Los problemas de sueño de la mujer tienen que ver con los distintos cambios hormonales que tiene el organismo femenino en el ciclo menstrual y a lo largo de las distintas etapas de la vida, según expertos de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica.
Por eso, vamos a repasar las distintas situaciones hormonales por las que va atravesando la mujer a lo largo de su vida.
Etapa de la mujer fértil
Cuando comienza la menstruación, se han observado distintas situaciones. Durante el síndrome premenstrual, la mujer puede tener problemas de conciliación del sueño, lo que le produce más cansancio y somnolencia diurna.
Durante la gestación, los problemas de sueño varían en cada uno de los trimestres del embarazo. En el primer trimestre del embarazo, aumenta la hormona progesterona, lo que provoca un sueño más fragmentado y mayor somnolencia diurna. Además de tener esta somnolencia, este trimestre del embarazo se caracteriza por tener náuseas, vómitos y mayor cansancio. Todo ello provoca que la mujer tenga una mala calidad del sueño.
En el segundo trimestre, la mujer sufre la fragmentación del sueño, pero tiene una mejor calidad del sueño. Y, en el tercer trimestre del embarazo, entre el 75 y el 84% de las embarazadas tienen dificultades para dormir, por molestias físicas, necesidad de orinar por la noche, calambres y reflujo gastroesofágico.
El postparto
Las mujeres tienen el sueño mucho más interrumpido y se levantan muy a menudo. Al dormir mal de noche, recuperan el sueño con una siesta durante el día y también van durmiendo con el bebé, a ratos. La madre ha de procurar dormir cuando lo hace el bebé. En la lactancia, hay un aumento del sueño, que es más lento y profundo, debido al aumento de la prolactina, la hormona que se segrega durante este período.
La menopausia
Una vez finalizada la etapa fértil de la mujer, se inicia un período que se caracteriza por cambios físicos y emocionales muy importantes y en el que no todas las mujeres tienen los mismos síntomas. Algunas mujeres presentan sofocos. En ocasiones los sofocos no provocan que se despierten, mientras que otras mujeres pueden llegar a sudar y se despiertan. El 20% de las mujeres son asintomáticas y el 80% sintomáticas, pero no todas con el mismo grado de gravedad. Además de los sofocos y sudoraciones, las mujeres que entran en la menopausia pueden tener trastornos del sueño, del estado de ánimo, problemas genitourinarios, sequedad y disfunción sexual.
La tercera edad
Las mujeres tienen un riesgo más alto de padecer insomnio que los hombres y hay que recordar que el sueño es fundamental para un envejecimiento saludable. La falta de sueño en personas mayores aumenta las enfermedades cardiovasculares, los trastornos metabólicos, y el deterioro cognitivo.
Las enfermedades más habituales del sueño en la mujer son la apnea del sueño, el insomnio y el síndrome de piernas inquietas. En las mujeres, el 90% de los casos de la apnea del sueño no están diagnosticados. En cuanto al síndrome de las piernas inquietas, aparece con frecuencia en la mujer gestante y también puede haber un empeoramiento de este trastorno en la menopausia.
Tener unos buenos hábitos del sueño comprende las siguientes medidas:
- Respetar el ritmo circadiano de la mujer, que, por lo general, necesita irse a dormir más pronto que el hombre, cuando en la cultura actual ambos se tienden a ir a dormir en el mismo momento.
- En el caso de las mujeres menopáusicas, vigilar la temperatura de la habitación para que no sea excesivamente calurosa y evitar poner la calefacción muy alta; vestir un pijama ligero; seguir una nutrición adecuada, rica en verduras, y evitar el sobrepeso.
- Hacer ejercicio todos los días de la semana.
- Evitar tomar café pocas horas antes de irse a dormir.
- No usar las pantallas antes de dormir, hábito nocivo que desvela y que es más habitual entre los adolescentes. Los niños tienden a usar más los videojuegos, mientras que las niñas se entretienen más con los teléfonos móviles.
- No fumar, ni beber alcohol.
- Ante los sofocos, tomar tratamientos farmacológicos en los casos en que los prescriba el médico.
- Ante el insomnio, recurrir a la terapia cognitiva conductual; administrar terapia hormonal en casos seleccionados y también la terapia no hormonal, para evitar siempre que sea posible la administración de medicación.
- Ante la apnea del sueño, aplicar la terapia consistente en presión positiva del flujo (CPAP) en los casos en que esté indicada.
- Ante el síndrome de las piernas inquietas, si es necesario, administrar suplementos de hierro oral.