignatura pendiente de Colau — después de que se vandalizara la antigua sinagoga mayor. Y ya no hablemos del deplorable estado del Baluard del Migdia, que se convirtió en un espacio degradado, abandonado y sucio.