Cuando se habla de un ataque de pánico, se hace referencia a una sensación repentina de miedo intenso o ansiedad que incapacita a quien lo sufre. Los ataques de pánico pueden provocar una angustia tan severa que provocan que se tema perder el control de la situación o, incluso en algunos casos, se llegue a pensar en la posibilidad de la muerte.
El estrés y la ansiedad pueden ser situaciones que lleven a sufrir un ataque de pánico, pero también padecimientos como las afecciones cardiacas o trastorno sanguíneos como la anemia pueden causarlo.
Un ataque de pánico no suele dar pistas sobre su aparición y además no tiene por qué responder a un peligro real ni a una causa aparente. Se trata de un padecimiento tan poderoso que incluso puede despertar a una persona cuando se halla sumida en un sueño profundo. El momento más agudo de un ataque de pánico tiene lugar a los 10 minutos más o menos, aunque esto no quiere decir que a partir de ahí desaparezca. Se calcula que alrededor de un 10 por ciento de la población experimenta ataques de pánico ocasionales.
Cómo distinguir un ataque de pánico
Su aparición es una reacción exagerada de la amígdala, el centro del miedo del cerebro y sucede cuando el cuerpo experimenta un aumento desproporcionado y repentino de adrenalina ante cualquier amenaza percibida.
Los síntomas que distinguen el ataque de pánico son una importante aceleración del ritmo cardiaco, dificultad para respirar con normalidad, sudoración repentina, náuseas, mareos, escalofríos o sensación de calor y la sensación de que se va a perder la vida. Generalmente dura entre 10 y 20 minutos y no supone peligro para la vida de quien lo padece.
La ciencia no ha sido capaz aún de determinar con precisión por qué se producen los ataques de pánico, pero sí se conoce que determinadas combinaciones de factores psicológicos, biológicos, ambientales y genéticos, hacen que una persona tenga más propensión a padecerlos.
Cómo sobrellevarlos
A pesar de lo mal que lo pasan quienes sufren ataques de pánico, afortunadamente existen herramientas para que puedan gestionar estas reacciones tan poderosas.
Conocer en profundidad en qué consiste un ataque de pánico es muy útil para cuando se vivan situaciones que puedan llegar a desencadenar en un ataque. Es importante tener claro que no se trata de una situación que revista de gravedad para la salud y, por supuesto, que en ningún caso va a conllevar la pérdida de la vida. Cuanto más claros se tengan los conceptos, más sencillo será identificar y desviar los pensamientos de preocupación que pueden empeorar un ataque de ansiedad.
Aprender a respirar de manera consciente para cuando se presente la situación, es otro factor clave que ayuda a mantener un mayor control. Ocurre lo mismo con la relajación muscular. Aprender a relajar el cuerpo, sabiendo qué músculos conviene tensar y cuáles relajar ante un estado de semejante alteración es muy importante. Son técnicas que están al alcance de cualquiera y que se pueden encontrar en cientos de sitios de internet.
Como ocurre ante una gran cantidad de situaciones en la vida, la práctica de ejercicio también está altamente recomendada para el control de los ataques de pánico. Ayuda a mantener el estrés bajo control y estimula la producción de endorfinas, tan beneficiosas para aliviar las sensaciones de dolor y la aparición del bienestar general. Además, ayuda a que la confianza en uno mismo mejore.