La calle de Pere IV en el tramo entre las calles Zamora y Badajoz se encuentra en el epicentro del popularmente llamado 'Triángulo Golfo' del Poblenou, una zona de bares, discotecas y salas de conciertos que, de hace décadas, ha sido uno de los puntos neurálgicos del ocio nocturno. La zona siempre ha sido problemática por la acumulación de personas durante la noche los fines de semana, pero de un tiempo a esta parte, la situación ha degenerado tanto, sobre todo a causa de la popularización de los botellones, que los vecinos ya no pueden más, hartos de no poder dormir por las noches y tener que convivir por la mañana con todo tipo de suciedad, entre el cual no faltan ni los meados ni los vómitos.
Por todo ello, los vecinos de esta zona se han reunido en la plataforma 'SOS Triangulo Golfo', principalmente para denunciar la degradación de la zona, especialmente desde que finalizó el toque de queda y cada vez se hacen más numerosos los botellones en medio de la calle, con los problemas añadidos de ruidos, peleas y actos incívicos de todo tipo. Además, desde la plataforma lamentan que la apertura del ocio nocturno no ha acabado con los botellones, ya que muchos clientes de bares salen a beber a la calle y, además, han proliferado las tiendas de comestibles que venden bebidas alcohólicas más allá de las once de la noche, cuando está prohibido.
"La situación ahora es insostenible", relata en ElNacional.cat Jerónimo Lozano, miembro de la plataforma "y vecino afectado", que lamenta que "las dinámicas de consumo de alcohol han cambiado de una manera espectacular después del confinamiento, de manera que ahora, aunque hay menos bares, ha empeorado". De hecho, la plataforma se ha creado para frenar un cúmulo de situaciones en las que se incluyen incluso entradas en porterías de vecinos, para orinarse dentro y romper los buzones, rotura de escaparates, robos e incluso ataque a vecinos, y todo ante la pasividad de la Guàrdia Urbana. De hecho, ya ha habido algunos encaramientos con los vecinos.
"Hay pérdida de salud mental y de calidad de vida"
Según Lozano, toda esta serie de situaciones está afectando seriamente a los vecinos. "Hay pérdida de salud mental y de calidad de vida", señala, para insistir que "las vecinas estamos hartas e indignadas". Por todo ello, a inicios de febrero un colectivo de vecinos de la zona decidió autoorganizarse y montar asambleas vecinales con un objetivo claro: "Acabar con la lacra del botellón y buscar el máximo de adhesiones de vecinos y vecinas" con el fin de impulsar acciones conjuntas. De hecho, ya se han manifestado en contra de una situación que se reproduce cada semana, "de miércoles a sábado" y que sobre todo los últimos días de la semana se alarga "hasta las seis o siete de la madrugada".
La plataforma ha iniciado contactos con los partidos políticos y también han mantenido una reunión con presencia de Albert Batlle, quinto teniente de alcaldía, de Prevención y Seguridad y David Escudé, concejal de Sant Martí, a los cuales les reclaman "que se cumpla la ley", recordando que las ordenanzas municipales prohíben explícitamente beber alcohol en la vía pública así como orinar y defecar. Además, también recuerdan que "tampoco se puede obstaculizar la calle, que a menudo no se puede ni pasar de la gente que hay". Desde que los vecinos han empezado a movilizarse se ha notado un cierto aumento de la presencia policial, pero no es lo suficientemente efectiva, porque los grupos de los botellones simplemente se desplazan de lugar.
De hecho, los vecinos han empezado a bajar a la calle de forma organizada para visualizar sus quejas y ya cuentan con la complicidad de asociaciones de vecinos y otras entidades sociales del distrito. Acostumbran a hacer una asamblea cada semana y su voluntad ahora es hacerse escuchar, cansados de "llamar al 112 y que no nos hagan caso". En su agenda se incluye acabar con la impunidad de las tiendas de comestibles que venden alcohol más allá del horario establecido y acabar con la sensación de que el denominado 'Triángulo Golfo' sea una zona sin ley donde todo parece estar permitido. Nos sentimos "ninguneados", remacha Lozano.
Un problema de difícil solución
De hecho, la problemática de los botellones lleva de cabeza a los responsables municipales, que no encuentran la fórmula para acabar con un fenómeno que se ha multiplicado exponencialmente a raíz de la pandemia del coronavirus. De momento, la Mesa Ciudadana por una Barcelona Cívica y Segura hace tímidos avances, pero aportaciones como la del Síndic de Greuges de Barcelona, David Bondia, que propuso crear espacios seguros para hacer botellones pero evitando que se conviertan en 'botellódromos', han sido rechazadas. De momento, la única realidad es que determinadas zonas, como el mencionado 'Triángulo Golfo', se han convertido en un espacio irrespirable para los vecinos.