Sentarse de forma correcta es un signo de confianza en uno mismo. Por el contrario: mantenerse cierto tiempo con la espalda encorvada refleja inseguridad y hasta aburrimiento. La postura corporal influye en la forma de pensar de uno mismo y en la opinión que los demás tienen acerca de esa persona.
El proceso comunicativo está repleto de gestos, expresiones faciales, movimientos y posturas que reflejan sentimientos, opiniones y preferencias. La mayoría de estas conductas comunican a los demás estados de ánimo internos, pero también pueden tener una fuerte influencia en quien los emite. Una sonrisa transmite bienestar tanto al receptor como al emisor. También una señal de afirmación o negación con la cabeza ayuda a corroborar o rechazar una opinión.
Sentarse de forma correcta puede aportar bienestar psicológico, confianza y autoestima
Pensar en pensar
Este comportamiento, que parece lógico e intuitivo, es el resultado de un complejo proceso mental. La autovalidación, como se denomina, consiste en reflexionar acerca de los propios pensamientos y, de alguna manera, intenta confirmar qué se piensa. Los pensamientos positivos sobre una determinada propuesta implican la posibilidad de que, al asentir con la cabeza, se aumente la confianza en la validez de los pensamientos favorables. Como consecuencia, el convencimiento es mayor.
Sentarse bien para quererse más
El trabajo más reciente de los expertos ha profundizado en la postura de la espalda. Unos investigadores examinaron de nuevo cómo la posición del cuerpo interviene en las autoevaluaciones y concierne a la confianza de un individuo. Se pidió a 71 estudiantes de la Universidad de Ohio que pensaran acerca de sus propias cualidades para conseguir un trabajo. Antes, les solicitaron que se sentaran en una postura determinada: unos con la espalda erguida y con el pecho hacia fuera -postura de confianza- y otros, cabizbajos, con la espalda encorvada -dudosos.
Tras generar pensamientos sobre puntos fuertes o debilidades con ambas posturas, todos los participantes contestaron a una encuesta sobre su futuro profesional: si se consideraban buenos candidatos, si creían que podían superar un proceso de selección con éxito y si pensaban que serían trabajadores capaces de rendir.
Las evaluaciones acerca de sí mismos estuvieron determinadas por los pensamientos anteriores. Quienes se centraron en sus puntos fuertes se evaluaron mejor como candidatos que los estudiantes que deliberaron sobre sus puntos débiles. Sin embargo, esta correlación entre pensamientos y evaluación sólo se produjo cuando se había tenido una postura correcta. Los investigadores explican el resultado: al pensar en los puntos fuertes, una posición corporal segura ayuda a confiar más en ellos y, por tanto, a sentirse mejor con uno mismo.
Tener pensamientos negativos con una mala postura aumenta la confianza en esa creencia y conlleva una evaluación peor de uno mismo. Por el contrario, tener pensamientos negativos cuando se mantiene una postura adecuada implica, en su mayoría, una evaluación general favorable, ya que la posición reduce la validez percibida de las limitaciones.